CHILE | 24 DE ENERO DE 2014
Se trata de los hermanos
José y Juan Pizarro, quienes luego de quedar arruinados por los procedimientos
de la empresa Monsanto decidieron investigar y luchar hasta llegar a la Cámara
de Comercio, instancia que, de manera inédita, les dio la razón.
El problema se
remonta al año 2009, cuando luego de comprar y recibir semillas de la empresa
Anasac, provenientes de Estados Unidos, y con un contrato de por medio, los
hermanos José y Juan Pizarro recibieron las instrucciones para su cultivo. El
terreno, ubicado en Melipilla, era arrendado por los agricultores, quienes
desistieron de incurrir en otros gastos, como maquinarias e insumos, luego del
ofrecimiento que les hicieran desde la empresa. Ellos correrían con todos los
gastos.
Sin embargo, según José Pizarro, las instrucciones para el cultivo de
las semillas no fueron las correctas. “Las instrucciones que me dio Anasac por
escrito en ese momento era que yo tenía que hacer cuatro hileras de hembra por
una de macho. Al final de la cosecha yo tuve muy pocas semillas, porque no hubo
coincidencias en el polen con la hembra, porque tendría que haberse hecho
cuatro-dos. Para comprobar todo eso tuve que demandarlos en la Cámara de
Comercio”, explicó.
Es ahí donde se inició un complejo proceso para el
agricultor. De hecho, no existía ninguna posibilidad de recurrir a la justicia
ordinaria, pues el contrato con Anasac lo prohibía. De manera más práctica,
si los agricultores no aceptan las condiciones que impone la empresa,
perteneciente ahora a Monsanto, las consecuencias son muy simples: no pueden
acceder al proceso de siembra y se les cierran todas las puertas.
La situación
se complicó aún más con la presencia de nuevos protagonistas. Es en este punto
donde la participación del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), organismo que
debía fiscalizar el proceso de siembra de Pizarro, y el Instituto de
Investigaciones Agropecuarias (INIA) adquieren una relevancia muy importante,
tal como lo recordó el agricultor. “¿Qué pasó con el resto de las semillas
transgénicas? Porque era para hacerlo cuatro-dos y el Servicio Agrícola y
Ganadero adulteró los papeles viendo que en el terreno yo lo había hecho
cuatro-uno. Posiblemente lo trajeron pre escrito, porque esto se mandó después
al INIA, que hicieron un peritaje a Anasac y Monsanto, en el que sale
claramente que Anasac a Monsanto probablemente traía los papeles pre escritos
del SAG”, afirmó.
La fallida cosecha que buscaba exportar semillas de maíz
transgénico a Estados Unidos significó para Pizarro duras consecuencias. Fue el
único que se atrevió a enfrentar a la multinacional, a pesar de las
irregularidades a las que debió sobreponerse. “Perdí la casa, el vehículo,
perdí todo. La investigación duró tres años, pagando abogado, pagando en la
Cámara de Comercio. Sale muy caro, hay muchos agricultores que están en mi
problema, pero ninguno siguió, solamente yo. Lo que me daba más rabia con la
empresa es que me falsificó la firma en mi liquidación de sueldo”, expresó,
remontándose a esos días que finalizarían en el éxito de hoy.
El proceso en la Cámara
de Comercio se inició en 2011. Poco más de dos años después, en diciembre de
2013, la instancia emitió su fallo, dando la razón al agricultor. Y si bien la
demanda era por 218 millones de pesos, la empresa sólo pagó 40 millones. Con
ese monto, según Pizarro, al menos alcanzó a cubrir los gastos judiciales.
Pero
Monsanto fue más allá y recurrió a la justicia civil. “Anasac y Monsanto, no
quedando conformes con lo que dictaminó el juez, lo demandaron en la Corte de
Apelaciones, para que se retractara y no me pagaran, cosa que la Corte le negó.
Ellos volvieron a burlar el contrato, pero como no me podían demandar,
demandaron al juez”, reveló.
El agricultor José Pizarro, el primero en ganar una
demanda contra la multinacional Monsanto, no pierde la esperanza de que la
empresa le pague el monto completo que le adeuda. Por ahora, asumirá la
representación de otros agricultores ante la Cámara de Comercio por casos
similares al suyo. Instalado en la ciudad de Los Andes y dedicado al cultivo de
pasto, su preocupación es que los pequeños agricultores tomen todos los
resguardos necesarios antes de firmar cualquier tipo de contrato.
Fuente: El
Repuertero
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