martes, 20 de noviembre de 2012

¿Arte o Tortura?



Por: Clara Bosch *
BARCELONA • 19 DE DICIEMBRE DE 2009
El Parlamento catalán ha aceptado a trámite la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para que se prohíban las corridas de toros en Catalunya, y ha tumbado las enmiendas a la totalidad que se habían presentado al respecto. La ILP fue aceptada después de que la plataforma Prou! (¡Basta!) presentara 180.000 firmas. 
Aunque coincidía con los que afirman que la sociedad tiene problemas más graves que el de decidir sobre el futuro del toreo, no puedo menos que constatar que la tauromaquia despierta un interés que no deja de sorprenderme. Buena prueba de ello es la citada ILP –180.000 firmas no son moco de pavo–, la oleada de crispación que se ha despertado entre los defensores de la Fiesta, la presencia de sendos medios de comunicación internacionales en el Parlament, o simplemente el hecho de que el voto de los diputados catalanes fuera secreto. Por lo tanto, pese a que a nos sorprenda, el toreo interesa y mucho, haya o no haya crisis.  Así que, una vez descartado el argumento de que éste debate no importa a la sociedad, vayamos al meollo de la cuestión. 
Desde el respeto más profundo hacia los anti y los pro, tengo que decir que éste debate me genera un quebradero de cabeza. Por un lado, el hecho de no ser aficionada al toreo, me permite juzgarlo con objetividad, y en este sentido es cuándo coincido plenamente con los argumentos pro abolicionistas.
Nadie puede negar que el toro sufre en la plaza. Evidentemente no sufre como una persona, pero eso no significa que no sufra o no pueda sentir dolor. Me cuesta entender qué grandeza y qué placer se pueden encontrar en ver sufrir a un ser vivo, aunque plásticamente pueda resultar efectivo. Además, también coincido con el argumento de que la llamada "fiesta nacional" representa un anacronismo que no encaja con los nuevos valores de la sociedad del siglo XXI. A mi modo de ver, el conflicto con la tauromaquia, si bien es cierto que tiene su epicentro en la comunidad catalana, no se debe meter en el saco del eterno Catalunya versus España. 
Estar a favor o en contra del toreo no te hace más o menos español, igual que tampoco lo hace que te guste la paella o que bailes sevillanas. Aquí se está tratando una sensibilidad de diferente índole, que va más allá del origen geográfico de cada uno. Estoy segura de que hay sevillanos a los que les repugnan los toros y en cambio alemanes que se emocionan cuando tienen la oportunidad de asistir a la plaza.  Eso sí, la tauromaquia en Cataluña nunca ha sido extremadamente popular, y cada día que pasa pierde más adeptos. Muchas de las plazas han sido derruidas hasta el punto de que sólo sigue activa la Monumental de Barcelona, y con un descenso de asistencia, que sólo sube cuando viene a torear José Tomás, ante un público que en buena parte no es catalán. La realidad es ésta, le pese a quién le pese.
Finalmente, respondiendo a los defensores del “prohibido prohibir”, creo que eso es demagogia. Hay millones de cosas que están prohibidas en nuestra sociedad, y así debe de ser. Ahora bien, una vez dicho todo esto y racionalizado el asunto, voy a intentar ponerme en la piel de los amantes de la Fiesta. 
El principal y casi único argumento que esgrimen los defensores de la tauromaquia, es que es una tradición y una forma artística ancestral que no debe prohibirse. En parte, coincido con ellos en el carácter tradicional de la fiesta taurina, pero también es una tradición de un pueblo cercano al mío tirar una cabra del campanario en fiestas, y a mí me parece que lo mejor que ha podido pasar es que se prohíba semejante barbarie. 
Y entonces, os preguntaréis, ¿por qué dices que no lo tienes claro, si todos tus argumentos defienden la prohibición del toreo en Catalunya? Pues porque creo que hay algo que los defensores de la tauromaquia no pueden explicar con palabras, ni utilizar como argumento, que es el sentimiento. He sido testigo de primera mano de la pasión que sienten algunas personas por el mundo del toro y, aunque yo no la comparto, sí que entiendo su frustración ante la ILP presentada. Es como si yo, que no soy especialmente futbolera, y me parece execrable y vergonzoso todo lo que rodea al mundo del fútbol –sueldos astronómicos, chavales endiosados, violencia, y sobretodo negocio puro y duro– decidiera presentar una IPL para prohibirlo, o como mínimo para obligar a que se realizaran ciertos cambios en ese mundillo. Seguro que un montón de seguidores del deporte rey se me echarían al cuello. Pues yo creo que es parecido a lo que sucede con el toreo. 
Pero aunque pueda hacer el esfuerzo de intentar simpatizar con la causa taurina, el hecho es que en el fútbol no se daña a un animal como espectáculo. Y sólo por eso, y a pesar de comprender que los sentimientos son inexplicables e ingobernables, considero que el toreo, o da un giro de 360º –menos violencia, como el ejemplo portugués–, o está condenado a la extinción, ya sea por ley, o de manera natural.
* Licenciada en Ciencias Políticas
Fuente: El Plural

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