Por:
Enrique Chaux
Doctor en Educación de la Universidad de
Harvard.
Profesor Asociado en el Departamento de Sicología
de la Universidad de los Andes.
COLOMBIA • 30 DE ENERO DE 2007
Pasamos caminando con nuestra hija de 3 años al lado
de la plaza de toros. Ella preguntó que qué pasaba allí porque había mucha
gente y mucha bulla. Le dijimos que estaban en corrida de toros. Al preguntar
que qué era eso, le dijimos que allí había unos toros a los que estaban
tratando mal. Se quedó en silencio. Luego se oyeron unos aplausos y nos dijo
emocionada: “¿Aplauden porque ya dejaron de tratar mal a los toros?”.
Creo que el sentimiento más claro que sentí fue
vergüenza. Vergüenza de especie porque nosotros, como seres humanos, seguimos
maltratando a otros animales simplemente por nuestra diversión. Y vergüenza por
la sociedad que, como padre, le tengo que presentar a mis hijas. ¿Cómo se
siguen permitiendo estas prácticas en sociedades que, como la nuestra, quieren
llegar a llamarse civilizadas? ¿Y cómo es posible que personas inteligentes,
informadas y comprometidas socialmente participen en esto?
¿Cómo entender estas contradicciones? Creo que la
respuesta la tiene Albert Bandura, de la Universidad de Stanford, quizá el
sicólogo más importante de los últimos 40 años. Bandura propuso que los actos
más inhumanos venían siempre acompañados de autojustificaciones que se cree
cada persona para lavar su conciencia. Estas autojustificaciones le permiten a
la persona sentirse moral a pesar de continuar haciendo algo que en el fondo
sabe que es inmoral.
Entre los seguidores de la tauromaquia son comunes
varias autojustificaciones:
1) No es tan grave,
hay cosas peores. Esta es quizá la autojustificación que he
visto más usada. Sí, claro, hay cosas peores y en nuestro país conocemos de
cerca muchas de ellas. Pero es el mismo argumento que usa el corrupto cuando
afirma que lo que robó no es nada en comparación con todo lo que se roba en
este país. Pensar que hay gente que hace cosas peores es muy útil para calmar
la conciencia.
2) Antes que
preocuparse por el maltrato a los toros hay que preocuparse por el maltrato a
los humanos. De acuerdo, hay que preocuparse (y mucho) por
el maltrato a los humanos. Pero una preocupación no reemplaza la otra. El
maltrato es reprochable sea quien sea que lo sufra.
3) Los toros no
sufren como nosotros. Esta es una autojustificación basada en la
ignorancia. Las vías neuronales a través de las cuales se transmite la
percepción del dolor son prácticamente idénticas en todos los mamíferos,
incluyéndonos claro está. Obviamente es más cómodo pensar que somos diferentes.
4) Es un
enfrentamiento entre iguales. Esta
autojustificación busca implantarle un elemento de justicia a una práctica
claramente injusta. El desbalance de poder es evidente. Basta con analizar una
estadística sencilla: número de toreros muertos vs. número de toros muertos.
5) Es una práctica
cultural y artística. Esta es una autojustificación muy usual en la
población en general y en especial entre los intelectuales. Pues sí, tal vez
hay elementos de nuestro legado cultural y artístico allí, o por lo menos del
legado español. Pero ninguna expresión artística, ni ningún legado cultural
puede servir de justificación de maltrato. Creo que nadie sensato aceptaría hoy
en día una obra de arte que implique tortura a un ser humano, por más creativa
que sea la obra. Tampoco podemos aceptarla si es contra un ser que siente tanto
como nosotros.
6) Si come carne, no
tiene derecho a protestar. Esta autojustificación
busca desviar la atención y desplazarle la responsabilidad a quien cuestiona.
Es, de nuevo, equivalente al corrupto que se lava las manos diciendo: “ah, pero
¿quién no ha robado alguna vez en su vida?”.
7) Es una forma de
desahogar nuestra violencia natural. Esta
autojustificación está basada en un supuesto errado sobre los comportamientos
violentos. El supuesto es que la tendencia a actuar de manera violenta
disminuye después de observar o participar en actos violentos. El mismo Bandura
demostró por medio de experimentos rigurosos que ocurre justo lo contrario.
8) Se evita la
extinción de la especie. Con esta
autojustificación, quienes apoyan la tauromaquia buscan quedar ante sí mismos y
ante los demás como defensores de la naturaleza. Es como si tuviéramos que
estar agradecidos por el bien que le hacen a los toros de lidia. Obviamente, la
defensa de los animales no debe ocurrir por medio del sufrimiento de los
animales.
9) Igual, iban a
morir. En el fondo, esta autojustificación está
diciendo: dado que van a morir, es mejor que mueran de una manera divertida
para mí. El punto ético es si la forma de morir es igual de divertida para el
toro como lo es para el espectador. Indudablemente no lo es.
Seguramente hay más autojustificaciones que quien
apoya la tauromaquia en últimas se inventa para no sentirse mala persona.
Claro, a nadie le gusta sentirse mala persona. La mente es muy hábil para
inventarse excusas que le permitan evadir el sentimiento de culpa. El punto no
es que quienes apoyan las corridas asistiendo a ellas (o patrocinándolas) sean
malas personas. El punto es que ponen su diversión (o las ganancias) por encima
del maltrato que las corridas generan en los toros. Y si en algún momento
llegan a sentir algo de culpa (por ejemplo, por la pregunta que les hace un
niño), rápidamente sacan a relucir sus autojustificaciones, y ya… Quedan
tranquilos y siguen con la diversión (o con las ganancias).
El primer paso para romper con estas
autojustificaciones es reconocérselas, darse cuenta de cómo uno se traga sus
propios cuentos con fines egoístas. El siguiente paso es sentirse bien con uno
mismo por sus acciones, no por los autoengaños. Es decir, dejar de asistir (si
asisten), dejar de apoyarlas (si son patrocinadores) y dejar la pasividad (si
no hacen nada para frenarlas). Sólo así podremos acabar con otro de los
maltratos que nos quedan. Y sólo por nuestras acciones tenemos derecho a
sentirnos bien con nosotros mismos.
Espero poder en algún momento, no muy lejano,
decirle a mi hija: los aplausos que escuchas son realmente porque dejaron de
maltratar a los toros. echaux@uniandes.edu.co
Fuente: Revista
Semana
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