miércoles, 24 de octubre de 2012

Impera crueldad contra delfines cautivos, documentan expertas



Reportaje por: Mariana Norandi

MÉXICO  |  27 DE AGOSTO DE 2007
Las instalaciones en que se exhiben delfines son mostradas como sitios de diversión y, en años recientes, a los espectáculos que presentan se ha sumado una oferta más “exótica”, “elitista” y “civilizada”, consistente en el nado con los cetáceos; sin embargo, cuando cae el telón, la fiesta se torna crueldad: los animales sólo vuelven a comer cuando regresan a “trabajar” y surge esa otra cara de un sistema de explotación, tortura e ilegalidad que esconde el comercio con esos mamíferos y con lobos marinos, documentan expertas en un libro.
Aunque existen personas que creen que en esos sitios pueden encontrar soluciones terapéuticas a ciertos problemas sicológicos, como el autismo, las supuestas bondades de la delfinoterapia no han sido avaladas por la Secretaría de Salud, advierten. Las condiciones a que están sometidos esos animales en cautiverio son descritas en el libro Delfinarios,de Laura Rojas y Yolanda Alaniz, presidenta y vicepresidenta de la organización civil Conservación de Mamíferos Marinos de México. El volumen es producto de siete años de investigación “tras bambalinas” en los 24 delfinarios que existen en el país.
Las investigadoras reportaron 270 delfines en cautiverio, pero, según explica Laura Rojas, es muy difícil saber el número exacto, porque constantemente los cetáceos son enviados a distintas instalaciones.Lo que sí han podido comprobar son las condiciones en que se encuentran y el maltrato físico al que son sometidos. Laura Rojas, quien considera “esclavitud” la situación de los delfines cautivos en México, afirma que padecen enfermedades que no sufrirían si estuvieran en libertad, las cuales no son reportadas por los empresarios.
Comunes, ceguera y quemaduras
“Si no hacen los ejercicios no les dan de comer, por lo que hay hambre y sufrimiento. Las albercas tienen exceso de cloro y poca sal, por lo que es común la ceguera, así como quemaduras en la piel y ámpulas. “En nuestro informe de morbilidad descubrimos que los delfines se la pasan enfermos de neumoníagastritis úlceras; además algunos han muerto por comer objetos extraños, como balones o bolsas de dulces. “Incluso reportamos una delfina que había muerto por comer un kilo 800 gramos de hojas de árbol y una bola de mecate. Eso los empresarios no lo reportan, o mienten a las autoridades, argumentando que murieron de vejez.
“En mar abierto, los delfines nadan 150 kilómetros diarios a profundidades hasta de 100 kilómetros. En la alberca, solamente unos 25 metros, lo cual también les genera mucho estrés.” La especialista en mamíferos marinos expresa que la Ley General de Vida Silvestre prohíbe capturar, exportar, importar y rexportar mamíferos marinos, pero incluye la excepción “para fines científicos”, con lo cual, “hecha la norma, hecha la trampa” y se capturan bajo este argumento.

Por otro lado, abunda, la norma no obliga a los empresarios a reportar los nacimientos, con lo cual tampoco se da seguimiento a los ejemplares alumbrados en los delfinarios. “Es una normativa hecha a medida de las empresas de los delfinarios y no de las necesidades fisiológicas y biológicas de los delfines.” Según Rojas, el delfinario es un negocio que genera ganancias millonarias y, por lo tanto, está muy lejos de desaparecer. Comenta que los espectáculos con esos mamíferos ya no son muy rentables, porque el verdadero negocio proviene del nado con ellos y la delfinoterapia.
“Un boleto en el delfinario, como el del zoológico de San Juan de Aragón, puede costar 30 pesos, pero uno para el nado con delfines cuesta entre mil 800 y 2 mil pesos. Aunque la norma dice que con cada delfín pueden nadar cuatro personas, en la práctica lo hacen hasta 15. “A cuatro sesiones por día de 40 minutos, la ganancia es enorme. En el caso de la definoterapia, 12 sesiones cuestan unos 15 mil pesos, y para colmo, no es avalada por la Secretaría de Salud, que no la considera una terapia, sino algo ‘alternativo’. En su lugar, los permisos los da la Secretaría de Medio Ambiente, cuando no es su competencia. “Para realizar esas terapias, los delfines tienen que estar mucho tiempo quietos; si no, tampoco les dan de comer.” Los delfines, asevera Rojas, son muy inteligentes. Se reconocen en un espejo, se ponen nombres entre ellos con distintos sonidos, sueñan, tienen sistemas de ayuda entre sus congéneres y reconocen el dolor y la muerte. Por lo tanto, añade, “no son animales inferiores a los humanos, sino diferentes”.
La especialista hizo un llamado a las autoridades para que hagan aplicar la norma, la cual, abundó, debe ser restructurada. También considera que se deben destinar mayores recursos a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente para contratar más vigilantes en las costas y, sobre todo, fomentar mayor educación ambiental en contra del cautiverio, “porque no puede ser que se promueva la diversión de los niños a costa del sufrimiento de los animales”.
 Fuente: La Jornada

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