Por: Aurelio Moreno Contreras
VERACRUZ | 31 DE ENERO DE 2014
Comenzaron las fiestas en
honor a la Virgen de La Candelaria en la ciudad de Tlacotalpan, la “perla del
Papaloapan”. Y con éstas, también sobrevino de nueva cuenta la polémica.
Año con año, activistas
pro derechos de los animales protestan por la práctica del embalse de toros
cebú para que atraviesen el río Papaolapan amarrados a unos frágiles botes y
sostenidos de las fauces, la cola y las fosas nasales por los lugareños. El
suplicio del animal no termina ahí. Una vez en tierra (si no se ahogan en el
río, como ha sucedido ya), los bovinos son azuzados a golpes por una turba
alcoholizada para que embravezcan y embistan -más bien aterrorizados- a quienes
los agreden con lujo de saña, aprovechando que se trata de toros mansos, a
diferencia de los de lidia.
La práctica de lanzar
toros a las calles durante las fiestas religiosas de un pueblo no es en
absoluto nueva. Es una “tradición” proveniente de España, concretamente de
Pamplona, donde durante las celebraciones en honor a San Fermín se sueltan
toros de lidia que recorren las calles hasta llegar a la plaza en la que se
enfrentarán al matador. En el camino, suelen llevarse por delante a muchos de
los “sanfermines” que se hacen los valientes.
En México, la más famosa
réplica de esta “fiesta” se lleva a cabo en Huamantla, en el estado de
Tlaxcala, donde la tauromaquia está declarada “patrimonio cultural”, quizás
porque piensen que la muerte y la violencia también son parte de la cultura
humana.
Las fiestas de
Tlacotalpan y Xico son, en Veracruz, las más famosas de las que incluyen el
“show” de los toros como parte de la “tradición” en honor a sus patronas, la
Virgen de La Candelaria y Santa María Magdalena, respectivamente. Y como tal
las defienden sus promotores, pues además de que es algo “que le gusta a la
gente”, el espectáculo del maltrato atrae al turismo y genera derrama
económica, lo que en el estado, en estos tiempos de austeridad y números rojos,
sin que sea por ello justificable, es un tanque de oxígeno para esas
poblaciones. Tanto así, que las fiestas de La Candelaria son de las que, en los
últimos años, mayor apoyo para su organización y promoción reciben de parte del
Gobierno del Estado, junto con el carnaval de Veracruz y la Cumbre Tajín.
Pero ello ha comercializado
el festejo a tal punto, que ha perdido mucho de su sentido original. La gente
que abarrota Tlacotalpan estos días, en su mayoría, acude con el único fin de
embriagarse en las calles del pueblo, sin tener la menor idea de lo que se
celebra. Y el gobierno estatal, en lugar de darle su lugar al encuentro de
jaraneros y decimistas que, ésa sí, es una añeja tradición tlacotalpeña que
encarna la identidad de esa región de Veracruz, promueve espectáculos de música
pop que nada tienen que ver con la cultura del son jarocho, que por mucho,
debería ser elevado como patrimonio cultural de la entidad.
El Gobierno del Estado
anuncia que entró en vigor un Reglamento de Protección al Toro en Tlacotalpan
que prevé sanciones contra quienes lastimen a los animales. Sin embargo, el
embalse y el paseo de los cebús no fue suspendido, lo cual es un total
contrasentido.
Mientras sigamos creyendo
que cualquier práctica que implique el dolor, la tortura y el sacrificio de un
ser vivo por diversión, entretenimiento o “tradición” (y negocio, por supuesto)
debe por ese hecho ser defendida y preservada, seguiremos siendo una sociedad
subdesarrollada. La crueldad no es cultura. Email: aureliocontreras@gmail.com. Twitter:
@yeyocontreras
Fuente: e-consulta
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