Por: Anna Bolena Meléndez
CIUDAD DE MÉXICO | 17 DE DICIEMBRE DE 2013
Me pregunto cuántas cajas
de regalo se abrirán esta Navidad en el que su contenido sea un peludito de
cuatro patas. Me pregunto cuántos de esos peluditos permanecerán en la vida de
esas familias que decidieron colocarlo debajo de un árbol de Navidad.
Muchos, por lo regular
los que terminan en las filas del antirrábico con un perro amarrado de un
mecate, piensan que regalar un perrito es una buena idea. ¿Qué niño no se va a poner feliz recibiendo
un cachorrito con quien jugar? El problema es que esos cachorritos comen, hacen
sus necesidades encima del tapete y son maquinitas de mordisquear zapatos.
Ladran, lloran, sienten, sufren. Es entonces, cuando la familia de ese perrito
que venía dentro de una caja de regalo, deciden que el cachorro siempre no era
tan tierno y que definitivamente no se puede quedar.
Otros, los dejan crecer
en solitarias azoteas una vez que el animal dejó de ser chiquito y tierno. Los
que menos suerte tienen, terminan en las calles víctimas de la crueldad humana,
atropellados o mueren de hambre y sed. Algunos corren con buena suerte y son
rescatados y llevados a refugios en donde esperan una segunda oportunidad y en
donde, navidad con navidad, conocen a nuevos perros que comenzaron siendo un
lindo regalo y terminaron como el peor estorbo de la familia.
Así que no, un perro no
es un buen regalo. Un buen regalo es un juguete, una piyama de ositos, pero no
una vida. Un perro se discute en familia, se llega a un consenso tras analizar
lo que implica tener un animal, con suerte, los próximos 15 años de la vida. Un
perro no es un juguete que se rompe y se regresa, que se abandona en la cesta
de juguetes y se deja a su suerte. Un perro es una vida y más aún, si eres de
los que piensa “¡ay, sólo es un perro!”, entonces sí que te recomiendo jamás
regalar o adquirir uno, porque claramente no tienes la consciencia necesaria
para adquirir un ser con vida.
Un perro no es un buen
regalo por la simple y sencilla razón que regalar una vida no es cuestión de
sorpresas. Un perro no es un regalo, es un compañero, un compañero que uno
escoge y decide cuidar, amar y respetar y bajo ningún punto tener si quiera, la
posibilidad de regalarlo por algún motivo externo. Cuando uno adquiere un
perro, adquiere un sinfín de responsabilidades a largo plazo, y dichas
responsabilidades no son de nadie, más que de uno en tomar la decisión de
endilgárselas.
Por eso es que les
suplico que antes de comprar o adoptar un perro y meterlo en una caja de
regalo, se pregunten si esa persona a la que le quieren entregar tan gigantesca
responsabilidad, tiene idea sobre el regalo que le están haciendo. A un niño no
se le regala un perro, se le regala a sus padres, por ello antes de regalar un
perro a un niño hay que hablarlo con los padres. Si le quieres regalar un
animal a la pareja, a la novia o al novio, lo mejor es que no lo hagas de
sorpresa, lo correcto es hablarlo con quien será el receptor del regalo y saber
si tiene considerada esa opción.
Esta Navidad no regalen
vida. Esta Navidad absténganse de hacer regalos que en poco tiempo pueden estar
divagando en las calles, sufriendo el abandono y muriendo en soledad.
Esta Navidad, invito a
los refugios animales a que se abstengan de dar perritos en adopción, a que
protejan a los seres que ya rescataron de caer nuevamente en manos de
irresponsables que no tienen idea lo que significa adquirir una vida.
Esta Navidad, invito a
los padres a que no regalen un perro a sus hijos si no están conscientes que
ellos serán los encargados del perro.
Esta Navidad los invito a
regalar amor y no una potencial vida de sufrimiento.
Fuente: Excelsior
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