MÉXICO | 10 DE AGOSTO DE 2013
Rocky, un Pitbull, fue adquirido por un
mecánico desde cachorro. Un día se perdió. Luego de varias semanas lo
encontraron, pero no volvió a ser el mismo: la calle lo volvió feroz. Junto con
otras tres perras de la raza bóxer, las cuales nacieron y crecieron juntas,
Rocky siempre estaba encerrado, sólo salieron para ser llevados al Control
antirrábico de Tláhuac por matar a mordidas a un bebé de año y medio el pasado
martes. A Montes Pirineos, en la colonia Selene, Tláhuac, varias personas
llegan sólo para pasar frente a la casa número 15, de rejas blancas, donde
sucedió lo que vecinos califican como “una desgracia que pudo evitarse”.
Los ladridos de los perros ya no se escuchan
al paso de los peatones en la acera, pero aún está estacionado sobre la
banqueta, el vehículo Grand Marquis que generó que el pequeño Emmanuel, su
hermanita de cinco años, su mamá y dos tíos, se replegaran hacia el enrejado
para pasar. Frente al domicilio, casa de un mecánico, de forma constante hay
vehículos para arreglar. También usaban a los perros para impedir que los
extraños pasaran cerca de casa, porque los canes lanzaban la mordida hacia el
exterior entre las rejas.
María Esthela “N” y su esposo, el mecánico,
colocaron plásticos para cubrir las rejas, y en algunas partes hasta pedazos de
alambre, luego de que la Policía llegara a buscarlos para que respondieran por
las lesiones que los perros causaron a otra persona meses atrás. Sin embargo,
el matrimonio y sus dos hijos, un adolescente y un joven adulto, dejaron al
descubierto un hueco de unos 40 centímetros de ancho para que las llantas de
los autos que eran ingresados hacia el garage pudieran pasar, lugar por donde
el Rocky jaló hacia el interior de la casa al pequeño Emmanuel. En total fueron
cuatro las quejas por mordeduras presentadas en la delegación Tláhuac. En uno
de esos casos mataron a un pequeño perro.
El sábado pasado, como señal de lo que podían
hacer los cuatro canes, otro perro maltés, propiedad de los vecinos de la casa
contigua, fue sorprendido por el pitbull al sacar la cabeza y jalarlo al
interior del domicilio, tal y como sucedería tres días después, pero con un
niño. Ese animalito era propiedad de una de sus familiares, una adolescente,
quien con sus gritos alertó a sus primos, quienes corrieron a quitar de las
fauces de su Rocky al perrito. Por allí mismo, Emmanuel fue también jalado
hacia el interior cuando pasaba por el frente con su hermanita de cinco años,
su mamá y sus dos tíos, hacia el doctor porque a la niña le dolía el estómago. Los
padres de la víctima habían peleado, y la madre se fue a vivir con una hermana
en la colonia Selene.
Luego de ser atacado, la ambulancia tardó
media hora en llegar y sólo para certificar la muerte del niño. María Esthela,
de carácter reservado y poco afable, no permitía reclamos por el comportamiento
de los canes, fue detenida en medio de gritos de los vecinos que le decían que
pudo evitar esa tragedia. Consternada por la muerte del pequeño, en la agencia
ministerial estuvo muy callada. Su deseo era reservarse su derecho a declarar,
pero terminó por narrar lo sucedido. Fue trasladada a la cárcel femenil acusada
de homicidio doloso por omisión, como si ella fuera la dueña de los perros,
pero en Montes Pirineos todos saben que los animales eran propiedad de su
esposo.
Los canes son analizados por peritos de la
UNAM para determinar si son sacrificados en el centro de Control Antirrábico de
Tláhuac, donde fueron llevados, en medio de un gran esfuerzo, pues los perreros
no podían controlar al Rocky, quien mordió el lazo con que fue subido a la
camioneta, sin soltarlo por varios minutos.
Fuente: Pulso
de San Luis
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