MADRID • 31 DE MARZO DE 2011
Se han cumplido 20 días desde que comenzó el
accidente de la central nuclear japonesa de Fukushima. Desde que el tsunami
dejó sin suministro eléctrico a la planta y se produjo la primera explosión de
hidrógeno, los elementos radiactivos que se han liberado a la naturaleza
se cuentan por decenas. Pero no todos suponen el mismo riesgo para la salud ni
perduran en la naturaleza el mismo tiempo. Sin duda, el plutonio recién
detectado en la planta atómica es uno de los que tiene una actividad mayor y
supone un riesgo muy elevado para la salud.
Las partículas que salen con mayor facilidad
acompañando al vapor de agua que se deja salir de los reactores para evitar que
aumente la presión en el interior y se produzcan explosiones son las más
ligeras y que tienen una mayor volatilidad. Se trata de elementos como el yodo
o el cesio, de los que ya se ha oído hablar, pero también de algunos otros de
volatilidad intermedia como el rutenio o el estroncio. El periodo de
semidesintegración -el tiempo que tardan en perder la mayor parte su
radiactividad- de cada uno de ellos oscila desde días hasta varios años.
Materiales
ligeros y volátiles
El yodo-131, por ejemplo, uno de los elementos que
más ha liberado la central de Fukushima, tiene un periodo de semidesintegración
de 8 días. Pero los riesgos que supone para la salud son muy elevados. De
hecho, es el material responsable de que la población cercana a la central haya
tenido que bloquearse la glándula tiroides con pastillas de yoduro de potasio
para evitar el riesgo de padecer cáncer de tiroides.
El cesio-134 tarda dos años en perder la mayor parte
de su actividad. Y el cesio-137, otro de los elementos que ha salido en grandes
cantidades de los reactores de Fukushima, no reduce su radiactividad hasta 30
años después de producirse. El mayor riesgo que supone el cesio para la salud o
el medio ambiente está en quese absorbe muy fácilmente a través de la comida o
el agua, o también si se inhala en forma de polvo. El cesio, de hecho, supuso
uno de los mayores peligros tras el accidente de Chernobil debido a que se
ingirió de forma masiva en los productos alimenticios.
En cuanto a los elementos de volatilidad media, el
rutenio tiene dos isótopos comunes, el 103 y el 106, con una
semidesintegración de 39 días y de un año, respectivamente. El
estroncio-90 perdura en la naturaleza durante cerca de 30 años. Los elementos más
pesados y menos volátiles son más peligrosos, pero también es más complicado
que se liberen debido a su elevada masa atómica. Sin embargo, ya se ha
detectado plutonio en Fukushima.
Materiales
pesados y poco volátiles
El plutonio, concretamente el plutonio-239, tiene un
periodo de semidesintegración de 24.100 años. El plutonio no está de forma
natural en el medio ambiente. Pero se podría hacer una comparación muy
sencilla para hacerse una idea del enorme periodo que supone su vida media: si
se hubiese liberado plutonio en algún lugar de la Tierra cuando se extinguieron
los neandertales, hace 24.000 años, aún seguiría siendo muy radiactivo. En
cambio, el plutonio-238, también encontrado en la planta japonesa tiene una
vida de 40 años. Emite radiación de tipo alfa, que puede ser detenida por
la ropa o por un simple papel. El mayor riesgo es que entre en contacto con el
cuerpo, ya que puede provocar cáncer o alteraciones celulares. El plutonio es un metal muy pesado y con una
volatilidad casi nula. Esto dificulta mucho su transporte por el viento. Cuando
se libera en tierra, lo más probable es que se pegue al suelo y permanezca
allí hasta que sea limpiado. Sin embargo, si se libera en el mar el plutonio
podría diluirse y dispersarse por el océano. en este caso las consecuencias
serían imprevisibles.
Por último, otro de los elementos pesados que puede
liberarse en un accidente nuclear es el uranio. El isótopo 234, uno de los tres
que se puede encontrar de forma natural, tiene un periodo de
semidesintegración de 247.000 años. Pero sus formas 238 y 235, las que se
utilizan como combustible en la mayoría de los reactores del mundo, tienen una
duración de 4.500 millones de años y de 710 millones de años, respectivamente.
Fuente:
El
Mundo
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