MADRID | 10 DE ENERO DE 2010
Durante 14.000 años, el ser humano ha domesticado
perros, una tarea en la que, por medios artificiales y de cría selectiva, ha
obtenido más de 400 razas diferentes. Cada una de ellas tiene un físico, un
color de pelo y un temperamento diferentes. Los criadores se han esforzado por
conseguir animales con unas características determinadas que satisfagan a sus
dueños. Algunos son más fuertes o más capaces para la caza, otros más
tranquilos, dóciles y cariñosos, ideales para tener en casa o jugar con los
niños. Se les ha intentado cambiar hasta el carácter.
Pero jugar a ser el Dios de los canes tiene sus
consecuencias, como lo demuestra un trabajo realizado por investigadores de la Universidad de Washington
en Seattle (Estados Unidos) y que publica la revista
Proceedings of the National
Academy of Sciences (PNAS). Los científicos, dirigidos por
Joshua Akey, han analizado los genomas de 275 perros (canis
lupus familiaris) domesticados que pertenecen a 10 razas en un intento de
identificar las alteraciones genéticas responsables de las características
específicas de estos animales. Los autores escanearon el registro genético de las
razas beagle, collie, terrier Jack Russel, Shar-Pei y el caniche, entre otras.
Y han determinado cómo el impacto de siglos de crianza selectiva ha influido en
el genoma completo de nuestro mejor amigo. ¡Hemos introducido cambios!
Los autores descubrieron 155
localizaciones genéticas distintas con evidencias de manipulación en la cría y
sugieren cómo han influido en el tamaño del cuerpo o el color de cada raza.
Así, por ejemplo, los investigadores sugieren que las versiones diferentes del
gen HAS2 podrían dotar al popular Shar-Pei de su distintiva piel suave o
arrugada. Entender cómo los genes de los perros han sido afectados por la
selección artificial puede ayudarnos a comprender mejor cómo los humanos se
vieron influidos por la selección natural.
Fuente:
ABC
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