miércoles, 28 de noviembre de 2012

Se apaga el olé en las corridas de toros



Por: Malvina E. Bush
MIAMI    3 DE MARZO DE 2012
Un regalo inesperado de un adorno de cerámica mostrando un matador, capa en mano, frente a un toro con el lomo clavado por arpones de coloridas banderillas, me trajo de nuevo a la realidad lo que se considera, indiscutiblemente, el deporte más cruel del mundo: las corridas de toros, uno de los espectáculos más bárbaros, de tradición oscurantista medieval, que aún se ofrecen para placer y entretenimiento de quienes disfrutan viendo la tortura, el desgarramiento, la sangre, y finalmente la muerte de un animal.
Todos los años más de 200,000 toros son sacrificados en Europa y América Latina, informa Humane Society International, una de varias organizaciones contra la crueldad animal que monitorea estas actividades. Aunque las corridas de toros son ilegales en muchos países, otros como Portugal, España y Francia están al frente de esta práctica en Europa, cuyo récord es de unos 50,000 toros todos los años. México, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Perú y Ecuador son los países americanos donde el toreo se practica oficialmente (o extraoficialmente) con regularidad, como si fuera un juego de fútbol o de béisbol. Por lo general, hasta seis toros son masacrados en cada corrida, en lo que en España llaman “el arte de la tauromaquia”.
Explican los que conocen que en el “show” participan varios actores aparte del matador, cada uno con sus instrumentos de tortura. El picador va montado a caballo y utiliza una vara larga con una cuchilla acerada (puya) en la punta que entierra repetidas veces en el cuello del animal, desgarrando sus tejidos con el objetivo de probar su bravura, detectar sus características y evitar que el animal embista levantando la cabeza. 
En esta primera parte el animal se va debilitando física y mentalmente. Luego están los banderilleros, cuya función, al igual que el toreador, es enterrar varios arpones abanderillados con cintas de colores en el cuerpo del toro, que se va cansando y agotando por las heridas anteriores y el cuerpo atravesado de arpones. Finalmente se usa otro instrumento, una especie de espada pequeña llamada descabello, con la que se acuchilla al toro cerca de las cervicales. El golpe de gracia a veces falla y aunque el toro cae, continúa vivo, agonizando, hasta que lo arrastran hacia el corral donde, si no lo liquidaron antes, espera ir al matadero.
Desde hace años la mayoría de la población española (72%, de acuerdo con un sondeo de Gallup en el 2006) se opone o no tiene interés en las corridas de toros. El pasado octubre, tras larga lucha, se prohibieron en toda la comunidad autónoma española de Cataluña, incluida Barcelona, y en otras ciudades de España como Calonge, Tossa de Mar, y muchas otras. En Colombia (Bogotá, Medellín, Cali) a principios de febrero hubo manifestaciones pidiendo la abolición de la tauromaquia.
El espectáculo continúa a pesar de la oposición y se mantiene debido a los poderosos lobbies que lo apoyan. Estos cabildeos mantienen este sangriento negocio por sus ganancias a costa del dolor y el tormento del hermoso animal. La industria taurina recibe amplio apoyo económico de turistas que insospechada o inconscientemente acuden al ruedo para lo que se anuncia como la excitante y tradicional fiesta brava y se encuentran con un espectáculo sangriento que se vende como cultura. El mejor ejemplo es el de las corridas en Cancún, México, donde se reporta que el 90 por ciento de los espectadores son turistas de EEUU, Canadá y Europa. Pero un apoyo mayor proviene de los subsidios gubernamentales a la industria taurina principalmente en México, España y Colombia.
En un artículo del 14 de febrero, el diario USA Today reporta que el negocio se mantiene por el apoyo que recibe de los gobiernos locales y nacionales, especialmente en España, donde “el gobierno se alinea con los intereses taurinos… a pesar de que la mayor parte de los españoles se opone al subsidio gubernamental del espectáculo”. A esto se añade el respaldo de empresas financieras que promueven las corridas como algo cultural, chic, mundano. Pero uno no tiene que ir a las corridas de toros para experimentar la cultura de un país. Hay cosas mucho más importante que ver y disfrutar. La cultura no es tortura, como dice la organización antitaurina española del mismo nombre.
Fuente: El Nuevo Herald
(link no disponible)

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