Por:
Julià Castelló
CATALUNYA •
29 DE MARZO DE 2011
Todavía no ha acabado este horrible mes de marzo y
el final de muchas cosas está en el aire, pero ya se puede decir que mientras
aquí estalla la primavera al mismo tiempo revientan algunas de las costuras que
algunos quieren creer y nos quieren hacer creer que están muy cosidas.
El movimiento antinuclear tiene más de 60 años de
vida, pero necesitamos que un tsunami invada Fukushima para echarnos las manos
a la cabeza y airear los peligros de la radiactividad global una vez más.
Siempre habrá excusas. En Harrisburg no hubo muertos. En Chernóbil, sí, a miles
y todavía mueren y los cánceres que generará. Pero claro, estas centrales
soviéticas no eran muy de fiar. Los japoneses, en el terreno tecnológico, son
perfectamente fiables, hacen los edificios anti terremotos más eficientes del
planeta y en el terreno cívico están dando ejemplo a todo el mundo. Quizás esta
fuerza colectiva les servirá para evitar nuevos Fukushima.
Pero el Fukushima de ahora se ha construido a
escasos kilómetros de una de las placas tectónicas más activas del mundo. Y
Fukushima no escapa tampoco a la lógica capitalista del máximo beneficio. Así
se demostró tiempo atrás, queriendo esconder problemas importantes de
funcionamiento. Igual que en Ascó, que enseñaba los grandes beneficios de la
central a los escolares cuando sus directivos sabían perfectamente que las
partículas radiactivas que se les habían escapado los podían contaminar.
Ahora, deprisa y corriendo, en Europa y en el mundo
entero se despiertan para decir que todo se tiene que revisar, que mejor que paremos
los planes de crecimiento nuclear, que nos tenemos que asegurar de que todo
está como es debido. Mientras tanto, en Finlandia, agujerean un escondrijo para
poder estar muy seguros de que los residuos nucleares podrán dormir su sueño
radiactivo durante !cien mil años!. Por mucha memoria que tengamos los humanos
sólo podemos ir atrás con cincuenta mil años de existencia. Y somos tan
arrogantes que pensamos prever y controlar un futuro de cien mil años.
Un poco de sensatez nos tendría que parar para
pensar un momento. En el terreno de la energía tenemos que encontrar otros
caminos. Mientras continuemos agujereando tierras y mares rascando las últimas
bolsas de gas y petróleo, mientras nos emperremos en asegurar la contestada
eficiencia económica de las nucleares -¿cuando costará Fukusima?, ¿quién pagó
por los muertos de Chernóbil?- y no dediquemos todos los esfuerzos al ahorro y
al uso y búsqueda de energías limpias y renovables nos encontraremos con que
nos explotan las costuras cuando menos lo esperamos.
Fuente: El
Debat.cat
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