Por: Gonzalo Ortiz Crespo
ECUADOR | 18 DE AGOSTO DE 2013
"Lamentablemente tenemos que decir que el mundo
nos ha fallado, existen apenas $13,3 millones en fondos disponibles depositados
en los fideicomisos”, afirmó este jueves el
presidente Rafael Correa. Permítanme disentir. Fue Correa el que falló
porque ató desde el comienzo a una meta económica de $ 3 600 millones la
conservación de una de las zonas más prístinas y biodiversas del planeta, que
debe conservarse por decisión del pueblo ecuatoriano.
Pero ya que puso al mundo
en el dilema de pagar para que no se extraiga petróleo, falló porque no puso
todo su entusiasmo y capacidad en sacar adelante el proyecto. Al contrario
sembró dudas y lanzó signos contradictorios que desanimaron a los donantes.
Cierto es que hubo factores externos, como la crisis financiera mundial, pero
¿quién va a poner su dinero en lo que supuestamente era un proyecto de
reducción de gases de efecto invernadero provenientes de los hidrocarburos,
cuando al mismo tiempo el país promocionaba la Refinería del Pacífico?
En estos años, Correa ha
amenazado demasiadas veces con el Plan B, es decir con empezar a explotar el
petróleo de los campos del ITT. Lo hizo tan repetidamente que en una famosa
ocasión la propia Ivonne Baki le pidió más prudencia porque desalentaba a
potenciales donantes. Pero si esas bravatas presidenciales hicieron daño, más
lo hicieron los hechos: al proyecto de Refinería del Pacífico se unían los
caminos y tuberías que Petroecuador tendía en el límite y, según denuncias
calificadas, dentro del parque nacional Yasuní.
La principal muestra de
que la iniciativa no tenía el respaldo total del Gobierno fue el cambio del
modelo de fideicomiso, trabajado durante el 2009 por FanderFalconí, Roque
Sevilla, Carlos Larrea y demás miembros del equipo de la iniciativa Yasuní-ITT
de entonces. La orden presidencial de último momento de suspender la firma,
combinada con la acusación a los miembros de ese equipo de ser antipatriotas
llevó a la renuncia de Falconí del Ministerio de RR.EE. en enero de 2010 pero
sobre todo reveló el débil compromiso de Correa con la iniciativa (De paso: fue
acertada mi intuición que puse en el Tuiteando del pasado viernes 2 de que la
abrupta renuncia de Falconí de Senplades se debía otra vez a una decisión sobre
el Yasuní).
No dudo de lo difícil que
habrá sido para el presidente tomar la decisión. Con su firma ha dado fin al
mayor proyecto ambiental de Ecuador y a una iniciativa de importancia mundial
en la defensa del patrimonio natural de los países megadiversos. La apuesta era
demasiado ambiciosa, sí, pero Correa no pudo o no quiso empeñarse a fondo.
Sabemos de su capacidad, de su tenacidad, de sus obsesiones, algunas buenas y
otras equivocadas (como las que tiene contra la prensa o contra los movimientos
sociales).
La decisión presidencial
da paso a un riesgo gigantesco por el impacto de la explotación petrolera, por
más tecnología " limpia" que se aplique y aunque solo se
trabaje en el uno por ciento o en uno por mil del parque, pues los efectos
ambientales de la extracción del crudo se trasladarán por el agua, el suelo, el
subsuelo y la atmósfera. El Yasuní no debe tocarse, haya o no dádivas
extranjeras. gortiz@hoy.com.ec
Fuente: Diario
Hoy
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