lunes, 22 de octubre de 2012

La cara oculta de los delfinarios



Por Michelle Carles de Obarrio
"Ningún acuario, ningún estanque en algún parque marino, sin importar su tamaño,
puede reproducir las condiciones del mar. Y ningún delfín que en ellos habite
puede ser considerado normal. Por lo tanto, las observaciones extraídas
al observar el comportamiento de ellos, conducirán frecuentemente al error
al aplicarse a los delfines en general".
Jacques- Yves Cousteau
PANAMÁ   14 DE MARZO DE 2007
Los delfines son animales maravillosos; despiertan en nosotros una fascinación comprensible. Son hermosos, graciosos, adorables, inteligentes y nobles. Al pensar en un delfín casi automáticamente pensamos en un ser feliz y libre. Muchos de ustedes  habrán visitado parques acuáticos donde los delfines hacen trucos siguiendo instrucciones de un entrenador que les ordena a pasar por el centro de un aro, a brincar altísimo para alcanzar una sardina, a bailar al son de la música, a pasear a la chica linda que se agarra de su aleta … y después de unos 20 minutos de  show y  terminada la soda y los Doritos, regresamos a nuestros hogares sin conocer la cara oculta de los delfinarios, la verdad sobre la triste vida del delfín cautivo.
Yo pensaba que los delfines entrenados en los parques acuáticos nacían cautivos en estos parques, pero la realidad es que la gran mayoría de los delfines que vemos en los delfinarios son capturados en  el mar, separados de sus manadas y privados de su libertad y condenados a vivir en cautiverio. Cada año se capturan más de 250 mil delfines para exhibirlos en espectáculos o apresarlos en delfinarios. Quedé horrorizada al ver un video que demuestra cómo se realizan estas capturas. Los sistemas que se utilizan son realmente abominables; los atrapan con redes o con pinzas que sujetan su cola o su cabeza. Los captores literalmente irrumpen en las manadas de delfines y los atrapan sin reparar si separan a las madres de sus crías.
Un número considerable de los delfines capturados mueren por shock o trauma en el momento de la captura, muchos otros son lesionados. Luego sigue el proceso de selección de ejemplares, pues solo interesan los delfines jóvenes y saludables. Los delfines heridos o demasiado viejos son abandonados en el mar lejos de sus comunidades a una muerte casi segura. De los ejemplares que se capturan, se calcula que menos del 50% llegan vivos a su destino. Una vez cautivos, la adaptación a la vida en los delfinarios es complicada para los delfines. Estos animales están acostumbrados a nadar libremente y a gran velocidad. En su ambiente natural  un delfín nada  de 150 kilómetros a 180 kilómetros diarios. Al principio, los pobres delfines no comprenden que están encerrados en estanques y, al tratar de nadar libremente, muchas veces chocan a toda velocidad contra las paredes del estanque, lo cual les ocasiona una muerte instantánea o graves lesiones.
La adaptación a los sistemas de alimentación utilizados  en los delfinarios tampoco es fácil para un delfín cautivo.  Los delfines  acostumbran alimentarse de peces vivos. En las fases iniciales de cautiverio no comprenden que el pescado muerto que les tiran es alimento y, simplemente, no se lo comen, por lo que los cuidadores se ven obligados a alimentarles mediante tubos que llegan hasta sus estómagos hasta que se acostumbran a la nueva dieta. Su sistema de radar tampoco les funciona en cautiverio porque las ondas que envía este sistema rebotan contra las paredes del estanque, situación que les produce gran perturbación.
Otros problemas que afectan a los delfines cautivos: Los químicos utilizados para tratar las aguas de los estanques les irrita y lesiona su delicada piel; estos químicos en ocasiones les ocasionan incluso ceguera. El volumen de la música utilizada en los espectáculos les causa mucho estrés. Las jornadas de trabajo para el entrenamiento les resultan agotadoras, por lo que se debilitan y enferman fácilmente. Los entrenadores mantienen hambrientos a los delfines para lograr que aprendan los trucos más rápido.
Todos estos factores alteran el comportamiento de los delfines cautivos, quienes aun si logran sobrevivir pueden volverse depresivos y/o agresivos. Existen reportes de delfines que se han suicidado, dejando de respirar voluntariamente; existen casos de otros que se vuelven tan agresivos que han asesinado a sus instructores. Tristemente, más de la mitad de los delfines cautivos no logra sobrevivir el primer año de cautiverio. Es nuestro deber alzar la voz en defensa de los delfines y de su derecho a permanecer libres, en su estado natural. Les pido que se llenen de coraje y apoyen a las asociaciones ambientales como: Frente pro Defensa del Delfín, el Grupo Activista Ambiental y la Fundación Mar Viva, que nos están convocando para que solicitemos se prohíban los delfinarios en nuestro país.
Debemos ser solidarios con los delfines, que aun en su estado natural reconocen al ser humano como su amigo, mas no como su amo, y que por siglos han demostrado su capacidad de sentir empatía hacia nuestras dificultades, reaccionando voluntariamente para proteger e incluso salvar a humanos en situaciones de riesgo en alta mar. Es momento de pararnos firmes y no aceptar delfinarios en Panamá. Panamá debe mantener una postura vertical en materia de protección y defensa de los delfines. Nos encontramos en una coyuntura que nos brinda una oportunidad de hacer lo justo y correcto y a la vez dar buen ejemplo al resto de los países para que en un futuro dejen de existir los delfinarios en el resto del mundo.
* La autora es abogada
Fuente: La Prensa.com

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