Por:
Clara Bosch *
BARCELONA • 19 DE DICIEMBRE DE 2009
El Parlamento catalán ha
aceptado a trámite la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para que se prohíban
las corridas de toros en Catalunya, y ha tumbado las enmiendas a la totalidad
que se habían presentado al respecto. La ILP fue aceptada después de que la
plataforma Prou! (¡Basta!) presentara 180.000 firmas.
Aunque coincidía con los
que afirman que la sociedad tiene problemas más graves que el de decidir sobre
el futuro del toreo, no puedo menos que constatar que la tauromaquia despierta
un interés que no deja de sorprenderme. Buena prueba de ello es la citada ILP –180.000 firmas no son moco de pavo–, la oleada de crispación que se ha
despertado entre los defensores de la Fiesta, la presencia de sendos medios de
comunicación internacionales en el Parlament, o simplemente el hecho de que el
voto de los diputados catalanes fuera secreto. Por lo tanto, pese a que a nos
sorprenda, el toreo interesa y mucho, haya o no haya crisis. Así que, una vez descartado el argumento de
que éste debate no importa a la sociedad, vayamos al meollo de la cuestión.
Desde el respeto más profundo hacia los anti y los pro, tengo que decir que
éste debate me genera un quebradero de cabeza. Por un lado, el hecho de no ser
aficionada al toreo, me permite juzgarlo con objetividad, y en este sentido es
cuándo coincido plenamente con los argumentos pro abolicionistas.
Nadie puede negar que el toro
sufre en la plaza. Evidentemente no sufre como una persona, pero eso no
significa que no sufra o no pueda sentir dolor. Me cuesta entender qué grandeza
y qué placer se pueden encontrar en ver sufrir a un ser vivo, aunque
plásticamente pueda resultar efectivo. Además, también coincido con el
argumento de que la llamada "fiesta nacional" representa un
anacronismo que no encaja con los nuevos valores de la sociedad del siglo XXI. A
mi modo de ver, el conflicto con la tauromaquia, si bien es cierto que tiene su
epicentro en la comunidad catalana, no se debe meter en el saco del eterno
Catalunya versus España.
Estar a favor o en contra del toreo no te hace más o
menos español, igual que tampoco lo hace que te guste la paella o que bailes
sevillanas. Aquí se está tratando una sensibilidad de diferente índole, que va
más allá del origen geográfico de cada uno. Estoy segura de que hay sevillanos
a los que les repugnan los toros y en cambio alemanes que se emocionan cuando
tienen la oportunidad de asistir a la plaza. Eso sí, la tauromaquia en Cataluña nunca ha
sido extremadamente popular, y cada día que pasa pierde más adeptos. Muchas de
las plazas han sido derruidas hasta el punto de que sólo sigue activa la
Monumental de Barcelona, y con un descenso de asistencia, que sólo sube cuando
viene a torear José Tomás, ante un público que en buena parte no es catalán. La
realidad es ésta, le pese a quién le pese.
Finalmente, respondiendo a los
defensores del “prohibido prohibir”, creo que eso es demagogia. Hay millones de
cosas que están prohibidas en nuestra sociedad, y así debe de ser. Ahora bien,
una vez dicho todo esto y racionalizado el asunto, voy a intentar ponerme en la
piel de los amantes de la Fiesta.
El principal y casi único argumento que
esgrimen los defensores de la tauromaquia, es que es una tradición y una forma
artística ancestral que no debe prohibirse. En parte, coincido con ellos en el
carácter tradicional de la fiesta taurina, pero también es una tradición de un
pueblo cercano al mío tirar una cabra del campanario en fiestas, y a mí me
parece que lo mejor que ha podido pasar es que se prohíba semejante barbarie.
Y
entonces, os preguntaréis, ¿por qué dices que no lo tienes claro, si todos tus
argumentos defienden la prohibición del toreo en Catalunya? Pues porque creo
que hay algo que los defensores de la tauromaquia no pueden explicar con
palabras, ni utilizar como argumento, que es el sentimiento. He sido testigo de
primera mano de la pasión que sienten algunas personas por el mundo del toro y,
aunque yo no la comparto, sí que entiendo su frustración ante la ILP
presentada. Es como si yo, que no soy especialmente futbolera, y me parece
execrable y vergonzoso todo lo que rodea al mundo del fútbol –sueldos
astronómicos, chavales endiosados, violencia, y sobretodo negocio puro y duro–
decidiera presentar una IPL para prohibirlo, o como mínimo para obligar a que
se realizaran ciertos cambios en ese mundillo. Seguro que un montón de
seguidores del deporte rey se me echarían al cuello. Pues yo creo que es
parecido a lo que sucede con el toreo.
Pero aunque pueda hacer el esfuerzo de
intentar simpatizar con la causa taurina, el hecho es que en el fútbol no se
daña a un animal como espectáculo. Y sólo por eso, y a pesar de comprender que
los sentimientos son inexplicables e ingobernables, considero que el toreo, o
da un giro de 360º –menos violencia, como el ejemplo portugués–, o está
condenado a la extinción, ya sea por ley, o de manera natural.
* Licenciada en
Ciencias Políticas
Fuente: El Plural
No hay comentarios:
Publicar un comentario