Reportaje
por Mari Saito y Antoni Slodkowski
Agencia Reuters
ARGENTINA | 6 DE ENERO DE 2013
Antes
del amanecer, Seiji Sasa va a la estación de tren de Sendai, en el norte de
Japón, para buscar a hombres sin hogar. No es un trabajador social. Es un
reclutador. Las personas que encuentre son potenciales trabajadores que puede
llevar como contratistas en la zona del desastre nuclear de Fukushima, por una
recompensa de 100 dólares. “Así es como reclutadores laborales como yo vienen
todos los días”, cuenta Sasa, pasando ante hombres que duermen sobre cartones y
se agarran a sus abrigos en una fría mañana de invierno.
También es el modo en
el que Japón consigue personas dispuestas a aceptar un salario mínimo por uno
de los trabajos más indeseables en el mundo industrializado: trabajar en la
campaña de 35.000 millones de dólares para limpiar de radiactividad una enorme
zona del norte del país.
Hace
casi tres años, un terremoto y el tsunami arrasaron pueblos y ciudades de la
costa nordeste y desataron fusiones en la central de Fukushima. Hoy, el plan de
limpieza de radiación más ambicioso del mundo está retrasado por falta de
supervisión y escasez de trabajadores. En octubre y noviembre pasados, la
policía arrestó a mafiosos japoneses bajo cargos de infiltrarse en la red de
subcontratación del gigante de la construcción Obayashi (a cargo de la
descontaminación de la planta) y de enviar ilegalmente a trabajadores a ese
proyecto financiado por el Estado.
En
el caso de octubre, Sasa reunió a un grupo de indigentes en la estación de tren
de Sendai, que luego fueron puestos a limpiar tierra y restos en la ciudad de
Fukushima por un salario inferior al mínimo. Los hombres estaban en una cadena
de tres empresas hasta Obayashi, la segunda mayor constructora de Japón.
“No
hago preguntas, no es mi trabajo”, dijo Sasa. “Sólo encuentro a gente y la
mando a trabajar, no me implico en lo que pasa después.” Sasa fue arrestado y
quedó en libertad sin cargos. La policía estaba interesada en su cliente,
Mitsunori Nishimura, un mafioso local que colocaba a los trabajadores en
residencias atestadas en las afueras de Sendai y les quitaba unos 10.000
dólares al mes de fondos públicos previstos para sus salarios. Fue arrestado y
multado con 2500 dólares.
Mafias organizadas
Obayashi,
que es uno de los 20 importantes contratistas implicados en los proyectos de
eliminación de la radiación con financiación pública, no fue acusada de ninguna
ilegalidad. Pero los arrestos mostraron que los integrantes de las tres mayores
mafias del país -Yamaguchi-gumi, Sumiyoshi-kai e Inagawa-kai- crearon agencias
de contratación en el mercado negro bajo Obayashi. “Nos tomamos muy en serio
que estos incidentes sigan pasando uno detrás de otro”, dijo Junichi Ichikawa,
vocero de la constructora. Y agregó que la empresa reforzó la vigilancia de los
subcontratistas en la parte baja de la cadena para eliminar a las mafias.
Muchas
de las constructoras que participan en el programa de limpieza dicen que es
imposible vigilar lo que pasa sobre el terreno debido al gran número de capas
de contratos para cada trabajo que aleja a las grandes empresas de aquellos que
hacen el trabajo. “Si empezaras a investigar a cada persona, el proyecto no
avanzaría. No conseguirías una décima parte de la gente que se necesita”, dijo
Yukio Suganuma, presidente de Aisogo Service, una constructora contratada en
2012 para limpiar los desechos radiactivos en la localidad de Tamura.
La
dispersión de estas pequeñas empresas es una consecuencia no intencionada del
legado de rígida regulación laboral, combinado con la creciente escasez de
trabajadores en un país de población cada vez más envejecida. Las constructoras
no pueden mantener plantillas amplias. En consecuencia, las empresas más chicas
cubren el hueco, al prometer trabajadores a cambio de reducir sus salarios.
Se fomenta el abuso
Por
debajo de estas subcontrataciones oficiales entra en juego una sombría red de
delincuentes e intermediarios ilegales que contratan a indigentes. Los
contratos del ministerio de Medio Ambiente en las zonas más radiactivas de la
prefectura de Fukushima son especialmente lucrativos, porque el gobierno paga
100 dólares adicionales al día por trabajador por un plus de peligrosidad. Sendai,
la mayor ciudad en la zona del desastre, se convirtió en un centro de
contratación para hombres sin hogar. Muchos juntan escombros del tsunami y en
los peores puntos, quitan la tierra en la superficie, cortan rastrojos y
limpian casas alrededor de la central nuclear.
Sólo
un tercio del dinero destinado para salarios llegó a los trabajadores que Sasa
reunió en la estación. El resto fue recortado por intermediarios. Tras
deducirles comida y alojamiento, les queda un sueldo de unos seis dólares la
hora, apenas debajo del salario mínimo de unos 6,5 dólares la hora en
Fukushima. Algunos de estos indigentes acaban endeudados.
Shizuya Nishiyama, de
57 años, dice que trabajó brevemente para Shuto juntando escombros. Ahora
duerme sobre unos cartones en la estación de Sendai. Su primer empleador allí
le ofreció 90 dólares por día por su primer trabajo, para limpiar escombros.
Pero tenía que pagar hasta 50 dólares diarios por alojamiento y comida.Además,
tampoco se le pagaba por los días que no podía trabajar, aunque esos días sí se
le cobraba el alojamiento y la comida. Prefirió volver a la calle que acabar
endeudado.
“Somos
un objetivo fácil para los reclutadores”, dijo Nishiyama. “Nos preguntan:
«¿Buscan trabajo? ¿Tienen hambre?» Y si no comimos, nos ofrecen encontrarnos un
trabajo”..
Fuente: AIM Digital
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