EE UU | 20 DE ENERO DE 2009
Algunos
elefantes africanos que han perdido a un familiar como consecuencia de la caza
furtiva deciden vivir en soledad durante décadas en lugar de formar un nuevo
grupo social. Un equipo de científicos de la Universidad de Washington explica
hoy en la revista "Molecular Ecology"
que, a pesar de la prohibición del comercio del marfil hace 20 años, los
efectos de las matanzas de estos animales -primero legales y luego furtivas-
aún persisten. Los investigadores llegaron a esta conclusión tras observar a
más de cien grupos de elefantes del Parque Nacional Mikumi de Tanzania, donde
el 75 por ciento de los ejemplares de esta especie desapareció antes de 1989.
El equipo
estudió los efectos de la caza furtiva en el tamaño del grupo, en el parentesco
y en la creación de lazos afectivos sociales. Después, los compararon con la
información recogida en observaciones anteriores. Los elefantes africanos
tienen una larga vida, son extremadamente sociables y establecen una gran
integridad grupal durante su existencia: confían mucho en las matriarcas para
liderar los grupos y mantener a las familias unidas. Como los cazadores
buscaban los colmillos de marfil más largos, que solían tener las viejas
matriarcas, muchas hembras perdieron a sus madres y hermanas, tras lo cual
comenzaron una vida en soledad o en grupos inusualmente pequeños.
Los
investigadores, dirigidos por Kathleen Gobush, indican que la
reconstrucción social de una familia lleva mucho tiempo tras haber perdido a un
pariente, hasta decenas de años. Un tercio de las hembras estudiadas estaba
viviendo en soledad; sin embargo, algunos elefantes eligieron, tras la muerte
de un pariente, forjar nuevos lazos con individuos con los que no habían estado
relacionados anteriormente. Al principio, los científicos pensaron que unos
elefantes habían perdido a toda su familia mientras que otros afortunados aún
las mantenían. Pero luego descubrieron una divergencia en las pautas de
comportamiento: algunos animales habían creado lazos con hembras sin familia
con la que no estaban relacionados y otros prefirieron la vida solitaria.
El equipo
investigador desconoce cuánto pueden durar los efectos de la caza furtiva en el
árbol de familia del elefante africano pero lo que sí tiene claro es que los
trastornos causados tienen un coste sustancial para sus poblaciones y comportamientos.
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