BARCELONA | 28 DE JULIO DE 2013
De
todos los cambios ambientales inducidos por los humanos, la urbanización es uno
de los más rápidos y drásticos. Mientras que la mayoría de organismos no
toleran bien la urbanización, a unos pocos les va mejor que nunca. ¿Por qué hay
diferencias tan importantes en la tolerancia de los animales a los cambios
ambientales? Estas cuestiones son abordadas en un artículo de revisión
publicado por investigadores del Centro de Investigación Ecológica y
Aplicaciones Forestales (CREAF) (España) en la revista Animal Behaviour.
Según
el artículo, los animales que han sabido convertirse en urbanitas son aquellos
capaces de ajustar su comportamiento a los retos que supone la vida en la
ciudad, como encontrar nuevas fuentes de alimento, evitar las molestias
causadas por los humanos o comunicarse en ambientes ruidosos.
Daniel Sol, Oriol
Lapiedra y César González, investigadores del CREAF y autores del trabajo,
indican que la capacidad de ajustar el comportamiento a las alteraciones
asociadas a la urbanización es una estrategia muy extendida que puede
determinar la supervivencia de una especie en la ciudad. "En muchos casos,
estos ajustes reflejan flexibilidad de comportamiento porque algunos de estos
cambios suceden rápidamente y a menudo implican aprendizaje. En otros, las
diferencias en la forma de actuar entre los animales de las zonas urbanas y no
urbanas pueden reflejar cambios evolutivos o significar que solo los individuos
con los comportamientos apropiados han sido capaces de establecerse en la
ciudad", señala el estudio.
Independientemente de su
origen, la revisión destaca que estos cambios de comportamiento son esenciales
para la supervivencia de los individuos, sobre todo en la fase de
establecimiento en la ciudad. Los cambios de comportamiento más comunes, según
el estudio, se relacionan con la alimentación, la capacidad de comunicación y
la relación con los humanos.
Los mirlos de ciudad han cambiado la frecuencia de canto, la distancia de fuga y sus hábitos alimenticios |
En el primero de los
casos, un gran número de estudios demuestran que los animales urbanitas cambian
sus hábitos alimenticios, incorporando en su dieta alimentos asociados a la
actividad humana (frutos de árboles ornamentales, basura, etc). Esto hace que
muchas veces tengan tanta comida al alcance que se conviertan en especies más
sedentarias y aumenten su densidad hasta convertirse en plagas. En cuanto a la
presencia humana, aunque se han observado animales -como el coyote o el oso
negro- que cambian el horario de actividad para evitar el contacto con humanos,
muchos otros han perdido el miedo a ellos.
Es el caso de las
palomas, que dependen en gran medida de la comida que les dan las personas
voluntariamente y que no solo no tienen miedo sino que incluso aprenden a
reconocer aquellas personas que les dan de comer, o del mirlo, que ha acortado
la distancia de fuga para poder realizar sus actividades sin ser perturbado por
las personas, destaca el estudio. El ruido de las ciudades también han
provocado que los animales urbanitas hayan modificado la forma de comunicarse.
En las ciudades, por ejemplo, algunos pájaros aumentan la frecuencia de su
canto y su duración para evitar que el sonido interfiera con el ruido, que
suele ser de frecuencia baja.
Los investigadores
también subrayan las nuevas habilidades de algunos animales para aprovechar la
contaminación lumínica de las ciudades. El mejor ejemplo son los murciélagos y
algunos pájaros, que se han especializado en comer los insectos que se acumulan
bajo las luces por las noches. En otros casos se ha observado que otros pájaros
cantan a destiempo por culpa de la luz artificial.
Estos resultados tienen
implicaciones importantes para la conservación, ya que la urbanización es una
de las principales causas de pérdida de biodiversidad. "Dado que se espera
que el proceso de urbanización continuará amenazando la diversidad biológica en
un futuro cercano, hay una cierta urgencia a mejorar nuestra comprensión de los
mecanismos de comportamiento que ayudan a los animales a hacer frente a estas alteraciones
ambientales", advierte Daniel Sol, investigador del CSIC en el CREAF.
(Fuente: CREAF)
Fuente: Noticias
de la Ciencia
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