Editorial del Periódico La Razón
BOLIVIA | 12 DE AGOSTO DE
2013
Hace una semana, un grupo
de científicos holandeses presentó en Londres la primera hamburguesa elaborada
a partir de células madre, extraídas del trasero de una vaca. Según comentaron
los artífices de este proyecto, que puede revolucionar la alimentación en el
mundo, el sabor de la carne es similar a la que se produce de manera natural,
aunque un poco más seca.
Las posibilidades detrás de esta primera hamburguesa
“probeta” que ha salido a la luz después de cinco años de investigaciones, a un
costo cercano a los $US 300.000, son inmensas. En primer lugar, muchas de las personas
que se han vuelto vegetarianas por estar en contra del sufrimiento y el
sacrificio de los animales podrían mejorar su dieta. Pero también, y más
importante aún, este emprendimiento podría contribuir en la lucha contra el
cambio climático, a cuidar el agua y a reducir la escasez de alimentos.
En efecto, cabe recordar que la carne es una de las principales fuentes
de proteínas básicas en los procesos de nutrición humana, pero para obtenerla
hacen falta grandes extensiones de terreno y elevados consumos de agua y de
energía. En este sentido, habida cuenta de la sobreexplotación actual de los
suelos y las proyecciones demográficas crecientes, es muy probable que, en el
futuro cercano, la carne y los cereales se conviertan en productos de lujo.
Respecto a los impactos ambientales, de acuerdo con estimaciones de las
Naciones Unidas, hacen falta 7.000 litros de agua para producir un filete de
ternera, mientras que para cultivar un kilo de arroz se necesitan entre 1.000 y
3.000 litros. Una cifra que debiera llamar fuertemente la atención, máxime si
se toma en cuenta que actualmente 894 millones de personas en el mundo no
tienen acceso a la cantidad mínima necesaria de agua para subsistir (entre 20 y
50 litros al día), y que en 2050 existirán 2.000 millones de personas más en el
mundo. De allí que la posibilidad de producir carne sin tener que criar cientos
de miles de cabezas de ganado, y en menos tiempo, sea una necesidad ética,
económica y alimentaria.
Finalmente, cabe recordar que el ganado contribuye con
el 30% de las emisiones anuales responsables del calentamiento global, según
estimaciones de la ONU. Esto por la frecuente emisión de metano entre los
animales, un gas cuyo efecto invernadero es 21 veces más nocivo que el del
dióxido de carbono.
Además, la tierra utilizada para el engorde y pastoreo de
ganado, incluidos los pastos y las praderas destinadas a la producción de
forraje, representa aproximadamente el 70% del total de tierra agrícola en el
mundo.
En suma, tomando en cuenta que la ganadería es una de las actividades
que más contribuye con el cambio climático, la destrucción de los bosques, el
consumo de agua y energía, es de esperar que la producción de carne en
laboratorios llegue a convertirse en una práctica industrial.
Fuente: La Razón
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