jueves, 8 de noviembre de 2012

Japón: Lecciones nucleares

El enorme complejo nuclear de Kashiwazaki ubicado en Japón

Por: Raúl Sohr *
CHILE  30 DE JULIO DE 2009
Hace dos años un terremoto sacudió Japón. El 16 de julio de 2007 producto de las sacudidas, que alcanzaron una magnitud de 6,8 grados en la escala Richter, se cerró, en forma automática, el complejo nuclear de Kashiwazaki, el más grande del mundo. Allí operan siete reactores nucleares que producen 12 por ciento del fluido eléctrico que alimenta a Tokio. Esto es más de la mitad de toda la energía eléctrica producida en Chile. El presidente de la empresa Tokyo Electric Power Company (TEPCO), operadora de la planta, admitió que: “La magnitud del temblor estaba más allá de nuestras expectativas”. Ello en circunstancias que las centrales deberían estar en condiciones de soportar movimientos telúricos de hasta 8,5 grados.
Las previsiones iniciales hablaron de una paralización de un año. Cortos se quedaron los técnicos pues recién, este mes, ha comenzado a funcionar el primero de los reactores, que en la secuencia de la planta es el séptimo. Por 24 meses la enorme inversión ha estado sin producir mientras se realizan reparaciones. Las pérdidas para Tepco son colosales y se estima que alcanzaron a los 5,6 mil millones de dólares solo para 2007. Por fortuna ninguno de los reactores resultó dañado pero las obras de refuerzo son de gran envergadura.
Las tentaciones empresariales ignoran el riesgo
La mayor planta nuclear del mundo está construida a solo 15 kilómetros de una falla tectónica. Ello, claro, ha causado una seria pérdida de confianza de los nipones en sus autoridades. La Corte Suprema en Tokio, basándose en estudios del Instituto Nacional Avanzado de Ciencia Industrial y Tecnología, rechazó las denuncias de organizaciones ciudadanas que reclamaban que el terreno era inadecuado para instalar reactores.
No hay falla y no hay nada que pueda causar un terremoto”, dictaminó la corte. Ultimas palabras famosas, como se suele decir. En algunos casos es más económico cerrar una planta antes que repararla. Los japoneses saben de esto pues las centrales nucleares de Hamaoka, próximas a Tokai, deben estar preparadas para terremotos de grado 8,5. Esto obligó a cerrar un par de reactores en 2001 y 2004. Elevar el estándar de seguridad de las unidades tenía un costo de 3,3 mil millones de dólares. La empresa prefirió aceptar una pérdida inmediata de 1,7 mil millones de dólares e inhabilitar, en forma definitiva, el par de reactores.
Cuando se trata de estas magnitudes de dinero las tentaciones empresariales para falsear los datos, y presentar por seguro lo que no lo es, es manifiesta. En 2003, 17 plantas de la Tepco, la misma que opera Kashiwazaki, debieron cerrar cuando se descubrió que los informes de seguridad fueron falsificados. En Alemania, un par de semanas antes del terremoto que cerró Kashiwazaki, en la planta de Krümmel, cercana a Hamburgo, se incendió un transformador que afectó al reactor y obligó a sacarlo de servicio. Incluso una segunda planta nuclear en Brunsbüttel debió cerrar, a su vez, debido a un cortocircuito que se cree fue causado por las bajas de voltaje ocasionadas por el incendio.

Como es habitual la empresa responsable de la central de Krümmel no informó sobre la verdadera magnitud del incidente. En todo caso el reactor fue sometido a reparaciones que costaron 420 millones de dólares a sus operadores, la empresa sueca Vattenfall. Luego de dos años inactivo reabrió para volver a cerrar el 4 de julio por un nuevo cortocircuito en un transformador. El incidente ha reabierto el debate en Alemania sobre la urgencia de abandonar cuanto antes la energía nuclear.
Problemas del secretismo
El uranio enriquecido que genera la energía nuclear no es una materia prima ordinaria. Se trata de la materia más tóxica del planeta y tarda milenios en perder su letalidad. De allí que la transparencia y honestidad debieran ser proporcionales a la amenaza potencial que representa. Pero ocurre todo lo contrario pues la industria de energía atómica, quizá por sus orígenes militares, tiene el vicio congénito del secretismo y la desinformación.
De Alemania a Ucrania, de Japón a Estados Unidos, empresas, gubernamentales y privadas, ocultan la gravedad de los accidentes. Lo ocurrido en Kashiwazaki prueba que Japón no ha podido administrar con efectividad sus plantas. Esto en un país que tiene la más alta reputación en materia de seguridad y rigurosidad industrial.
Es legítimo preguntarse que pasaría en países latinoamericanos si se descubren fallas en una central. ¿Los operadores que habrán invertido miles de millones de dólares estarán dispuestos a paralizar actividades? ¿Invertirán lo que sea necesario para alcanzar los debidos estándares de seguridad? ¿Qué harían si descubren que los montos tornan deficitaria la inversión? ¿Simplemente darían por perdido el reactor y absorberán la pérdida como tuvieron que hacerlo en Japón?
Estas son algunas de las interrogantes que deben responder los partidarios de introducir la energía núcleo eléctrica la región. En lo que toca al tema sísmico hay un antes y un después de Kashiwazaki. Nadie, seriamente, puede eludir lo ocurrido en la mega central nipona que todavía no tiene fecha para volver a su plena actividad.
* Periodista y Analista internacional de Chilevisión.

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