Por: Sara Acosta
MADRID | 22 DE MARZO DE 2013
España es el último país
en Europa que cree en los cultivos genéticamente modificados. Según un estudio
mundial publicado a finales de 2012 por la ISAAA (International Service for the
Acquisition of Agri-biotech Applications), una sociedad sin ánimo de lucro
dedicada a promover los cultivos biotecnológicos, España cultivó el 90% de la
variedad de maíz Bt de toda Europa. Esta y la patata Amflora de la
multinacional Basf son las dos únicas especies de cultivo permitidas en la
Unión Europea.
La apuesta de España por
este tipo de cultivos, que divide a los agricultores y genera rechazo entre los
consumidores europeos, se ha traducido en 116.307 hectáreas dedicadas al maíz
Bt, un crecimiento del 19,5% respecto a 2011 y el 30% del total de cultivos del
país, según datos de la patronal de las empresas de biotecnología Asebio. Aragón
es la comunidad autónoma con mayor superficie de esta variante, seguida de
Cataluña y Extremadura, según datos de la Fundación Antama.
La realidad española
contrasta con el retroceso de estos cultivos en el resto de Europa. Francia,
Alemania, Austria, Hungría, Grecia, Luxemburgo y Bulgaria han prohibido el maíz
cultivado en España. “La diferencia entre los países europeos y el resto del
mundo cada vez se hace más latente”, señala Asebio. Mientras la Unión Europea
mantiene estas dos únicas variantes, Brasil tiene aprobados 28 tipos de
cultivo. Estados Unidos cuenta hasta con 90 tipos de maíz, soja, algodón,
colza, remolacha, alfalfa, papaya y calabacín. Mientras el Viejo Continente se
descuelga, el cultivo de transgénicos va en aumento en el resto del mundo, con
un incremento del 6% de la superficie mundial en 2012 respecto al año anterior.
Las reticencias europeas
apuntan a la ausencia de garantías de los cultivos transgénicos en la salud y
en el medio ambiente. Pero los Gobiernos se han rendido sobre todo al rechazo
de los consumidores, que las empresas ya han empezado a acusar. La
multinacional alemana Basf, que comercializa la patata Amflora, anunció en 2012
el traslado a Estados Unidos y a Latinoamérica de su principal unidad de
investigación sobre transgénicos. La medida supuso el cierre de sus tres
laboratorios de genética. Aunque España fuera una excepción, explicó entonces,
el rechazo a estos cultivos en Europa no hacen su negocio rentable. La suiza
Syngenta ya había tomado la misma medida en 2004. Tampoco Monsanto, una de las
principales multinacionales de cultivos transgénicos, mantiene su investigación
en Europa. Por el momento, solo Bayer sigue presente en el continente europeo.
Los países emergentes son
ahora los principales consumidores de estos cultivos. Monsanto abrió en marzo
en Pernambuco, Brasil, una de sus principales unidades de investigación
biotecnológica para el mercado nacional, con una inversión de 20 millones de
dólares. En este país, prácticamente el 90% de la soja que se cultiva y el 75%
del maíz son transgénicos. La compañía espera ahora el visto bueno de las
autoridades de China, el principal importador de soja brasileña, para empezar a
exportar hacia ese país la semilla RR2Pro, ya aprobada en Brasil, resistente a
las plagas y tolerante a los herbicidas. Las empresas de biotecnología critican
la contradicción de Europa de limitar este tipo de cultivos que, sin embargo,
permanecen abiertos a la importación, en su mayoría cereales procedente de
Brasil y de Argentina.
Fuente: Cinco
Dias
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