ESPAÑA | 23 DE OCTUBRE DE
2013
La
exposición a productos químicos tóxicos en individuos de una generación puede
alterar la salud en sus descendientes varias generaciones más tarde, según
sugiere un estudio realizado por investigadores de la Universidad Estatal de
Washington (Estados Unidos) que publica esta semana la revista BMC Medicine.
La
investigación liderada por el doctor Michael Skinner, profesor de la
Universidad Estatal de Washington y fundador del Centro para la Biología de la
Reproducción de esta misma universidad, ha sido realizada con animales de
laboratorio (ratas) pero hace pensar que contaminación transgeracional podría
producirse también en humanos. “La exposición a productos tóxicos como el DDT
que afectó a su bisabuela cuando estaba embarazada puede provocar un importante
incremento en la susceptibilidad a la obesidad de usted, y usted puede pasar
este factor de riesgo a sus nietos sin que ellos hayan estado expuestos
directamente al DDT”, indica el profesor Michael Skinner.
El
experimento dirigido por Skinner fue realizado con ratas en gestación expuestas
al insecticida DDT, un producto que todavía se utiliza de forma legal en
algunos países del mundo para combatir los mosquitos que propagan la malaria.
Ni las ratas expuestas al insecticida ni sus crías presentaron alteraciones de
peso. En cambio, más de la mitad de los descendientes de tercera generación
presentaron problemas de obesidad.
Los
responsables de esta investigación consideran que el insecticida puede afectar
a a forma en que los genes se activan y desactivan en los descendientes de un
animal expuesto, a pesar de que sus secuencias de ADN se mantienen sin cambios.
Este tipo de alteraciones se conoce como herencia epigenética
transgeneracional, es decir una modificación de la expresión de los genes
no provocada directamente por una alteración en el ADN.
En
los últimos años, el laboratorio Skinner ha documentado efectos epigenéticos de
una gran cantidad de sustancias tóxicas ambientales, incluyendo plásticos,
pesticidas, fungicidas, dioxinas, hidrocarburos y el plastificante bisfenol A. Skinner
considera en este sentido que la frecuencia de los efectos del DDT sobre la
obesidad son mucho mayores que otros tóxicos revisado en su laboratorio.
El
líder de la investigación presentada ahora recuerda que hace 51 años se publicó
el libro Primavera Silenciosa, de Rachel Carson, que documentaba por
primera vez los efectos del DDT sobre el medio ambiente. El uso de este
insecticida está prohibido desde 1972 en Estados Unidos pero, "la tercera
generación de las personas expuestas al DDT en la década de 1950 es ahora mayor
de edad y tiene un aumento espectacular de las enfermedades como la
obesidad", insinúa Skinner al tiempo que la Agencia norteamericana para el
Desarrollo Internacional y la Organización Mundial de la Salud están apoyando
el uso de DDT para controlar la malaria en los países en desarrollo.
“Los
posibles efectos transgeneracionales de DDT deberían tenerse en cuenta en el
análisis de riesgos y beneficios de su uso", indica Skinner.
Fuente: La Vanguardia
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