Envíado
Especial del periódico español El País
DOHA • 8 DE DICIEMBRE DE 2012
Abdulá bin Hamad al
Atiya, viceprimer ministro de Catar y presidente de la
cumbre del clima, tomó la directa. Después de más de dos semanas de frustrantes
negociaciones y con más de 24 horas de retraso sobre lo previsto, enunció a
toda velocidad el largo texto de cada uno de los acuerdos preparados en Doha y,
sin levantar la vista, soltó: “No oigo
objeciones, así que está decidido. Queda aprobado”. Y golpeó el mazo.
Así con todos los acuerdos, entre la incredulidad,
primero, y los aplausos y las risas, después, de los representantes de 190
países y ONG y los periodistas desplazados. En solo tres minutos, y sin dar la
palabra a los países discrepantes, quedó aprobado por un raro consenso —sin
precedentes en esta negociación— un pírrico acuerdo. La cumbre acordó prorrogar
Kioto hasta 2020, pero con obligaciones para muy pocos países —básicamente, los
de la UE, Australia, Noruega y Croacia—, y del que se caen Japón, Canadá y
Rusia. Además, se marca como objetivo un complicadísimo pacto mundial en 2015
que debe incluir a Estados Unidos, China, India, Rusia... Algo impensable hoy
día.
Abdulá bin Hamad |
Doha debía ser una cumbre tranquila, con unos
objetivos modestos. Pero los obstáculos se multiplicaron. La UE ya tenía
asumido que renovaría Kioto, entre otras cosas, porque ya tiene en su
legislación el objetivo de reducir un 20% las emisiones en 2020 respecto a
1990. Y, sobre todo, porque ya roza esa cifra: está en torno al 18,5%. Pero se
le encasquilló Polonia, que se empeñó en mantener los millones de derechos de
emisión (los países que contaminan mucho se los compran a los que contaminan
por debajo del límite que se les marca). A Polonia le sobran por el desplome de
la industria soviética, pero la ONU ha introducido un nuevo procedimiento que,
de facto, cancela esos derechos.
La UE creyó haber encontrado una compleja solución
el jueves, pero ayer, ya con los delegados en el plenario, Polonia demostró que
tenía una carta en la manga. El país no había entregado las credenciales
necesarias para acordar la prórroga de Kioto, que es una enmienda a un tratado
internacional. En el momento decisivo, la UE tuvo que pedir un receso y sus
ministros se retiraron a una sala lateral para intentar salvar en minutos un
escollo que llevaba años sobrevolando Bruselas.
Marcin Korolec |
El ministro polaco, Marcin Korolec, exigió una
declaración firmada que garantizaba que su país no asumiría en solitario el
problema de cancelar esos derechos. En la reunión hubo momento de tensión, como
cuando la comisaria europea Connie Hedegaard espetó a Korolec: “Si no hay acuerdo, todos te culparemos, te
vamos a señalar y Polonia quedará como el país que hundió Kioto”.
Korolec no se movió y al final hubo la declaración conjunta. La UE volvió a la
sala a entregar las credenciales tras hora y media en la que el proclamado
“liderazgo climático” europeo quedó maltrecho. Irónicamente, Polonia acogerá la
próxima cumbre del clima. Hedegaard declaró luego que había intentado muchas
veces y de todas las maneras posibles sortear la objeción polaca en Bruselas, “pero quizá hacía falta la presión de una
cumbre así”. Para la UE, el acuerdo es “un paso modesto hacia un acuerdo en
2015”.
Solventado el escollo de Polonia, quedaban Rusia, Bielorrusia
y Ucrania, tres países con las mismas objeciones, pero que van por libre. Junto
al estrado se intentó durante horas buscar un acuerdo para evitar una votación.
En la ronda del clima de Naciones Unidas nunca se ha votado —todo se aprueba
por consenso—, pero la enmienda a Kioto podía someterse a votación y salir
aprobada con tres cuartas partes de los países. Los apoyos estaban
garantizados, pero nadie quería votar. Solo quedaba aprobarlo por las bravas.
Una vez que el presidente dio por aprobada la prórroga de Kioto y el resto de
los débiles acuerdos, comenzaron las objeciones. El delegado ruso, que hablaba
también en nombre de Bielorrusia y Ucrania, criticó que no se le diera la
palabra para protestar. “Es difícil creer
que no me oyó cuando golpeaba la mesa con la tablilla pidiendo la palabra, algo
que no está en línea con la diplomacia rusa. No creemos que sea una forma digna
de llevar una reunión así”.
Alexander Bedritsky |
Rusia y los países del Este ratificaron Kioto en
buena medida convencidos de que les sobrarían muchos derechos de emisión y que
podrían hacer caja con ellos. Pasados los años, ni la han hecho ni parece que vayan
a poder hacerlo. El presidente, ni se inmutó: “Tomo nota y quedará reflejada su postura, pero yo sentía que las
decisiones adoptadas hoy reflejaban la voluntad de las partes”. Rusia
volvió a protestar, pero no tanto como cabía esperar, y Bielorrusia y Ucrania
ni pidieron la palabra, lo que extendió la duda sobre si estaba todo cocinado
de antemano.
El delegado de Estados Unidos, Todd Stern, aplaudió
el acuerdo, pero dejó claro que su país no se sentía concernido “en una serie de puntos”. Doha puede ser
irrelevante para el cambio climático, pero no para el proceso en la ONU. La
forma gustó a algunos delegados, que ven cómo se acaba en la práctica con el
veto. El proceso sorprendió al ministro español, Miguel Arias Cañete, curtido
en negociaciones europeas, pero que acudía a su primera cumbre del clima: “Es muy distinto a Bruselas porque allí no
se vota y jugamos con mayorías cualificadas y minorías de bloqueo. Aquí es una
suma de consensos, aunque aparentes, porque luego hemos visto lo que ha pasado
con Rusia y el mazo del presidente, lo que tiene cierta peculiaridad”.
Los países vinculados en el nuevo Kioto solo suman
el 15% de las emisiones mundiales, pero al menos permite seguir con un régimen
en la ONU y con mercados de CO2, una exigencia de los países en desarrollo. El
resto de los textos acordados, los encaminados a conseguir un acuerdo global en
París en 2015 que incluya a todos los países, están prácticamente vacíos de
contenido. Hay un pacto para que en mayo de 2015 haya un borrador de acuerdo,
pero aún no se sabe si será un tratado u tendrá otra forma legal. Tampoco hay
señalado un objetivo global de reducción de emisiones ni el año en el que deben
tocar techo. Sobre la financiación, no hay nada porque los países admiten que
ni EE UU ni Europa pueden poner nada en este momento.
Manifestación ambientalista |
Las ONG ecologistas están decepcionadas porque el
resultado “no refleja ni la urgencia
de reducir las emisiones ni las necesidades de financiación que conlleva el
cambio climático”, según Aida Vila, de Greenpeace, que pidió a la UE
que “recomponga su liderazgo si quiere tener algún papel en la negociación” y
endurezca el objetivo de reducción de emisiones. El caótico proceso, tanto el
de Doha y como de anteriores cumbres, deja flotando la sensación de que hace
falta un giro radical para alcanzar un pacto mundial en solo tres años. “¿Cómo vamos a convencer a China, India y
Rusia de que se pongan objetivos de emisiones?”, se preguntaba un delegado
en los pasillos.
Ayer nadie parecía tener respuesta.
LOS ACUERDOS DE DOHA
Kioto II
Se prorroga el Protocolo de Kioto cuyo primer periodo de cumplimiento
expira en a final de este año. El tratado, establecido en 1997, obligaba a reducir
las emisiones en 2012 un 5,2% respecto a 1990 a 35 países desarrollados, entre
los que no estaba EE UU porque no lo ratificó. En este segundo periodo se
retiran Japón, Canadá y Nueva Zelanda. Así solo quedan con obligaciones la UE,
Australia, Noruega, Islandia, Croacia, Kazajistán, Noruega, Liechtenstein y
Mónaco. Solo suman el 15% de las emisiones mundiales. La UE se compromete a
reducir en 2020 un 20% sus emisiones respecto a 1990. Actualmente emite un
18,5% menos por lo que está muy cerca y además tiene el objetivo en su
legislación. La prórroga permite mantener los mercados de carbono, como el
mecanismo de desarrollo limpio. Aunque formalmente no se cancela el llamado
“aire caliente”, el exceso de emisiones que los países del Este de Europa lograron
por el hundimiento de la industria soviética, en la práctica se reduce
drásticamente su uso con un procedimiento gradual de cancelación.
Acuerdo global
El texto señala que todos los países buscarán tener en mayo de 2015 un
borrador de un nuevo acuerdo climático que en 2020 sustituya a Kioto. Ese pacto
debe ser aprobado en diciembre de 2015 en París, pero aún no está claro si será
“un protocolo, otro instrumento legal o un acuerdo con fuerza legal dentro de
la Convención” de Naciones Unidas de Cambio Climático. El texto señala que debe
ser “aplicable a todos los miembros”, lo que incluye a EE UU, China, India…,
que hasta ahora están exentos de obligaciones internacionales por distintos
motivos. No incluye ni un objetivo global de reducción de emisiones en 2050 ni
el año en el que las emisiones globales deben tocar techo, aunque sí señala el
objetivo de limitar el calentamiento a dos grados.
Financiación
Debido a la difícil situación económica en EE UU y Europa, el acuerdo
queda casi vacío de contenido en la financiación de los países ricos entre 2013
y 2015, periodo para el que os países en desarrollo pedían 60.000 millones de
euros, el doble de lo del periodo anterior. El acuerdo extiende los trabajos un
año más.
Daños y pérdidas
Los países más vulnerables al cambio climático, especialmente los
pequeños Estados insulares, han insistido en crear un mecanismo al que acudir
en caso de eventos extremos relacionados con el cambio climático. Hasta ahora
se buscaba fondos para prepararse a los cambios del calentamiento (adaptación)
pero esto es un cambio. Argumentan que EE UU ha destinado 60.000 millones de
dólares (46.000 millones) a paliar los daños del huracán Sandy y que ellos no
pueden hacerlo. El texto reconoce que “hay que reforzar la cooperación internacional”
en este tema y crea un programa de trabajo para tener el año que viene acuerdos
institucionales en la materia. Los países en desarrollo, especialmente EE UU,
se niegan a crear un nuevo organismo en la ONU, entre otras cosas porque ya hay
un Fondo Verde del Clima sin dinero pero con oficina y argumentan que hay
instrumentos de sobra para mover ayuda internacional en caso de catástrofe. El
acuerdo lo deja todo abierto para el año que viene pero pone el tema sobre la
mesa.
Fuente:
El
País
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