Por: María Antonieta Collins
MÉXICO • 26 DE FEBRERO DE 2010
Desde Orlando.
El mundo marino de las ballenas
asesinas está de luto y cerrado luego de la muerte de Dawn Brancheau una
de las entrenadoras con más experiencia en estos depredadores conocidos como
orcas asesinas a manos de uno de sus animales favoritos: Tilikum, una ballena
con quien ella había trabajado durante años.
Las circunstancias más que
repetidas por todo el mundo alrededor de la muerte de la entrenadora, han
llevado al intenso cuestionamiento de lo que sucede con los animales en los parques
de diversiones. Las voces de los activistas en contra de su explotación han
levantado conciencias, como la de Russ Rector, entrenador convertido en
defensor de la vida salvaje y quien hace tres años, de acuerdo al diario "Miami Herald" había enviado una
carta al parque acuático donde Tilikum vive, advirtiéndole del abuso contra
este. Rector les decía claramente que la ballena macho era mantenida en
un régimen de abuso, haciéndole trabajar en los shows durante largos periodos.
"A Tilikum lo mantienen ahí principalmente porque es un semental. La presión y el stress exigiéndole perfección en sus presentaciones hacen que el animal pague un precio, hoy con graves consecuencias, pero los animales felices no matan a sus entrenadores".
Las palabras de Rector hoy
cobran un gran significado, especialmente cuando se buscan respuestas a lo
sucedido, que si fue un error, que si la ballena ya había cobrado dos vidas
antes, en 1991 y en 1999. La realidad es más sencilla de entender: un animal de
esas características y dimensiones no puede vivir confinado en un estanque
permanentemente. En su hábitat natural pasan todo el tiempo nadando cientos de
millas mientras se procuran su comida en el océano o simplemente juegan. Cuando
las ballenas quieren tener compañía la buscan, pero no están obligadas a tener
una relación, en este caso con el público que va a verlas, ni pueden ser
sometidas a entrenamientos para reafirmar lo aprendido, como sucede a los
animales en cautiverio. Paúl Watson, miembro de un grupo canadiense para preservar la vida marina recuerda
haber tenido contacto cercano con Tilikum:
"Estuve en su estanque cuando lo teníamos en Canadá alrededor de 1980, antes de que cerraran el parque donde vivía antes de ir a Orlando. Pude acariciarlo, incluso puse mi mano en su boca. Aquel inmenso animal se me acercó y jamás voy a olvidar sus ojos que reflejaban resignación y tristeza y aquel parque acuático tenía una inmensa superficie en el mar. De entonces a ahora Tilikum por lo menos tiene confinado en un estanque más de veinte años"
En medio de tantos que
únicamente entienden el punto de vista de la triste y lamentable muerte
producida por la ballena, me preocupaba la resolución que tomarían las
autoridades del parque donde vive la orca, pero respiré al saber que decidieron
no sacrificar a Tilikum. De haberlo hecho la injusticia hubiera sido doble.
Aunque tengo un mal sabor en la boca.
Alguien tiene que hacer saber a
quienes comercian con estos animales, que su hábitat es nadar en libertad no
prisioneros en piscinas y reducidos a un show, y sobre todo, que nadie puede
ignorar que sin importar cuánto entrenamiento reciban su naturaleza no puede
ser cambiada. Como a los tigres, osos y leones, a las ballenas pueden
controlarles de cierta forma sus instintos... hasta un cierto día donde la
tragedia cobra vidas. Al recordar esto y pensar en lo que dijo el biólogo
Watson pienso en los ojos tristes de resignación de Tilikum, tal y como este lo
atestiguara en 1980, y la cuenta del encierro probablemente duele más porque no
tiene remedio alguno mientras Tilikum siga produciendo como semental y siga
vivo.
Fuente: El Sol de México
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