Por: Eliécer Cárdenas
ECUADOR | 20 DE AGOSTO DE 2013
El archivamiento de la
Iniciativa Yasuní-ITT fue en realidad la crónica de un fracaso anunciado porque
desde el inicio, en opinión de analistas y ecologistas no “infantiles”, el
proyecto nació patojo, cuando se hizo lo del “mendigo con garrote” al solicitar
los miles de millones para dejar el apestoso y contaminante petróleo debajo del
maravilloso Parque de Yasuní siempre y cuando – allí estaba la cosa “se caigan”
los países ricos y contaminadores del medioambiente con las “guitas”.
Esto pareció al Gobierno impecable,inmensamente ecológico y justo.
Mas a nivel internacional
la propuesta no caló, por varias razones, primero, olieron a “viveza criolla”
latina lo de no explotar jamás de los jamases tan ricas reservas de “oro
negro”, y del otro lado el mismo país daba indicios de que Yasuní-ITT era puro tongo,
cuando avanzaba la Refinería del Pacífico que en sus planes y cuentas metía la
producción de Ishpingo, Tiputini y Tambococha.
Se dijo que “el mundo le
ha fallado a la iniciativa”. Caramba, eso es excesivo decir, mejor
hacerse humildemente un examen de conciencia para ver en qué y por qué falló la
célebre Iniciativa, y ver si existía de verdad una invitación sincera en eso de
preservar la riqueza ecológica de Yasuní, la única riqueza que vale por sobre
millones de barriles de “oro negro”, porque el petróleo se acaba en dos por
tres y la atmósfera debe durar siempre si no se quiere que ya no tengamos seres
humanos en poco tiempo, así de simple, sin “ecologismos infantiles”.
En realidad, el fracaso
de la Iniciativa Yasuní-ITT muestra los límites de la ecología oficial.
Claro que “primero está el ser humano” pero bajo ese argumento se han cometido
y cometen todas las barbaridades contra el medio ambiente, sin reparar que
solamente tenemos un planeta no reciclable y que pensar en sólo una o dos
generaciones después de nosotros es egoísta.
Los posibles países
donantes del dinero no se “mosquearán” para nada por el fracaso de la
Iniciativa, pero de hecho sí se afectará a Yasuní, aunque se prometa utilizar
en la explotación del crudo el área solamente del uno por 1.000. Ojalá
fuera así, pero la experiencia mundial enseña que el petróleo devora selvas,
contamina ríos, mata lentamente pueblos originarios. Si no es así, que lo
diga la Chevron. Los derrames de crudo son cosas imprevistas que ni el
mejor sistema de prevención hasta ahora ha podido evitar. ¿Verdad,
“ecologistas infantiles”?.
Fuente: El
Tiempo
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