Por: Fernando Puente
MADRID • 29
DE FEBRERO DE 2008
No es el primero ni será el último, pero un estudio científico realizado
por investigadores de la Universidad de Minesota, en Estados Unidos, concluye
que la eliminación de terreno virgen para convertirlo en cultivos para la
producción de biocombustibles provoca unas emisiones de gases de efecto
invernadero que superan hasta en 420 veces el ahorro derivado de utilizarlos.
En el estudio, cuyas conclusiones se presentan en el último número de la
revista Science, los autores señalan que "la conversión de selvas
tropicales, turberas, sabanas o praderas (en terrenos) destinados a la
producción de biocombustibles a partir de cultivos comestibles", como la
soja, el maíz, el trigo y otros, crea una "deuda de carbono" al
emitirse entre 17 y 420 veces más gases de efecto invernadero que los que se
consiguen reducir en su combustión. Los investigadores recuerdan que la biomasa
de los suelos y las plantas crea dos enormes almacenes de carbono, los mayores
de tierra firme, al contener por sí mismos 2,7 veces más de ese elemento que la
atmósfera. Al convertir los hábitats naturales existentes, en los que el
carbono 'duerme' plácidamente en terrenos destinados a cultivos, se liberan
grandes cantidades de él que terminan flotando y actuando como un cristal, que
deja pasar el calor de la radiación solar pero no lo deja salir al espacio.
De la tierra a la atmósfera.
El proceso por el que el carbono que estaba atrapado en el suelo y las
plantas se libera tiene que ver tanto con el fuego, que se usa masivamente para
abrir nuevos terrenos, como con la descomposición microbiana de los restos de
la flora que existía antes. El primero de los fenómenos inyecta en la atmósfera
de forma inmediata todo el carbono de las plantas quemadas, al igual que ocurre
con la descomposición de las hojas y las pequeñas raíces. De forma más lenta,
conforme las raíces gruesas bajo tierra se pudren, el carbono que contenían
sigue saliendo a la atmósfera poco a poco, durante años.
Los científicos reconocen que las reducciones parciales de emisiones por
usar los biocmbustibles producidos en estos terrenos, ganados a la naturaleza,
pueden terminar igualando y superando a las causadas por la roturación del
terreno, pero sólo a muy largo plazo. "El efecto neto de la producción de
biocombustibles derivada de la destrucción de hábitats ricos en carbono es el
aumento de las emisiones de CO2 durante décadas o siglos", afirman los
científicos, respecto a las reducciones de contaminación que se obtienen de
utilizar esos combustibles. Con esos datos en la mano, el bioetanol y el
biodiésel parecen poco atractivos si de lo que se trata es de reducir las
emisiones de gases de efecto invernadero, con una notable excepción: "Los
que se obtienen de la biomasa de residuos agrícolas o de (especies)
perennes que crecen en zonas de cultivo degradadas", que tienen un saldo
neto (una "deuda de carbono") que no es positivo, pero que es
prácticamente igual a cero.
Fuente: ADN.es
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