Por: Antonio Cerrillo
BARCELONA | 19 DE NOVIEMBRE DE 2013
Ni siquiera el gran tifón
Haiyan, que ha causado más de 3.500 muertes en Filipinas, ha cambiado el guión
de las grandes potencias para afrontar el calentamiento del planeta. En la
apertura de la conferencia de la ONU sobre cambio climático (inaugurada el día
11, en Varsovia), el delegado filipino, Yeb Sano, tuvo una emotiva intervención
para reclamar una acción decidida para combatir los fenómenos meteorológicos
extremos, relacionados por los climatólogos con el aumento de temperaturas.
"Lo que mi país está sufriendo debido a un suceso climático extremo es
demencial", dijo Sano.
Pero el síndrome del Haiyan duró poco. Ninguna gran
potencia (ni ricos ni emergentes) ha planteado un nuevo compromiso para reducir
las emisiones de los gases que calientan la atmósfera. La cumbre de Varsovia
(donde participan 900 delegados de casi 200 países) corre el riesgo de
convertirse en una subasta a la baja. ¿Quién pone menos sobre la mesa?
El Panel
Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU concluyó que el
calentamiento es "inequívoco" y que está causado, con un 95% de
probabilidades, por las actividades del hombre (la quema de carbón, petróleo o
el gas), y que si no se mitiga, se agravarán las olas calor, deshielos de
glaciares, subidas del nivel del mar y sucesos climáticos extremos. Asimismo,
se prevén aumentos de temperaturas de hasta 3 y 4 grados a final de siglo.
Pero
la cumbre de Varsovia (que acaba el viernes) sigue su hoja de ruta anodina,
pese a que su misión es clave: allanar el camino al nuevo acuerdo internacional,
que debe firmarse en París el año 2015. El actual pacto en vigor sólo exige
reducciones de gases a una treintena de países ricos (Kioto II), pero estos
sólo aportan el 17% de las emisiones de gases invernadero. Por eso, es
necesario implicar a las naciones emergentes (China, India, Brasil, México),
cuya contribución al calentamiento es creciente, y conseguir que se suba al
tren EE.UU., que nunca ratificó Kioto.
Pero el viernes, Japón
vertió un jarro de agua fría a la negociación al hacer pública la renuncia a su
anteriores planes. Su delegado anunció que la nueva meta es aumentar sus
emisiones un 3% para 2020 (respecto a 1990). Su argumento es que el desastre de
Fukushima le obliga a depender más del carbón y el gas natural.
Las 50
nucleares que funcionaban en Japón antes del accidente fueron cerradas por
razones de seguridad en el 2011 tras el terremoto y el tsunami que asoló el
nordeste del país. Antes, el 26% de la electricidad era generada en plantas
nucleares, pero al desaparecer esta opción el país se ha visto obligado a
aumentar las importaciones de gases y carbón. El proceso de reanudación de las
nucleares se iniciará el año próximo, pero muchas centrales seguirán cerradas
por problemas de seguridad.
Japón ha sido tradicionalmente un activo agente de
los acuerdos contra el cambio climático, y auspició el protocolo de Kioto
(1997). Su postura "podría tener un impacto devastador" y acelerar
una puja a la baja de los demás países industrializados, según explicó Naoyuki
Yamagishi, portavoz de WWF en Japón. El representante chino, Su Wei, ha sido
muy explícito: "No tengo palabras para describir mi desolación por la
posición de Japón".
Siguen las malas noticias
Pero ésta no ha sido la
única mala noticia. Australia anunció que debilitará sus objetivos y piensa
cambiar sus leyes que penalizan el uso del carbón, según dijo su recién elegido
gobierno conservador. Y Canadá, que ya se bajó del tren de Kioto el año pasado,
se congratuló de la postura de Australia mientras mantiene su plan para
aprovechar las reservas de gas y petróleo de Alberta.
"Los anuncios
públicos de algunos países para rebajar sus metas no generan confianza. Tenemos
que admitir la nueva realidad climática y proponer un nuevo sistema para
gestionar los riesgos y hacer frente a las pérdidas a los daños", señaló
Yeb Sano, el delegado filipino. "Esto es un comportamiento irracional e
inaceptable. Hoy, los pobres están sufriendo el cambio climático. Pero mañana
les tocará a los ricos", se lamentó Munjul Hannan Khan, delegado de Bangladesh
y representante del grupo de los 47 países menos adelantados.
La posición de la Unión
Europa también ha merecido las críticas de las naciones desarrolladas. La UE
mantiene su compromiso de rebajar las emisiones un 20% para el 2020 (respecto a
1990), pero ya las ha recortado un 18%, en parte por la crisis, por lo que el
delegado chino ha hablado de "ambición cero". La presión de los
grandes lobbys del sector eléctrico (gas y carbón), que libran una verdadera
cruzada contra las energías renovables en Europa, condicionan la posición de la
UE, pese a que las fuentes limpias son clave para mitigar el calentamiento.
En Varsovia ha crecido la
presión de cuantos relacionan el cambio climático ocasionado por el hombre con
desastres como el del tifón Haiyan. Por eso, los países en vías de desarrollo
(China y los 132 países del llamado G77) quieren, además, concreciones para que
se financie el fondo verde para facilitar la adaptación de las naciones pobres
al cambio climático (pues se debe disponer de 100.000 millones de dólares
anuales en el 2020).
El gran debate de fondo
de la cumbre de Varsovia es establecer criterios para plantear las nuevas metas
sobre reducción a partir del 2020, cuando expira Kioto. Brasil ha propuesto un
reparto equitativo de los esfuerzos de reducción de gases teniendo en cuenta
las emisiones históricas de CO2 (las emitidas desde la revolución industrial),
aunque los países ricos lo rechazan. Las medidas deben servir para evitar que
las temperaturas suban más de dos grados, el umbral a partir del cual el clima
generará más disgustos en forma de catástrofes meteorológicas.
Fuente: La
Vanguardia
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