miércoles, 8 de enero de 2014

Tarde de toros



Por: Orlando Oliveros Acosta
Estudiante de Literatura de la Universidad de Cartagena
COLOMBIA |  8 DE ENERO DE 2014
Quisiera creer en el mito del progreso y pensar que cuando pasa el tiempo también dejamos atrás ciertos errores y defectos para comenzar a avanzar en un desarrollo sostenible. Así quizás estuviese más tranquilo cada vez que empezase de nuevo el calendario, convencido de que en este 2014 Cartagena dejaría de ser la ciudad racista y excluyente que es, la urbe desigual donde un alcalde no sabe qué hacer o el hotel de vacantes perpetuas en el que nunca han entrado sus nativos.
Sin embargo, que en estos días de enero se vayan a realizar unas corridas de toros -ya hubo una- refuta toda esperanza. Es como si nos hubieran dado la oportunidad de renovar nuestra época con decisiones más trascendentales y la hubiéramos desperdiciado con idioteces y malas costumbres. 
Somos entonces como esos muñecos del 31 de diciembre que prometen prosperidad pero que sólo se consumen entre las llamas. Ni regar con sal el piso de la terraza ni el agüero más simple servirá para presagiar la paz en una ciudad donde el alcalde no se interesa por el bienestar simbólico y material de sus habitantes. Ni habiéndonos comido todas las uvas en un mismo deseo vamos a cambiar la realidad, no mientras Dionisio siga viviendo su sueño de banalidades.
¿Quién es este alcalde que cuando fue apoyado por el Partido Verde hablaba del medio ambiente?
¿Quién es este personaje que en su campaña electoral firmaba manifiestos contra el maltrato animal y prometía una ciudad digna?
Este funcionario público es, lastimosamente, otra prueba más de la hipocresía que gobierna en la política. Está lleno de mentiras y contradicciones. Mientras reinaugura un parque de la independencia adopta el escudo colonial de la ciudad y mientras asegura una mejoría en la calidad de vida aprueba la tauromaquia.
¿Qué hacer con esto?
Cartagena no puede quedarse atrás en las nuevas revoluciones culturales. Dionisio Vélez no puede rebajarnos a su mismo retraso intelectual. Nosotros como ciudadanos responsables vamos a demostrar nuestro rechazo.
No es necesario entrar en detalles para argumentar por qué es perjudicial preservar como cultura un evento donde las personas asisten a ver morir lentamente a un animal. La cultura es un concepto para darle importancia a aquellas prácticas que reivindican la vida y dignifican la condición humana. 
Celebrar la caída de un ser vivo es, en términos de humanidad, completamente despreciable, y pienso que aquellos que impulsan este tipo de actividades van perdiendo su calidad de persona en cada vergonzoso olé y en cada banderilla sangrienta que se clava, más que en el toro, en la inocencia de nuestras almas.@orlandojoseoa. orolaco@hotmail.com

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