MADRID | 31 DE ENERO DE 2014
Ni videojuegos, ni
películas ni series de televisión, ni aplicaciones informáticas... Nada puede
sustituir lo que un niño aprende en plena naturaleza. El olor de las flores, el
vuelo de las mariposas, el viento en su cara... Experimenta todo lo que existe
a su alrededor.
Un grupo de
investigadores ha constatado ahora que, además, el medio natural hace a los
niños más fuertes para afrontar el estrés y ser más respetuosos con el medio
ambiente. En definitiva, contribuye a su bienestar.
Los expertos llegaron a
esta conclusión mientras intentaban conocer y definir un nuevo trastorno
denominado «Trastorno de Déficit de Naturaleza», es decir la falta de
contacto directo con el medio natural.
Definición del término
El
término "Trastorno de Déficit de Naturaleza" fue acuñado por el
periodista y asesor del Comité de Desarrollo Infantil en el Consejo Científico
Nacional de los EE.UU. Richard Louv en 2005 en su libro 'The last child in the
woods' ('El último chico en el bosque'). Con este término Louv definía un
conjunto de dolencias como la depresión, el estrés, el déficit de
atención-hiperactividad o la ansiedad con origen en la falta de contacto con la
naturaleza.
El periodista pasó 10 años viajando por toda Norteamérica y
entrevistando a expertos en naturaleza, padres, niños, universitarios,
profesores y sociólogos. Y tras analizar más de 3.000 entrevistas llegó a la
determinación de que la generación nacida antes de 1960 era la última que había
vivido en contacto estrecho con la naturaleza.
El entomólogo
norteamericano de la Universidad de Harvard, Edward O. Wilson ya determinó en
los años 80 que las personas evolucionan como seres insertados en la
naturaleza, y por ello, tienen inscritas ese vínculo con el medio natural en su
sistema nervioso. Es lo que se conoce como la hipótesis de la 'biofilia'. Esta
teoría sostiene que los millones de años durante los cuales el Homo sapiens se
relacionó con su entorno de manera estrecha, creó una necesidad emocional
innata de estar en contacto cercano con el resto de los seres vivos, ya sean
platas o animales que habitaban en él. La hipótesis de la 'biofilia' fue
posteriormente retomada por investigadores médicos y psicólogos para aplicar a
terapias los beneficios que reporta el campo.
Los resultados de la investigación
Para el catedrático de
Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, José Antonio Corraliza, estos
datos son totalmente razonables. "Nuestro sistema nervioso está más
adaptado para funcionar en la naturaleza que en el espacio urbano",
explica el profesor. Y añade, "Somos animales que han llegado a las
ciudades antes de ayer".
“La vida cotidiana actual nos aleja de los
espacios naturales y nuestro sistema nervioso y el funcionamiento psicológico
requiere contacto continuo con la naturaleza para nuestro bienestar. Al fin y
al cabo, vivimos en las ciudades desde hace poco”, explica. “Solo nos damos
cuenta del bienestar que proporciona la Naturaleza cuando estamos en el medio
natural, cuando damos un paseo por el bosque o tenemos frente a nosotros unas
vistas maravillosas”, matiza el profesor, uno de los investigadores en
colaboración con Silvia Collado, investigadora de la Universidad Autónoma de
Barcelona
En el caso de los niños,
lo ha podido comprobar. El equipo de Corraliza realizó un estudio entre mil
niños teniendo en cuenta la naturaleza que se encontraba cerca de su domicilio.
Se establecieron tres grupos: aquellos que disfrutaban de elementos naturales
cerca de su domicilio (jardín propio, árboles, parque, vistas de la casa...),
los que tenían la naturaleza a una media distancia y los que la tenían lejos.
“Vimos
—explica Corraliza— que los niños que vivían más cerca de elementos naturales
tenían menos estrés percibido. Esto no quiere decir que si se separan sus
padres o se muere su abuelo o tienen sobrecarga de deberes no se estresen, sino
que disponen de mayor capacidad para afrontar estos eventos”. Además, los niños
en contacto con la naturaleza cuentan con mayor conciencia ambiental.
También en adultos
No obstante, este tipo de
trastorno puede detectarse también en adultos, en familias y comunidades. En un
estudio realizado por el profesor Corraliza se llegó a la conclusión de que los
adultos se sienten más cómodos cuando se les enseñan imágenes con paisajes que
contienen elementos de agua y vegetación.
En 2012, un estudio realizado por
psicólogos de las universidades de Utah y Kansas (Estados Unidos), ya mostró
que las personas que habían pasado cuatro días acampando desconectadas de
dispositivos electrónicos mejoraban en un 50% su rendimiento en un test de
creatividad.
Los investigadores
también han comprobado que el Trastorno de Déficit de Naturaleza se puede
producir en cualquier entorno. Tanto en la ciudad como en el medio rural, a
ambos han llegado los nuevos hábitos infantiles y se ha incrementado el consumo
de nuevas tecnologías. “Un niño ya puede jugar al tenis con la Wii”, insiste el
investigador.
El Trastorno de Déficit
de Naturaleza se vincula, a su vez, con cuatro patologías:
1) aumento
de la obesidad,
2) enfermedades
respiratorias
3) déficit
de atención con hiperactividad
4) hipovitaminosis
D
(falta de la vitamina D, que se obtiene en buena medida de la exposición al sol).
(falta de la vitamina D, que se obtiene en buena medida de la exposición al sol).
Cambio de hábitos
Por eso, Corraliza aboga
por romper los actuales hábitos infantiles, centrados en las nuevas
tecnologías, y recuperar los espacios naturales públicos: jugar en la calle, en
jardines, en parques, aprovechar salidas al campo los fines de semana, a
granjas...
"Los niños deben descubrir y dejarse estimular por el contacto
con la naturaleza", explica el profesor. "Se trata de cambiar la
agenda infantil", asegura.
Además, los organizadores de The Wild
Network creen que cambiar 30 minutos de televisión y videojuegos cada día por
actividades al aire libre puede mejorar la salud, la lucidez y el
bienestar de los niños.
Fuentes: ABC
La Información
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