Por: Mélissa Quillier
CHILE. • 23 DE MARZO DE 2011
Los japoneses son tan propensos
a catástrofes nucleares que crearon una palabra especial para este tipo de
sucesos: Genpatsu-Shinsai. Este término designa los accidentes nucleares
graves dado a un terremoto. Si usted cree que el empleo de este vocablo ha sido
sólo en estos últimos días, se equivoca: en años recientes muchas veces los
nipones han balbuceado la palabra y no hace mucho tiempo.
La planta nuclear de Fukushima
quedó dañada tras un sismo de magnitud 8.9 en la escala de Richter que sacudió
el noreste de Japón en la madrugada del 11 de marzo. La AIEA (Agencia
Internacional sobre la Energía Atómica) mantiene información al minuto de la
situación de Japón. A través de esta web nos enteramos que el 12 de marzo el
reactor número 1 de la planta de Fukushima se fundió parcialmente. Pero para
bajar la presión, la empresa administradora de la central, Tokyo Electric Power
Company (TEPCO), tuvo que lanzar hidrógeno en el aire, lo que provocó la
explosión del reactor. Según la empresa nipona la cinta de confinamiento del
reactor estaba intacta. Luego vino la crisis de los otros 3 reactores de la
central.
La autoridad de seguridad
nuclear francesa (ASN) clasificó el accidente en el nivel 6 sobre 7 en la
escala internacional de eventos nucleares y radiológicos (INES). El presidente
de la ANS André-Claude Lacoste indica: “El
fenómeno se amplificó de manera totalmente diferente en comparación con el día
pasado. Es cierto que ya estamos al nivel 6”. Este nivel todavía no
supera el del accidente de Chernóbil que sucedió el 26 de abril de 1986 en
Ucrania (ex-URSS) y que alcanzó el nivel 7 sobre esta escala INES. En Ucrania
no hubo un terremoto, y se culpó la responsabilidad del drama a la
administración soviética. No obstante, no se puede culpar al planeta de lo que
sucedió en Japón, sino que hay responsabilidades mayores en los dueños de la
central y quienes debían fiscalizarlos.
Los fallos de una empresa
La catástrofe nuclear de
Fukushima no es solamente un Genpatsu-Shinsai
sino también un desastre que atañe a las negligencias de la empresa privada
administrativa de la planta nuclear. TEPCO, sucesora de la estatal Tokyo
Electric Light Company, después de su privatización en 1950, es el cuarto
productor mundial de electricidad y el administrador de varias centrales
nucleares japonesas una de ellas, la de Fukushima.
El 12 de marzo, la firma se
negó aceptar la ayuda que le propusieron EEUU y la AIEA para gestionar la
catástrofe, según indica el periódico francés Le Monde. Y no sólo no quiso recibir ayuda, sino que ha demostrado
absoluta falta de transparencia en los últimos días. El primer ministro
japonés, Naoto Kan, criticó abiertamente la empresa y llegó a convocar a sus
gerentes en Tokio para decirles que “¡Mientras
las explosiones se están grabando por todas las televisiones, han
necesitado más de una hora en informar el gobierno!”. También cundió el
rumor según el cual TEPCO, tras la primera explosión, despidió a sus empleados
y colocó, al lugar de ellos, empleados de otras filiales, revela Le Monde. La
reacción de Kan fue inmediata: “Ustedes
están solos frente al problema. Marcharse de la central es imposible. Están
listos para todo. Si se retiran ahora, será el fin de TEPCO”.
Pero el gobierno japonés
también reconoció las carencias de sus funcionamientos: Akira Amari, el
ministro de economía e industria, dijo que el estado japonés había previsto
“acelerar las investigaciones para averiguar si los reactores podían resistir a
varios escenarios de terremotos”. El accidente demuestra que no sólo los
gobiernos autoritarios, al estilo URSS, faltan a la transparencia y esconden información,
sino que es una práctica enseñada en los manuales de contención de crisis de
las grandes corporaciones. La pregunta es ¿Quién realmente controla las
actividades de TEPCO si esta responde a las variaciones del mercado?
Parece que el gobierno como las
agencias de control japoneses son ineficaces. Por lo tanto, la empresa tokiota
había elaborado objetivos y cartas, pero no fueron logrados. Según sus
declaraciones, los esfuerzos de la empresa se enfocan en la seguridad de las
comunidades locales y su confianza. Según el párrafo introductorio de la carta
del grupo, “La misión de TEPCO es fomentar el dialogo y responder sinceramente
a las expectativas, así como ganar la confianza de más gente posible en lo que
atañe a [sus] actividades de negocios, o sea con los clientes, los miembros de
la comunidad”. La misión no fue lograda, mucho menos en lo que atañe a sus
objetivos. El primero de ellos es el “Respeto a la vida humana y a la
dignidad” o sea “dar la mayor prioridad a la seguridad con respecto a las
actividades de negocios”, según reza su portal web. Incluso, en su planes para
el 2020, TEPCO había previsto el reforzamiento de su política en contra de los
riesgos. Pensaba establecer un plan para anticipar los problemas dados a
terremotos, y desarrollar contramedidas en caso de “un accidente fatal”, entre
otras cosas. Quería también desarrollar sus tecnologías de mantenimiento de las
plantas y producir diagnósticos más eficaces. Claro que un imprevisto de la
naturaleza se les adelantó demasiado.
En las últimas décadas, TEPCO
fue acusada de disfuncionamientos y negligencias, fallos que a las autoridades
les costó comprobar. El gobierno no supo ver los numerosos informes
falsificados que le entregó la empresa.
En agosto de 2002 la Agencia
japonesa para la Seguridad Industrial y Nuclear (NISA) reveló que la firma disimulaba
informes de inspección y falsificaba documentos sobre serie de accidentes y
situaciones de emergencia. La revelación provocó la dimisión del gerente de
TEPCO de la época Nobuya Minami según informa el diario El País.
Le Monde precisa
unas cifras de la NISA: Entre 1978-2002, en las 10 compañías japonesas cuyo
principal grupo es TEPCO, fueron 97 los incidentes en centrales nucleares. Los
19 más críticos se escondieron a los poderes públicos. Una de las metas
del grupo (la tercera de su carta) es “la promoción de la transparencia en las
actividades de negocios” o sea el “uso de un vasto plan de comunicación con la
sociedad, [se dedican a] promover la más alta transparencia y apertura de sus
actividades de negocios. También [quieren fomentar] sanas y normales relaciones
con los sistemas políticos y administrativos”.
El periódico francés Libération precisa que en abril
del 2003 TEPCO tuvo que cerrar 17 de sus reactores por “razones de
seguridad”, entre otras por la presencia de grietas y escapes en los edificios
de las plantas nucleares.
El 16 de julio de 2007 un
terremoto (de una magnitud de 6.8 en la escala de Richter) sacudió la región de
Niigata, dañando así las centrales de Kashiwzaki Kariwa. El sismo reveló
fallos más graves y hondos en el funcionamiento de esta planta de TEPCO. Según
el Instituto de radio protección y seguridad nuclear francés, el reactor número
tres prendió fuego durante 90 minutos por falta de materiales de urgencia en el
lugar. Hubo que esperar a los bomberos locales para que se apagara el incendio.
También se denunció una falta de empleados en el sitio, lo que empeoró la
situación. Con las sacudidas del sismo, 400 barriles con residuos radioactivos
se cayeron en el suelo, decenas de ellos se abrieron y perdieron radiaciones
nocivas. Las piscinas de la planta desbordaron, virtiendo más de 1 300 litros
de agua contaminada en el mar. Contra toda previsión TEPCO minimizó los
daños.
El segundo día de ocurrido el
incidente del 2007 admitió que quienes diseñaron la planta no previeron
bastante solidez para resistir a un sismo de magnitud 6.8.
Además de la crítica
que hicieron los expertos de la AIEA sobre el retrasado aviso de TEPCO, El País señala que el gobierno de
entonces también estaba molestado por la actitud de la firma. Shinzo Abe, el
primer ministro de la época, declaró que “los
informes de TEPCO llegaron tarde. Les he recordado duramente que los informes
deben hacerse de forma rigurosa y a tiempo. Las plantas nucleares no pueden
operar sin la confianza del ciudadano. La rapidez a la hora de informar y la
transparencia en la información son necesarias para obtener esa confianza”.
La empresa desatendió las
medidas de seguridad básicas indispensables para manejar una fuente de energía
tan peligrosa como la nuclear. Tampoco hizo caso de las recomendaciones
externas. Un cable de Wikileaks revela que un observador internacional había
avisado Japón en 2008 durante la reunión de un grupo de “seguridad y sanidad”
del G8 en Tokio, del peligro de sus plantas nucleares. El observador avisó
que las centrales japonesas no podrían resistir un gran terremoto.
La crisis nuclear que aún
trastorna a Japón no es sólo un Genpatsu-Shinsai, sino que más bien el
producto del descuido de los dirigentes. Culpa de las autoridades de
regulaciones que no hicieron bien su trabajo y culpa de las negligencias de una
empresa neoliberal como hay tantas por el mundo.
Fuente: El Ciudadano
No hay comentarios:
Publicar un comentario