Por: Coral Bravo
Doctora en Filología
ESPAÑA | 22 DE AGOSTO DE 2013
En un puesto de prensa,
la semana pasada, veía una portada de una revista de “noticias rosa” que me
hizo sentirme no sé si triste e impotente, más que indignada. Tres señoras,
habituales de esa prensa vulgar, vacía y banal, ondeaban emocionadas sus
pañuelos, que serían de Hermès, a tres mil euros los baratos, en una
corrida de toros, pidiendo, imagino, el rabo para el torero. Una de ellas es
una nieta del dictador, y las otras dos eran las mujeres de un potentado
empresario de élite y de un ex ministro del PSOE, respectivamente. Imagino que
ninguna de ellas era plenamente consciente de que estaban alentando, desde la
prensa amarilla, la tortura y la crueldad institucionalizada y financiada con
dinero público.
Imagino también que no
eran plenamente conscientes (porque si lo eran hablamos de psicopatía) de que lo
que pedían con alegría y regocijo era la macabra amputación de una parte del
cadáver ensangrentado de una vida cuya tortura y cuya muerte ellas habían disfrutado
en un día de fiesta y malhadado y soez pasatiempo.
Y ello como símbolo del
supuesto “triunfo” de un “mequetrefe torturador” (por emplear un término de
Jesús Mosterín), cuya valentía consiste en alcanzar la gloria y la fortuna
mareando, confundiendo, torturando y asesinando a un ser vivo acorralado y sin
posibilidad de escapar o defenderse.
A eso yo lo llamo cobardía,
porque la verdadera valentía sería admitir que lo que hacen es un acto de
desprecio profundo a la sensatez más elementa y a la vida. Y mientras ello
ocurría, un ser vivo, repito, no sé si pensante, pero sí sintiente, era
asesinado violentamente, con saña y alevosía, tras haber sido torturado,
acosado, humillado y lanceado ante el regocijo de una turba de insensibles que
pagan dinero por ver tamaño bárbaro disparate. Y es que el pobre toro agonizó y
murió de tanta “cultura” y tanto “arte” que rebosa la atrocidad taurina y olé.
Y leo también que ya hay
un nuevo condenado a muerte, como en el franquismo. La fecha de ejecución será
el próximo 17 de septiembre. Se llama Langosto, y es el toro que
será lanceado este año por otra turba de vándalos que disfrutarán de su agonía
hasta que muera ensangrentado, en el bochornoso espectáculo del Toro de
la Vega, de Tordesillas.
Aunque no es el único.
Cientos, o miles de animales son torturados y masacrados, incendiados,
despeñados o lanceados a lo largo y ancho de nuestra geografía patria en las
fiestas de verano. Y es que parece que los españoles hemos heredado el amor por
la tortura, la sangre y la muerte de los tiempos de la macabra Inquisición, eso
que algunos llaman tradición, y diríase que no sabemos divertirnos sin matar,
sin mostrar esa vena monstruosa del que disfruta con el dolor ajeno.
Parecemos adictos a la
agonía. El adoctrinamiento en el antropocentrismo cristiano y en la loa al
sufrimiento y al sacrificio parece que sigue surtiendo su efecto en la
conciencia colectiva de los españoles, adormeciéndola e idiotizándola.
Langosto (Imagen de Facebook) |
Sea como sea, vivimos en
un país que goza y se recrea con la muerte.
Vivimos en un país
incapaz de transmutar la barbarie y el horror del pasado en inquietud por la
diversión sin sangre, por la cultura, por la poesía, por el amor a la vida, por
la música o por el conocimiento.
Vivimos en un país en el
que, en los últimos cuatro años, casi dos millones de personas se han ido al
extranjero buscando fuera una vida digna; un país desmantelado, que cierra
centros educativos públicos mientras que traspasa el dinero público a centros
religiosos de élite, sectarios y fundamentalistas.
Vivimos en un país en que
han aumentado de manera alarmante los suicidios provocados por la situación
dramática que vivimos, en que, según datos citados en el Congreso Nacional de
Laboratorio Clínico, un total de 243 personas intentan suicidarse diariamente
con la ingesta de fármacos de todo tipo.
Vivimos en un país
gobernado por los que nos están llevando sin pausa a una situación ideológica,
económica y política predemocrática. Por esos que aumentan la subvención
pública de las corridas de toros, que abren escuelas de tauromaquia, que dan
luz verde a la caza indiscriminada en muchas zonas del país, que retoman viejas
crueldades ya superadas, como la caza del jabalí.
Pan y toros, pan y
muerte, aunque más toros y muerte que pan, como en el franquismo. Así nos va,
porque el respeto del hombre hacia los animales es inseparable del respeto de
los hombres entre ellos mismos.
Fuente: El
Plural
No hay comentarios:
Publicar un comentario