Por: Pablo Pardo
WASHINGTON • 25 DE FEBRERO DE 2010
¿Recuerda alguien la encantadora película 'Liberad a
Willy'? ¿No era curioso que la orca—'Willy' en la película, 'Keiko' en la vida
real—tuviera la aleta dorsal doblada? Las orcas en libertad no tienen la aleta
dorsal—que puede llegar a medir dos metros en los machos, como 'Keiko'—doblada
casi nunca. Pero entre las orcas en cautividad eso es muy común, incluso entre
las hembras, que la tienen mucho más pequeña. Por poner un ejemplo, apenas el
1% de las orcas de la Columbia Británica, en Canadá, tienen colapsada la
aleta dorsal.
En los acuarios, sin embargo, entre el 60% y el 90%
de los machos sufren esa anomalía. Ésa es una diferencia entre las orcas
salvajes y las de los parques de atracciones. Hay otra más dramática: las orcas
salvajes no atacan a las personas. Esto ha quedado de manifiesto de
manera dramática en las islas Crozet, cerca de la Antártida, donde las orcas
salen del agua (igual que en Península Valdés, en Argentina) para comer focas.
Estos animales saben distinguir perfectamente cuándo se trata de una persona o
de un elefante marino, y sólo atacan a los segundos. El macho que el lunes asesinó
a su cuidadora, Tilikum, tiene la aleta tan doblada que en las fotos, parece
que no la tiene.
Hay más: una vez que ha pasado los primeros años de
vida, en los que su tasa de mortalidad es muy alta, una orca en libertad puede
vivir fácilmente hasta los 60 años. En cautividad, normalmente no llega a los
30, aunque su esperanza de vida está aumentando. Las orcas cautivas perecen
frecuentemente de neumonía, una enfermedad poco común entre sus congéneres
salvajes. Finalmente, las orcas cautivas paren más jóvenes que las salvajes, y
frecuentemente rechazan a sus crías. ¿Por qué, entonces, las orcas de los
acuarios presentan todas esas anormalidades? La respuesta es sencilla: por
estrés y por vivir en un medio ambiente totalmente ajeno al suyo. Las
autoridades estadounidenses creen que la aleta doblada es un signo de ansiedad,
falta de ejercicio o un tiempo excesivo en la superficie.
El problema es que no existe forma de recrear un
entorno natural. Y, para complicar las cosas, las orcas son animales con una
vida social enormemente compleja. Aún no está claro cuántas comunidades de
orcas hay en el mundo, ni tan siquiera si existen subespecies, pero sí se sabe
que al menos hay tres grandes grupos de estos cetáceos que tienen costumbres
diferentes, y, probablemente, 'hablan' 'dialectos' distintos y, por tanto, no
son capaces de comunicarse entre sí. En el Pacífico Norte, por ejemplo, se
ha determinado que hay orcas que viven cerca de la costa en grandes grupos,
tienen un 'lenguaje' amplio y se alimentan de peces. Otras viven en parejas,
mar adentro, y son muy silenciosas.
Finalmente, existe un tercer grupo que forma grandes
bancos y también reside en alta mar, del que apenas se sabe nada.
Aparentemente, los tres grupos se ignoran entre sí. Con semejantes diferencias
entre las orcas que viven en la misma zona, cabe pensar cómo puede formarse un
grupo estable con un animal capturado en Islandia, como Tilikum, con dos
hembras desconocidas. Ahora, Tilikum, el 'asesino', es un animal que no puede
vivir en cautiverio y tampoco salvaje, porque fue capturado cuando apenas tenía
dos años de edad. Su historia es una reflejo de los problemas de tener animales
inteligentes, sociables y agresivos como si fueran perros o gatos.
Fuente:
El
Mundo
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