Por: Núria
Querol I Viñas
ESPAÑA • 17 DE SEPTIEMBRE DE 2008
Cada día suceden pequeñas y grandes tragedias
en el mundo, con víctimas animales y humanas, aunque la mayoría se ocultan en
el silencio, el miedo y las lágrimas. Casi a diario veo miedo y dolor en los
ojos de los pacientes, exactamente el mismo miedo y dolor que pueden verse en
los ojos de los animales víctimas de la crueldad humana.
Da igual la condición
social, el estatus, los estudios, la inteligencia o la especie...el sufrimiento
nos iguala a todos. Y, precisamente, porque sabemos cómo nos sentimos cuando
tenemos miedo y sufrimos, ¿acaso nuestra naturaleza no debería empujarnos a
aliviar el sufrimiento de los demás? ¿no debería ser la norma el desarrollo y
la práctica de la empatía?
Resulta interesante que uno de los ítems
diagnósticos de psicopatía propuestos por Hare sea la escasa empatía, que el
DSM IV recoja que uno de los ítems diagnósticos de trastorno sádico de la
personalidad sea sentir placer con el sufrimiento de personas o animales, que
uno de los ítems del trastorno de conducta en niños sea la crueldad hacia los
animales, o que un ítem del trastorno anti-social de la personalidad sea la
crueldad hacia los animales. No es casualidad que sean estos algunos de los
criterios y no, por ejemplo, tomar mantecados el domingo por la tarde o
participar en concursos de lanzamiento de huesos de aceituna.
Me pregunto qué debe suceder para que un
pueblo se convierta en una especie de paradigma psicopático donde la tortura,
agonía, desmembramiento y muerte de un animal se disfruta y defiende hasta el
punto de agredir a los reporteros que acuden a informar objetivamente.
No es sorprendente,
por otra parte, que cuando se invite a los responsables de la fiesta de sangre
en Tordesillas a un medio de comunicación, rechacen la invitación...decía el
poeta Ezra Poznan de quien no es capaz de arriesgarse por sus ideas que, o bien
sus ideas no valen nada, o él no vale nada. Efectivamente.
Por otra parte, los
tordesillanos repiten, como si de un mantra se tratara, la peligrosa palabra
"tradición". ¡Qué espabilados estos lugareños tordesillanos que no
han querido conservar otras simpáticas tradiciones como el derecho de pernada
pero defienden a lanzazos justamente una en que la víctima no puede defenderse!
Ayer, el toro Valentón murió después de una dolorosa y terrorífica tortura más
propia de la mente de un Ted Bundy que de la supuesta mente sana de un
integrante de la Junta
de Castilla y León o de un (aparentemente apacible) tordesillano, y el mundo
vuelve a mirar con horror otro de los embajadores de la España profunda más casposa
y despiadada.
Fuente: Blog de Nuria
Querol Viñas
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