Por:
Josep-Maria Terricabras *
BARCELONA • 23 DE DICIEMBRE DE 2009
El Parlament de Catalunya ha aceptado a trámite la
iniciativa legislativa popular que pide la prohibición de las corridas de toros
en Catalunya. Me alegro. Hace tiempo que lo defiendo. Sé muy bien que no existe
unanimidad sobre este asunto, pero, precisamente por eso, conviene discutirlo.
Lo que en verdad me preocupa son algunos de los supuestos argumentos que oí
hace tiempo y que no oigo ahora de nuevo a favor de estas corridas.
Para empezar, vale la pena aclarar que no estoy en contra
de los toros, sino contra las corridas de toros. Ferrater Mora ya
criticó hace muchos años -y le costó reproches bastante viscerales- que se
quisiera argumentar a favor de las corridas diciendo que eran tradicionales,
espectaculares o que mostraban una particular conexión con el «homo hispanicus». Hay tradiciones
nefastas y espectáculos innobles. Por aquí no puede argumentarse. Lo que se
debería mostrar es que son una tradición y un espectáculo buenos. Y,
francamente, no creo que una sociedad democrática y sensible pueda aceptar como
bueno que se haga sufrir a un ser vivo con el objetivo de fomentar el gusto y
la alegría de otros.
Defenderlo, además, por el solo hecho de que sea una
tradición española o, dicen algunos, catalana, es de un nacionalismo peligroso
y rancio. Pero tengo amigos que no se atreven a prohibir las corridas de toros:
dicen que no hay que prohibir algo solo porque no te gusta -hombre, solo por
eso, no, claro- o piensan que los toros ya se acabarán por sí solos: ¿son
inocentes o nos tratan de ello a otros? Son amigos que no quieren intervenir,
ya ves, y que dicen que no hay que prohibir, sino legislar. Pero ¿se puede
legislar sin prohibir?
El problema de las corridas de toros no es si me gustan
o no, si están o no están de moda, si hace siglos que se realizan o si son
«bellas», sino si son un acto en el que humanos civilizados tratamos con crueldad
a un animal que sufre. Que esto hay que prohibirlo me parece obvio. Y que
se dan muchas otras agresiones en el mundo más importantes que esta, también.
Pero, cuando hay la oportunidad de eliminar al menos esta, debemos hacerlo.
Una menos.
* Filósofo
Fuente: El
Periódico.com
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