Catedrático de Ecología en la Universidad de
Castilla La Mancha y autor revisor en el IPCC
ESPAÑA | 12 DE MAYO DE 2013
En el entorno remoto de
las islas Hawi, en medio del océano Pacífico y alejado de toda fuente
importante de contaminación, desde hace algo más de medio siglo se viene
midiendo en el observatorio de Mauna Loa con precisión la concentración
atmosférica de dióxido de carbono. A 3.000 metros de altitud, es la estación
más antigua que, interrumpidamente, ha venido midiendo esta variable tan
importante de nuestro planeta. El 7 de mayo de 2013 entrará en la historia de
la humanidad y del planeta porque, por primera vez en al menos 800.000 años y
puede que desde el Plioceno (hace de casi tres millones de años), la
concentración de este gas de efecto invernadero ha superado la marca de las 400
partes por millón (ppm). Hace unos 200 años, cuando se inventó la maquina de
vapor, estábamos en 280 ppm.
Muy pocas personas son
los que aún viven que, al nacer, hubieran respirado aire por debajo de 300 ppm.
Casi todos hemos vivido ya en esa centena. Y, desde luego, nunca nadie ha
vivido un cambio de más de 100 ppm a lo largo de su vida. Es más, un cambio de
esta magnitud y rapidez es totalmente excepcional en la historia reciente de
nuestro planeta. Y, lo que es peor aún, de no detener las emisiones, quienes
ahora nacen y empiezan a respirar aire de 400 ppm es probable que, al final de
su vida, respiren aire de 600 e incluso muchas más ppm.
El dióxido de carbono es
un gas inocuo para nosotros en este nivel de concentraciones; sin embargo, es
un gas que tiene efecto invernadero. Es este gas, junto con otros pocos gases y
vapores, son los que hacen que Ia Tierra sea un sitio calentito, sin grandes
extremos térmicos en la mayor parte de su superficie, lo que ha permitido la
vida tal como la conocernos, incluida nuestra propia aparicion como especie
Homo sapiens. Liberar dióxido de carbono a la atmósfera hace que el clima se
caliente. Y el calentamiento del clima no es un asunto baladí.
Todos, de una manera u
otra, dependemos del clima del lugar en el que habitamos. Cambiar el clima es,
en última instanciar cambiar el funcionamiento de todos los ecosistemas de los
cuales dependemos para nuestro sustento y bienestar; es cambiamos a nosotros
mismos.
Puede
que muchos piensen que el cambio climático será algo del futuro, pero no es
verdad. Está con nosotros desde hace tiempo. Muchos han o hemos sufrido sus
efectos, y muchos más los seguiremos sufriendo, tanto más cuanto mayores sean
las emisiones. Puede también que muchos piensen que tenemos tiempo para reaccionar,
pero están confundidos. Cuantos más gases se emitan mayor será el incremento de
la temperatura, y mas dificil, si es que posible, detener el calentamiento. Si
queremos que el clima no se caliente más alla de 1,5ºC, como piden muchos
países en desarrollo en el marco de las Naciones Unidas, hay que empezar desde
hoy mismo a reducir las emisiones.
De
no hacerlo y continuar como hasta ahora, en 2030 esta meta será ya
inalcanzable. Para hacerla posible, habría que disminuir drásticamente las
emisiones a tasas que ponen nuestra propia capacidad, y no digamos nuestra
voluntad, en un durisimo aprieto. No hay acuerdos en el horizonte para
conseguir tal meta. Pero, lo que es peor, no se necesitará mucho más que otra
década para hacer imposible la meta de evitar que el planeta se caliente por
encima de 2°C, objetivo que han acordado otros muchos países por entender que
superar esa cifra supondría una interferencia peligrosa sobre el clima.
Inalcanzable significa que no podremos evitarlo y que la alteración que se
produzca continuará durante siglos. El tiempo apremia como quizás pocos llegan
a concebir.
El 7 de mayo de 2013
habrá sido un mal día para toda la humanidad, pues evidencia que los deseos de
los gobiernos del mundo no se corresponden con la tozuda realidad de que las
emisiones no disminuirán si no se adoptan las decisiones oportunas. Esta
frontera no debió cruzarse nunca. Como en tantas otras cosas, la ciencia, aun
con sus limitaciones, hace ya mucho tiempo que dio la voz de alarma. El mensaje
era correcto v, con el tiempo, no ha hecho sino incrementarse. Pero los humanos
reaccionamos mal ante lo imprevisto y preferimos aceptar la duda que, en no
pocas veces, algún mercader siembra, antes que hacer lo necesario para evitar
el mal que, sin lugar a dudas, todos querríamos evitar; eso sí, a poder ser,
sin coste.
Pero eso no es posible.
Detener el calentamiento tiene un coste, pero este es mínimo y más pequeño,
mucho más pequeño, que los daños que se derivaran de no hacerlo. Es en días
como este, que serán recordados durante siglos, cuando debemos exigirnos a
nosotros mismos un poco de reflexión, un alto en el camino, para recapacitar
sobre lo que es verdaderamente importante y decidir que “si queremos, podemos”.
Tú decides.
Fuente: Materia.es
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