Por: Silvia Ribeiro
Investigadora del Grupo ETC
MÉXICO | 25 DE ENERO DE 2014
A fines de 2013, el
doctor David Schubert, entregó una carta al presidente Peña Nieto y a los
secretarios de Ambiente y Agricultura, resumiendo impactos serios sobre la
salud asociados con la siembra y consumo de maíz transgénico. Es de gran
relevancia por los datos que exhibe y las calificaciones del autor.
Schubert
tiene un doctorado en inmunología y es profesor del Instituto Salk para
Estudios Biológicos en San Diego, California, considerado uno de los mejores
institutos de investigación médica en el mundo. Tiene conocimiento de primera
mano sobre genética molecular, toxicología y ensayos de seguridad respecto a
nuevas entidades químicas y biológicas. Ha publicado varios textos en revistas
científicas sobre los efectos de las plantas transgénicas en la salud humana.
Todas las plantas transgénicas comercializadas en el mundo –así como las que
empresas pretenden plantar en México– se enfocan en dos características:
resistencia a herbicidas y plantas insecticidas que expresan la toxina de una
bacteria, Bacillus Thuringiensis (Bt). Schubert comienza aclarando que la
Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos recomendó ensayos
exhaustivos de seguridad de los cultivos Bt, pero debido a la carencia de leyes
que requieren pruebas de seguridad rigurosas para los alimentos transgénicos en
Estados Unidos, esto nunca se hizo.
Dr. Schubert |
Estados Unidos no requiere la demostración
de que un alimento transgénico sea seguro para consumo humano. Es un dato
importante, porque salvo en Europa, ninguna agencia regulatoria de transgénicos
exige o hace pruebas propias, sino que la mayoría se basan en lo aprobado en
Estados Unidos, como si fuera suficiente.
Sobre la exposición a
toxinas Bt, documenta que se han comprobado alergias y otras enfermedades en
agricultores que plantan esos transgénicos. Agrega que en México el riesgo se
multiplicaría exponencialmente si se aprobara la siembra de maíz transgénico,
porque entraría directamente al consumo de la población (a diferencia del maíz
que se importa actualmente, que va mayormente para forraje y procesamiento
industrial).
Por ello, la concentración y cantidad de toxinas Bt activas que la
gente estaría consumiendo con el maíz Bt es mucho más alta que los niveles de
exposición a los que se someten los agricultores. Existen pruebas de
alimentación con maíz Bt a ratas y cerdos, que muestran que provoca inflamación
de estómago e intestino, y otros experimentos que muestran daño a tejidos,
sangre, hígado y riñones.
La industria, afirma Schubert, propaga el mito de que
no existen enfermedades asociadas al maíz Bt en Estados Unidos y por tanto debe
ser sano. Pero esto realmente no se ha evaluado y por otro, la mayoría del maíz
en Estados Unidos no va al consumo directo, sino que es usado como alimento
para el ganado y para elaborar aceite, jarabe y etanol, todos productos que no
contienen la proteína Bt.
La pequeña fracción que va al consumo humano es usado
para frituras y botanas, altamente procesadas, que no son componentes
mayoritarios de la dieta, una enorme diferencia con México donde el maíz se
consume con poco procesamiento y en cientos de formas culinarias, de las que no
se sabe cómo interactúan con la toxina, pero que conducirán a potenciales
cambios químicos de la proteína Bt, con toxicidad e inmunogenicidad
desconocidas. Esto empeora con la contaminación transgénica, un hecho
inevitable e irreversible derivado de la siembra, porque la toxina Bt estará
presente en muchas variedades de maíz no transgénico, aumentando los riesgos
sanitarios.
Adicionalmente, señala que se conoce que el glifosato, el herbicida
más usado con los transgénicos, muchas veces junto al Bt, es tóxico, pero
además en el compuesto se usan elementos surfactantes (para que penetre más
rápidamente en la planta), que no se someten a evaluaciones de inocuidad, pese
a ser más abundantes en la fórmula que el propio herbicida. Es un cóctel
químico que se absorbe y no se lava, queda en las plantas que van al consumo,
lo cual ha sido relacionado con diversas enfermedades, incluyendo el
surgimiento de tumores.
En países de siembras extensas de transgénicos, como
Argentina, se ha comprobado el aumento exponencial de casos de leucemia,
abortos y deformaciones en fetos y bebés en zonas cercanas a campos fumigados.
Estas deformaciones se han comprobado también en anfibios con la presencia de
glifosato en niveles mucho más bajos, por contaminación del agua, misma que en
muchos casos va al consumo. Schubert explica que como el glifosato es cada vez
menos efectivo porque con los transgénicos las malezas se vuelven resistentes,
por lo que el siguiente herbicida en línea es el 2.4-D, un reconocido
carcinógeno.
En su carta, sustentada
con abundantes referencias, concluye que el maíz transgénico no representa
ningún beneficio para su país, sino más bien un enorme peligro para la salud de
los mexicanos. (http://www.uccs.mx/downloads/index.php?id=file_52b7e 67083000)
La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad presentó este documento,
junto a otros 23 trabajos científicos con evidencias de los riesgos a la salud,
biodiversidad, economía, cultura y soberanía, que representan el maíz y otros
transgénicos, en las audiencias temáticas del Tribunal Permanente de los
Pueblos realizadas en México en noviembre de 2013, cuyo jurado internacional
recomendó la prohibición de maíz transgénico en México debido a los múltiples
riesgos y violaciones de derechos que significan.
Fuente: La
Jornada
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