Por: Amy Goodman
HONDURAS • 20 DE MARZO DE 2011
Al describir la devastación en una ciudad de Japón,
un periodista escribió: “Parece como si una aplanadora gigante hubiera pasado
por encima y arrasado con todo lo que allí existía. Escribo estos hechos...
como una advertencia al mundo”. El periodista era Wilfred Burchett, que
escribía desde Hiroshima, Japón, el 5 de septiembre de 1945.
Burchett fue el
primer periodista de Occidente en llegar a Hiroshima luego de que allí se
lanzara la bomba atómica. Informó acerca de una extraña enfermedad que seguía
matando a la gente, incluso un mes después de ese primer y letal uso de armas
nucleares contra seres humanos. Sus palabras podrían perfectamente estar
describiendo las escenas de aniquilación que acaban de tener lugar en el
noreste de Japón. Debido al empeoramiento de la catástrofe en la central
nuclear de Fukushima, su grave advertencia al mundo sigue estando hoy más que
vigente.
El desastre se profundiza en el complejo nuclear de Fukushima tras el
mayor terremoto en la historia de Japón y el tsunami que lo sucedió, que dejó
miles de muertos. Las explosiones en los rectores número 1 y número 3 liberaron
radiación a un nivel tal que fue medida por un buque de la Armada
estadounidense desde una distancia de 160 kilómetros, lo que obligó al buque a
alejarse de la costa.
Una tercera explosión sucedió en el reactor número 2,
provocando que muchos especularan que el contenedor primario, donde se mantiene
el uranio sometido a fisión nuclear y que es de vital importancia, se había
dañado. Poco después se incendió el reactor número 4, a pesar de que no estaba
funcionando cuando el terremoto azotó el país. Cada reactor también ha tenido
que utilizar el combustible nuclear almacenado en su interior, y ese
combustible puede provocar grandes incendios, liberando más radiación al aire.
Todos los sistemas de enfriamiento fallaron, así como también los sistemas de
seguridad adicionales, y una pequeña delegación de valientes trabajadores
permanece en el lugar, a pesar de la peligrosa radiación, que podría ser letal,
tratando de bombear agua del mar a las estructuras dañadas para enfriar el
combustible radiactivo.
El presidente Barack Obama asumió la iniciativa de
liderar un “renacimiento nuclear” y propuso nuevas garantías de préstamos
federales por 36,000 millones de dólares para promover el interés de las
empresas de energía en la construcción de nuevas plantas nucleares (lo que se
suma a los 18,500 millones de dólares que habían sido aprobados durante el
gobierno de George W. Bush). La primera empresa de energía que esperaba recibir
esta dádiva pública fue Southern Company, por dos reactores anunciados para
Georgia.
La última vez que se autorizó y logró llevarse a cabo la construcción
de una nueva planta de energía nuclear en Estados Unidos fue en 1973, cuando
Obama estaba en séptimo grado en la escuela Punahou en Honolulu. El desastre de
Three Mile Island en 1979 y el de Chernobil en 1986 efectivamente clausuraron
la posibilidad de avanzar en nuevos proyectos de energía nuclear con objetivos
comerciales en Estados Unidos. Sin embargo, este país sigue siendo el mayor
productor de energía nuclear comercial en el mundo. Las 104 plantas nucleares
habilitadas son viejas, y se acercan al fin de su vida útil originalmente
proyectada.
Los propietarios de las plantas están solicitando al gobierno
federal extender sus licencias para operar. La Comisión Reguladora Nuclear
(NRC, por sus siglas en inglés) está a cargo de otorgar y controlar estas
licencias. El 10 de marzo, la NRC emitió un comunicado de prensa “acerca de la renovación
de la licencia operativa de la planta de energía nuclear Vermont Yankee cerca
de Brattleboro, Vermont, por veinte años más. Está previsto que el personal de
la NRC pronto expida la licencia renovada”, decía el comunicado de prensa.
Harvey Wasserman, de NukeFree.org, me dijo:
“El reactor número 1 de Fukushima es idéntico al de la planta de Vermont Yankee, que ahora está a la espera de renovar su licencia y que el pueblo de Vermont pretende cerrar. Es importante tener en cuenta que este tipo de accidente, este tipo de desastre, podría haberle ocurrido a cuatro reactores en California, si el terremoto de 9.0 grados de la escala Richter hubiera azotado el Cañón del Diablo en San Luis Obispo o San Onofre entre Los Ángeles y San Diego. Podríamos perfectamente ser ahora testigos de la evacuación de Los Ángeles o San Diego, si este tipo de cosa hubiera sucedido en California. Y, por supuesto, Vermont tiene el mismo problema. Hay 23 reactores en Estados Unidos que son idénticos o casi idénticos al reactor 1 de Fukushima”.
La mayoría de los habitantes de Vermont, entre
ellos el gobernador del estado, Peter Shumlin, apoya el cierre del reactor
Vermont Yankee, diseñado y construido por General Electric. La crisis nuclear en Japón ha tenido repercusiones a
nivel mundial. Hubo manifestaciones en toda Europa. Eva Joly, miembro del
Parlamento europeo, dijo en una manifestación:
“La idea de que esta energía es peligrosa pero podemos manejarla fue desechada hoy. Y sabemos cómo eliminar las plantas nucleares: necesitamos energía renovable, necesitamos molinos, necesitamos energía geotérmica y necesitamos energía solar”.
Suiza detuvo sus
planes de renovar las licencias de sus reactores, y 10,000 manifestantes en
Stuttgart exhortaron a la canciller alemana Ángela Merkel a que ordene el
cierre inmediato de las siete plantas nucleares alemanas construidas antes de
la década del 80. En Estados Unidos, el congresista demócrata de Massachusetts,
Ed Markey, dijo: “Lo que está sucediendo en Japón en este momento da indicios
de que también en Estados Unidos podría ocurrir un grave accidente en una
planta nuclear”.
La era nuclear se inició no muy lejos de Fukushima, cuando
Estados Unidos se convirtió en la única nación en la historia de la humanidad
en lanzar bombas atómicas en otro país, dos bombas que destruyeron Hiroshima y
Nagasaki y mataron a cientos de miles de civiles. El periodista Wilfred
Burchett fue el primero en describir la “plaga atómica”, como la llamó:
“En estos hospitales encuentro gente que, cuando cayeron las bombas no sufrió ninguna lesión, pero que ahora están muriendo a causa de las secuelas. Su salud comenzó a deteriorarse sin motivo aparente”.
Más de 65 años después de que se
sentara en los escombros con su vapuleada máquina de escribir Hermes y
escribiera su advertencia al mundo, ¿qué hemos aprendido?
Fuente:
El Heraldo de
Honduras
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