COLOMBIA •
24 DE FEBRERO DE 2012
Una rata cambió la vida de Núria Querol. La había visto moverse en un
laboratorio de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde estudiaba
licenciatura en Biología, y en el que se hacían experimentos con roedores para
determinar los efectos del hambre en el organismo de estos animales y en su
metabolismo.
Inicialmente era una rata cualquiera en ese universo de la
investigaciónque intenta considerar a otras especies como modelos para resolver
los problemas humanos. Todo era aparentemente normal hasta que ella decidió
ponerle un nombre: Enriqueta. A partir de ese bautizo no oficial,su visión
sobre cómo se debía tratar a cualquier ser vivo cambió. "El nombre le dio
identidad a mi rata, comencé a verla como 'alguien' y no como 'algo'. Ya
no era un objeto para dominar, sino un ser con el que podía convivir". Nunca
pudo evitar que fuera ejecutada; dice que le faltó tiempo para convencer a su
profesor de que no guillotinara a Enriqueta, quien al fin y al cabo estuvo
condenada a muerte desde siempre. Pero ella fue el punto de partida de su
actual lucha.
Desde la muerte de esa mascota adoptiva, Querol, médica y
especialista en criminalística, se ha convertido con el paso del tiempo en una
de las luchadoras más importantes del mundo por la dignidad de las especies,
trabajo que la llevó a fundar el Observatorio de Violencia hacia los
Animales en España. Desde allí, ha defendido una teoría: existe una relación entre
la crueldad infantil de un sujeto hacia perros, gatos, aves e incluso insectos
y, la potencial violencia interpersonal en su adultez.
La sociedad ha tratado durante siglos a seres sintientes como toros o
gallos -con capacidad de experimentar dolor- como si fueran objetos creados
para nuestro uso. Los ha desnaturalizado en una especie de estrategia por
ahorrarse el sentimiento de culpa y evitar que alguien se cuestione la
moralidad de su relación con los humanos. Basada en esto, Querol explica que
la tendencia de muchos pequeños a maltratar animales es un factor de
riesgo para que se transformen en ciudadanos agresivos e, incluso,
abusadores sexuales.
Por supuesto, no es una regla de causa-efecto. Quien tolera el maltrato
animal no necesariamente será un criminal. Pero casi todos los criminales,
dice, han sido maltratadores de animales. Lo confirma un estudio que
efectuaron el FBI y la Universidad de Pensilvania en cárceles de Estados
Unidos, según el cual el 46 por ciento de los asesinos en serie reconoció haber
maltratado animales en su adolescencia.
"La crueldad que se le aplique a
un animal es como un factor de riesgo, algo así como fumar: no todos los que
tienen el vicio se enferman, pero otros sí. Maltratar entonces se vuelve como
ser adicto al cigarrillo: así como a algunos les da cáncer, quienes son
crueles con esos seres que llamamos inferiores se transforman, a veces, en
homicidas". Lo ha dicho desde el siglo XIII santo Tomas de Aquino:
"Siendo malvados hacia los animales, uno se acaba volviendo cruel hacia
los seres humanos". Por eso, esta científica y criminalista repite una
frase de Robert Ressler, ex-agente de Policía de Estados Unidos, para quien un
asesino en serie es "un niño que no aprendió que sacarle los ojos a un
cachorro estaba mal".
Pero ella va más lejos y explica que ese infante maltratador de animales
no nace. Es una reacción a estímulos sociales y familiares, cuyo
comportamiento se vuelve una señal de alerta. "Hemos comparado criminales
violentos con otros no violentos, y los primeros habían cometido muchos actos
de crueldad con los animales. Pero esos actos eran el resultado de
violencia intrafamiliar. Es decir, usaban las mascotas como reacción a la
violencia que recibían de sus padres. Incluso, es común ver cómo los menores
que le pegan a un perro también ejercen matoneo o bullying en sus
colegios".
Entonces, ¿qué es un torero? Lejos de estar influenciados por violencia o
de ser delincuentes potenciales, ella define a los matadores de toros como
víctimas de una cultura machista, de presiones sociales y de una masculinidad
mal entendida que se sustenta en el hecho de que el fuerte siempre 'debe
doblegar'. "En ellos se perpetúa el estereotipo del dominio sobre el
débil, unos valores que no pueden tener cabida. Es un amor mal entendido,
basado en una tendencia a la impulsividad y a la búsqueda de
sensaciones".
Al margen de la discusión sobre la tauromaquia, un tema cuya viabilidad
se seguirá analizando este año en el Congreso, según lo informó el senador
liberal Camilo Sánchez el pasado jueves, durante el IV Foro contra el Maltrato
Animal -el congresista hará otro intento por impulsar un referendo para
consultarle a la ciudadanía si está de acuerdo con espectáculos como las
corridas y las peleas de gallos o de perros-, Querol dice que, más que esos
festejos, que tienen sustento cultural, lo preocupante es la indiferencia de
muchos. "No pienses que no puedes hacer nada. Si alguien ve un animal que
está sufriendo, debe pensar que eso es como observar a un hombre sufriendo.
Tenemos la obligación moral de activar nuestra solidaridad. El hecho de no
intervenir te ubica en un bando en el que la indiferencia favorece al opresor,
no a la víctima".
Animales tienen carta
de derechos
Catorce artículos componen la Declaración Universal de los Derechos de
los Animales, que sin ser vinculante u obligatoria busca que los países la
reglamenten y la apliquen para protegerlos. Considera que todos los animales
nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia. Tienen
derecho al respeto, a los cuidados y a la protección del hombre. Y si es
necesaria su muerte, esta debe ser instantánea, indolora y no generadora de
angustia. Todo animal debe vivir libre, y toda privación de su libertad,
incluso aquella que tenga fines educativos, es contraria a sus
derechos. El abandono de un animal es un acto cruel y degradante. Y si
deben usarse para el trabajo, este tiene que ser limitado y razonable. Ningún
animal debe ser explotado para esparcimiento del hombre. Javier Silva Herrera. REDACCIÓN VIDA DE HOY
Fuente: El Tiempo
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