Por: Rosa Montero *
ESPAÑA • 4 DE
ENERO DE 2010
Me
llega por Internet una de esas típicas presentaciones con música y fotos. La
mayoría de estos trabajos me parecen pringosamente cursis y bastante penosos,
pero éste está bien hecho. Proviene de Cádiz, lo firma una tal María Larissa y
es muy sencillo: una serie de estupendas fotos de fauna salvaje y unas cuantas
frases de personajes ilustres sobre los animales. Son unas citas en general
bien escogidas, y algunas me parecieron especialmente agudas. Como ésta del
escritor francés Anatole France: "Hasta
que no hayas amado a un animal, parte de tu alma estará dormida".
France,
premio Nobel en 1921, era un hombre pródigo en dichos memorables. Yo suelo
citar estas palabras suyas: "¿Cuál
es la frase más bella? La más corta". Y ahora mismo recuerdo otra
sentencia de France que me encanta: "La
oscuridad nos envuelve a todos, pero mientras el sabio tropieza en alguna
pared, el ignorante permanece tranquilo en el centro de la estancia".
Sin
embargo, no conocía esa reflexión sobre los animales, y cuando la he leído me
ha impresionado. Ha sido como reconocer algo que yo ya intuía, pero que no
sabía de manera consciente porque no había sido capaz de expresarlo. France lo
dijo por mí, y ahí me enteré de lo que me pasaba. Esa es la maravilla de la
comunicación humana, ese es el milagro de los buenos escritores: resulta que
sus palabras nos explican nuestra propia vida.
Siempre
me han gustado los animales, pero no conviví con uno (no amé a uno) hasta hace
más o menos treinta años, que fue cuando tuve a mi primer perro. Y sí, Anatole
France tiene razón: a partir de aquel momento, algo se despertó en mí. Algo que
yo ignoraba se hizo presente. Fue como desvelar una porción del mundo que
antaño estaba oculta, o como añadirle una nueva dimensión.
Convivir
con un animal te hace más sabio. Contemplas las cosas de manera distinta y
llegas a entenderte a ti mismo de otro modo, como formando parte de algo más
vasto. El famoso naturalista David Attenborough me dijo en una entrevista que
uno de los momentos más intensos y conmovedores de su existencia fue cuando se
encontró en mitad de la selva de Ruanda con un gorila de las montañas, un
enorme espalda plateada, y los dos se miraron a los ojos y se reconocieron, por
encima del abismo de las especies. En esa mirada cabe el Universo.
Esto no
quiere decir, naturalmente, que todos los amantes de los animales sean, por el
mero hecho de serlo, gente maravillosa. De todos es sabido que Hitler adoraba a
los perros y que sentía mucha más angustia ante la agonía de una langosta en la
cacerola (en el Tercer Reich hubo leyes que prohibían cocer vivos a los
crustáceos) que ante el gaseamiento de un niño judío. Y es que el ser humano es
una criatura caótica y enferma, capaz de contradicciones de este calibre. Pero
lo que sí parece cierto es lo contrario: que los individuos que son crueles con
los animales son muy mala gente. De hecho, una investigación multidisciplinar
que se hizo en Escocia hace algunos años demostró que la mayoría de los sujetos
que habían sido denunciados por maltrato animal habían cometido también
crímenes violentos contra otras personas.
El
animalismo, en fin, que es como se denomina el movimiento en pro de los
derechos de los otros animales, es un producto moral e intelectualmente
refinado. Quiero decir que la conciencia animalista forma parte del proceso de
civilización, y que cuanto más culta y democrática sea una sociedad, menos
cruel será con todos los seres vivos.
"Un
país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales",
decía atinadamente Mahatma Gandhi (frase también incluida en la presentación de
Internet). La España actual, que tanto alardea de modernidad, sale muy mal
parada si la juzgamos siguiendo el dictamen de Gandhi: seguimos siendo
bárbaros, seguimos siendo feroces. ¿Para cuándo la Ley Nacional de Protección
Animal, que ha sido reclamada por casi un millón y medio de firmas, que el PSOE
llevaba en su programa electoral y que sigue en el limbo de las promesas
incumplidas?
Déjame
que te diga una última cita del trabajo de la gaditana. Pertenece a George T.
Angell, un abogado estadounidense del siglo XIX que fue uno de los pioneros en
la lucha animalista, y dice así: "A
veces me preguntan: ¿Por qué inviertes todo ese tiempo y dinero hablando de la
amabilidad con los animales cuando existe tanta crueldad hacia el hombre? A lo
que yo respondo: Estoy trabajando en las raíces".
Sí, hay
que trabajar en las raíces si de verdad aspiramos a ser un poco mejores.
* Escritora
* Escritora
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