Por: Julia Navarro
ESPAÑA | 18 DE MAYO DE 2013
Hace unos meses, los
periódicos nos sorprendieron con la noticia de una empresa que se dedicaba a
matar perros y a convertirlos en piensos y en harinas, amén de utilizar su
carne para otros menesteres. No sé a ustedes, pero a mí la noticia me indignó.
Precisamente, acababa de llegar de un viaje por China donde tuve un
encontronazo con el guía que nos acompañaba. Estábamos en las afueras de Pekín
e hicimos una parada en un lugar donde tenían colgadas varias pieles que,
¡ingenua de mí!, me parecieron de lobo. Pregunté al guía si había lobos por la
zona y me respondió sonriente que no, que las pieles eran de perro. Y me
contó que en China las familias salen los domingos al campo a hacerse un guiso
de perro, de la misma manera que en España hacemos picnics con tortilla de
patata y pimientos fritos.
Le dije que me parecía
una salvajada, pero él se encogió de hombros, respondiendo: “Ustedes
también comen cosas muy raras”. Mi hijo Álex, tan enojado como yo,
encendió el móvil y buscó una foto de Argos. “Este es nuestro perro y es
uno más de la familia. En realidad, es el más mimado de la casa”, le dijo al
guía. Este volvió a sonreír y respondió: “Muy bien, pero aquí, a las
mascotas como esta nos las comemos y luego vendemos la piel”. Mi hijo y yo nos
miramos horrorizados.
El pobre guía tuvo que aguantar que le sermoneara a
cuenta de lo que califiqué de “una costumbre bárbara”. Y, la verdad, nunca me
he sentido más contenta de ser vegetariana. Más tarde, Álex me dijo: “Yo creo
que es verdad. Desde que hemos llegado, no hemos visto a nadie paseando perros,
ni siquiera en los pueblos nos hemos tropezado con chuchos callejeros”. Me
sentí reconfortada por vivir en un país, el nuestro, donde no nos comemos a los
perros.
Tras aterrizar en Madrid,
tropecé con la noticia de esa fábrica y pensé que era una estúpida por haber
tenido cierto sentimiento de superioridad. Al menos, en China es una
costumbre milenaria: se comen a los perros como nosotros a los
corderos. Pero lo nuestro es peor. En esa fábrica, los encargados sometían
a malos tratos a los perros, apenas les daban de comer y luego los hacían
picadillo y los ponían en la cadena de distribución. Y no solo hay
desalmados que hacen harina de perro.
Luego están los cientos de personas que
abandonan a sus mascotas con las más diversas excusas. O los que maltratan a
los animales porque se creen superiores. Hace tiempo que yo abandoné mi afición
por las corridas de toros. Y eso que en esta fiesta el animal, al menos, tiene
las mismas oportunidades que el torero, no como en la fiesta de los “correbous”
o en los encierros, en los que se les tortura sin ningún miramiento.
En fin, en todas partes
cuecen habas. Y yo, que me sentí tan ufana en China porque en España no
comemos perros, debería haberme parado a pensar que los españoles no somos
precisamente un ejemplo en el trato que damos a los animales. No me
cansaré de repetir que el grado de civilización de un país también se mide por
cómo trata a los animales.
P. D.: Nos acercamos
al verano y querría hacer un llamamiento a quienes estén pensando en deshacerse
de sus mascotas. Me resulta insoportable ver a esos perros abandonados en
la carretera, con los ojos cargados de estupor y sufrimiento. Por favor, no lo
hagan: siempre existe una alternativa.
Fuente: Mujer Hoy
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