Por: Mónica Velasco Ariza
CHETUMAL • 10 DE ABRIL DE 2007
De niña soñaba con haber vivido en el siglo XVI en
París, Francia, cuando se usaban grandes vestido, o aquellos del medioevo, como
hubiera usado la reina Guenevere, esbeltos y de talle bajo. Pero ahora, cuando
pienso como era la vida real de entonces, me doy de santos que no me tocó
padecerlos. Además de la incomodidad del
corsé, pelucas, etcétera, me hubiera sido particularmente difícil presenciar
algunos de los espectáculos de entretenimiento, entre otras cosas.
Leía ayer el último artículo
escrito por Steven Pinker, evolucionista e investigador en cognición y
lenguaje, y profesor del Departamento de Psicología en Harvard. El artículo se
titula Historia de la violencia y explica que, a pesar del
Darfur y el Irak de nuestra época, como especie los humanos somos menos violentos
ahora que en el pasado. No suena lógico cuando vemos las noticias, pero según
explica el doctor Pinker, si revisamos los eventos no sólo de los últimos años
sino décadas, cientos y hasta miles de años atrás, la modernidad nos ha hecho
menos violentos; y es una tendencia, aunque no homogénea, que empieza en el
Occidente, sobre todo en Inglaterra y Holanda, y que parece haberse empezado a
desatar con el comienzo de la Era de la Razón, a principios de Siglo XVII.
Aunque a la mayoría de la gente
en México, Latinoamérica y obviamente España, le parece de lo más normal que a
las corridas de toros se les considere un deporte (para llevar a los niños en
domingo), y a las peleas de gallos sano entretenimiento, lo más probable es que
a todos por igual nos horrorizaría un espectáculo del París de los vestidos en
el siglo XVI, en el que el público –incluyendo reyes y reinas- reía a
carcajadas ante los chillidos de un gato colgado de un hasta, puesta en un
adornado escenario, y al que iban bajando lentamente a las llamas,
chicoteándose en alaridos hasta morir carbonizado. A nadie le quedaría duda de
calificarlo como sadismo, y sin embargo no debe haber sido mal visto en esa
época, afortunadamente del pasado muy pasado.
En este artículo que menciono,
el autor enlista otras vergüenzas de la humanidad como la esclavitud, que
aunque fue en su época parte fundamental del progreso de la civilización como
mano de obra más que barata, ahora nuestra razón nos hace verlo claramente como
inaceptable. Épocas en las que un buen gobernante era un genocida que arrasaría
con pueblos enteros para reclamar el territorio. Tiempos en los que la tortura
y mutilación eran castigo común para faltas menores. Aún en los libros sagrados
en los que se basan los principios morales de las mayorías, se incluyen
celebraciones de genocidio y se acepta el homicidio como castigo a la
homosexualidad, o adulterio, o diferencia de opinión.
Esta es la realidad de la mayor
parte de la historia de la humanidad. Sin duda hay en la actualidad masacres de
minorías, y continúan habiendo mutilaciones como castigo, aún a niños. Pero son
mucho menos comunes que antes y hoy son actos vistos con horror por el resto
del mundo. Un indicador de la violencia en la historia de la
humanidad es el trato a los seres dependientes, o indefensos: mujeres, niños y
ancianos, y los animales. En la evolución de la humanidad, hemos ido
aprendiendo a tener mayor empatía por los demás humanos, y aún por los
animales. Algunos pensamos que estos últimos son parte fundamental de esa
evolución hacia la paz y el respeto.
A un protector de animales de Estados Unidos alguien
le preguntó (la típica) por qué se dedicaba a proteger animales habiendo tantos
niños que lo necesitan, a lo que él respondió: "Yo trabajo con las
bases”.
Fuente: Novenet
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