Por:
Betty Zanolli Fabila
MÉXICO | 4 DE MARZO DE 2013
El estado de la República Mexicana donde yacen
majestuosos algunos de los más importantes sitios arqueológicos de nuestro
país, donde la historia cobra vida en cada rincón de sus ciudades, donde los
antiguos dioses habitan en los elementos, especialmente en sus mágicos y
maravillosos cenotes, allí donde la música y la poesía tienen su reino:
Yucatán, la entidad a la que me liga una profunda admiración por su pasado y su
cultura y que sólo escuchar su nombre me conmueve, es hoy noticia porque en él
tienen lugar "espectáculos" criminales, que el hombre fomenta
a costa de los demás animales. Me refiero a los "torneos de lazo" que
han degenerado desde actos donde se realizaban suertes lazando ganado hasta las
hoy atroces y sangrientas matanzas por destripamiento de caballos a cargo de
toros embravecidos a los que se ha dedicado en esta deletérea lid.
Defensores de animales, veterinarios, ciudadanía,
medios escritos y hasta noticieros televisivos, todos han denunciado la
necesidad de castigar al que promueva este tipo de "espectáculo". ¿Qué
ha pasado? Nada, ni con ellos ni con sus promotores. De ahí que sea
impostergable que no sólo en Yucatán sino en todo el país se revisen las leyes
locales y sobre todo la federal a fin de que el maltrato animal sea prohibido y
castigado severamente.
En abril de 2011 fue publicada la Ley para la Protección
de la Fauna del Estado de Yucatán pero su aplicación ha enfrentado diversos
problemas: por un lado, la subjetividad y levedad punitiva en que deja al
juzgador para sancionar al que incurra en crueldad contra los animales; por
otro, establecer en su artículo 42 que "las
actividades públicas o privadas que realicen las personas físicas o morales,
que incluyan animales en espectáculos, no obstante lo dispuesto en esta Ley, se
realizarán de conformidad a los usos y costumbres de las comunidades en las que
se desarrollen, en términos de lo que establezcan los reglamentos municipales
respectivos", posibilita que prácticas bestiales y antihumanitarias
como los "torneos de lazo" puedan ser realizadas aún en desacato al
orden constitucional pues a la fecha ni siquiera existe la correspondiente
reglamentación.
Sin embargo, estos inconvenientes jurídicos a mi
modo de ver podrían resolverse con lo estipulado en el Código Penal yucateco en
el título relativo a los delitos contra el medio ambiente, cuyo artículo 198
comprende el castigo con cárcel y multa a quien violando las disposiciones
legales realice actividades que ocasionen graves daños a la fauna. ¿No es este
craso ejemplo de crueldad animal violatorio de él? ¿Qué hacen en
consecuencia el gobierno estatal y municipal que toleran y permiten de modo
recurrente la violación al ordenamiento penal en los infamantes torneos de
lazo? ¿Intervienen acaso la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos
Naturales y la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y
Agricultura?
El Código local establece como requisito de
procedibilidad que la Secretaría de Ecología del Estado formule la denuncia
correspondiente, salvo en los casos de flagrante delito. ¿Por qué no los
prohíbe? Insisto, ni siquiera las posibles deficiencias de la ley local de
protección a la fauna pueden ser excusa. Si el pretexto es que la ley de la
materia es insuficiente para regular este caso y que el Código local no comprende
el tipo de maltrato animal que se reformen.
El Congreso yucateco discute ya iniciativas al
respecto pero más lo debería hacer el H. Congreso de la Unión a fin de
incorporar en el Código Penal Federal, como ya lo hizo la Asamblea Legislativa
en el Distrito Federal el delito de maltrato animal, ya que es un problema de
envergadura nacional y de enorme repercusión social, sin contar que la mayor
tragedia es que no sólo es una cuestión de leyes sino de valores y de
principios.
¿Por qué en una sociedad culturalmente ejemplar como
la yucateca se ha permitido llegar a este exceso en contra de los animales para
festinación de cientos y miles de ciudadanos y menores de edad con la
tolerancia de las autoridades? ¿Quiénes somos nosotros los humanos para promover
que un animal se vuelva lobo de otra especie? ¿Cómo consentir que un toro como "El sinaloense" hubiera matado
a más de 100 caballos entre 2007 y 2008?
Si en la naturaleza un animal destroza
a otro para comer es ley de vida: sobrevivir está en juego, pero promover la
desnaturalización conductual de los toros sólo para regodearse del salvaje
destripamiento equino es un síntoma gravísimo de nuestra patología social y
para ello no hay justificación alguna.
Hoy Yucatán al que amo profundamente me duele, lacera
mi alma como toda mi Patria y muchas naciones del mundo pues por desgracia
otras entidades de la República y países como España y Colombia realizan
prácticas similares o peores y es aborrecible. Por ello me sumo al llamado a la
sociedad en pleno para que se concientice de que tolerar este tipo de
actividades impacta no sólo en el atropello ilegítimo e ilícito a la vida
animal, sino en la calidad de hombres y mujeres que estamos formando para el
mañana. Permitir que se violente la vida en cualquiera de sus manifestaciones
es contribuir a la autodestrucción moral de nuestra propia especie.
Fuente:
El Sol de
México
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