ESPAÑA | 8 DE OCTUBRE DE
2013
La muerte de un perro
puede llegar a convertirse en un hecho muy doloroso, sólo comprensible para
aquellas personas que gozan de su compañía. El dueño de Nano
sintió ese dolor cuando le devolvieron su mascota muerta por deshidratación tras
un vuelo de Air Berlin entre Sevilla y Palma de Mallorca. Su relato desgarrador
ha llegado a manos del Juzgado de lo Mercantil número 2 de la capital
mallorquina, que ha decidido llevar a juicio a la compañía aérea el próximo día
15. El mismo dueño definía a Nano en su denuncia como "mi
amigo, mi compañero, mi ángel de la guarda, el que siempre vela por mí. Aunque
ya no esté conmigo, siempre lo llevaré en mi corazón".
Un día de julio del año
pasado, Francisco Javier Ramos voló junto a su novia y Nano desde
Sevilla. Para el traslado de mascotas la compañía le exigió un trasportín para
llevar al perro en la bodega del avión. Nano tuvo que ser
entregado en la cinta de equipaje. Puesto que faltaban dos horas para el
embarque, el dueño pidió dejarle agua pero el operario se negó, alegando que el
agua podía mancharlo todo. El demandante le explicó que la parte interior del
trasportín era estanca y sin agujeros, por lo que el agua no podría salir. No
obstante, y pese a ello, el operario reiteró su negativa. Por ello, el dueño
del perro le indicó al operario que en el compartimento superior del trasportín
había una botella con agua y un pequeño cuenco, y le rogó que, si observaba al
animal sofocado o acalorado, le diera un poco de agua. A pesar de la contrariedad
de su dueño, este cogió su camino y se dirigió a la puerta de embarque a
esperar el despegue de la aeronave.
Según relata en su
demanda, en la cristalera del aeropuerto pudo comprobar que su perro, al
contrario que otras mascotas que viajaban en otros vuelos, era transportado
junto a las maletas sin ningún tipo de protección para el sol. Nano
estuvo cuarenta minutos en la pista de aterrizaje, al sol y sin agua en pleno
verano, esperando a ser trasladado a la bodega. La preocupación de su dueño,
que llevaba con su perro, un bulldog inglés, seis años, no paró de crecer hasta
que llegó al aeropuerto de Palma. Una vez en tierra, el personal de Air
Berlin le informó que debía ir a la cinta de recogida de maletas, donde
llegaría su perro.
Aparecieron todas las
maletas, pero Nano no. Entonces, una azafata se acercó al dueño y
le dijo que su perro iba a necesitar atención veterinaria urgente. La
trabajadora de la aerolínea acompañó entonces a Ramos a una cinta especial,
donde salían todas las mascotas y allí siguió esperando sin que su animal
apareciera. La angustia llegó hasta tal punto de que el pasajero amenazó con
acudir a la Guardia Civil si no le entregaban a su perro, sobre el que ya le
habían informado que algo había ocurrido.
Finalmente, se lo
entregaron. Había muerto deshidratado, lleno de vómitos, orines y heces,
síntomas propios de la muerte lenta por falta de agua. "Así terminó ese
fatídico día, el cual iba a ser el comienzo de una nueva vida en Palma de
Mallorca junto a mis seres más queridos, mi novia y mi Nano, y se
vio truncada por la incompetencia, dejadez y olvido de algunas personas que lo
verían sufrir y no hicieron nada. Lo trataron como a un objeto o una maleta en
el equipaje", narró el afectado a la asociación de usuarios Reclamador.es,
que se ha encargado de preparar y presentar la demanda.
En el escrito se relata
que el animal se entregó en buen estado de salud a la compañía aérea tal y como
consta en el certificado veterinario que su dueño tuvo que entregar a Air
Berlin como requisito necesario para el transporte de animales. La propia
compañía reconoce que "el transporte de animales en avión requiere un
cuidado especial”, razón por la que, “en primer lugar se realiza una inspección
en la facturación del animal y del contenedor”, inspección que tuvo un
resultado satisfactorio ya que se admitió la facturación del perro.
Del daño moral, según el
escrito, no cabe duda ya que Francisco Javier "nunca más podrá recuperar a
su mascota, sin que pueda sustituirse el cariño dado a esta o recibido de la
misma con la simple compra de otro animal; pues, al no tratarse de un simple
equipaje, sino de un ser vivo, los sentimientos en juego son mucho mayores e
insustituibles". El demandante reclama a la compañía 2.635 euros, por
todos los gastos que supuso el transporte del animal, su incineración, y los
daños morales causados.
Fuente: El
Confidencial
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