martes, 23 de octubre de 2012

El Mono Bipolar



Por: Carlos Alberto Montaner
CUBA    20 DE MAYO DE 2007
La revista Time eligió las cien figuras más importantes del mundo actual. Esas clasificaciones son siempre arbitrarias, pero entre los científicos seleccionados había alguien que merecía estar ahí: Frans de Waal, un brillante primatólogo holandés radicado en Estados Unidos. De Waal se especializa en la conducta de chimpancés y de bonobos, los primates más cercanos a los seres humanos, con quienes compartimos el 95% del ADN y una gran parte de nuestro comportamiento, rasgos y gestos habituales.
Probablemente, hace unos seis millones de años las tres especies se separaron de un tronco común. Los humanos evolucionamos hacia lo que otro primatólogo, Desmond Morris, hace unas décadas llamara ”el mono desnudo”, es decir, sin pelo, pero los chimpancés y bonobos, aunque estos últimos eran algo más pequeños, continuaron pareciéndose entre ellos, al extremo de que no fue hasta 1929 cuando los expertos advirtieron que eran dos especies diferentes.
Pese a las características físicas que los asemejan, chimpancés y bonobos tienen comportamientos totalmente divergentes. Los chimpancés –no obstante lo que nos trataron de hacer creer Tarzán y Chita– son muy agresivos, imponen su jefatura a golpes y mordidas –utilizan ramas de árbol y piedras para herir o matar a sus víctimas–, asesinan y devoran a los chimpancés de otras comunidades que invaden su territorio, y los machos practican el infanticidio con las crías engendradas por otros monos para asegurar que su descendencia es la que prevalece. La jerarquía entre los chimpancés invariablemente la preside un feroz mono Alpha que dirige una especie de patriarcado animal que incluye el privilegio de la posesión sexual de varias hembras. Esa jerarquía se establece, mantiene y renueva en medio de un clima constante de intimidación y agresión contra los miembros de la manada.
Los bonobos son distintos. Entre los bonobos el pasatiempo favorito no es el enfrentamiento, sino el sexo. En lugar de intimidar, seducen. Las hembras, además, mandan. Como son más débiles, se asocian para someter a los machos. Rebajan las tensiones acoplándose sexualmente. Les llaman los ”monos hippies” porque hacen el amor y no la guerra, mientras se ayuntan de formas muy humanas. Se besan en la boca y usan la lengua. El french kiss muy bien pudiera llamarse beso bonobo. A veces intercambian comida por sexo. 
Las parejas copulan de frente por medio de la llamada ”postura del misionero”, el macho sobre la hembra. Todos practican frecuentemente diversas formas de bisexualismo. Cuando las hembras se encuentran y lo desean –algo que suele ocurrir porque tienen los genitales permanentemente hinchados y llamativos–, se trenzan en la posición del misionero para frotar sus genitales. Los machos hacen lo mismo. Las madres apaciguan a sus crías con frecuentes tocamientos. Practican el sexo oral con todos y entre todos. No son agresivos con los extraños. Como no existen machos dominantes y los vínculos sexuales son múltiples y constantes, todos cuidan amorosamente de las crías porque nadie está seguro de cuál es su descendencia.
Y es aquí donde entra De Waal. El holandés ha escrito un libro fascinante titulado "El mono que llevamos dentro". La tesis principal es que el mono humano, nosotros, somos una combinación del chimpancé y del bonobo. Lo más significativo no es si tenemos o no el cuerpo cubierto de pelos, sino nuestra bipolaridad. Tenemos rasgos de ambos animales. Podemos ser despiadados con los extraños, como son los chimpancés, pero también conocemos la ternura y la compasión, y usamos estratégicamente el sexo como una forma de manipulación. Los machos humanos pueden apetecer a todas las hembras, o al revés, pero nos congregamos en familias monógamas para salvar la paz social.
La especulación científica desatada por De Waal es riquísima. Si descendemos de un ancestral chimpa-bonobo todos los monos humanos tenemos una amplia combinación genética que abarca distintas proporciones. Hay seres en los que prevalece el bonobo y otros en los que es evidente la huella dominante del chimpancé. Algo de esto intuyó el psicoanálisis cuando planteó que los hombres tenían un lado femenino y las mujeres un componente varonil. Algo adivinaron los orientales cuando establecieron la dualidad ying-yang presente en la naturaleza. Tal vez es a eso a lo que se refieren quienes afirman que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, pese a que todos conocemos hombres venusinos y mujeres marcianas. No hay duda de que Charles Darwin sigue vivo. 
El debate no cesa.

Fuente: Firmas Press

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