LA HAYA | 31 DE MARZO DE 2014
Los jueces de la Corte
Internacional de Justicia (CIJ) han dictaminado este lunes que la pesca de
ballenas por parte de Japón no tiene fines científicos y han prohibido la
concesión de nuevos permisos. Los jueces han decidido por 12 votos contra 4
revocar los permisos para la caza de estos cetáceos en aguas del océano
Antártico en una decisión contra la que no cabe recurso.
"El tribunal
concluye que los permisos especiales concedidos a Japón para matar, capturar y
comerciar con ballenas en el marco del (acuerdo) JARPA II no tienen fines científicos",
señala el veredicto, firmado por el presidente del tribunal, Peter Tomka. Por
ello, Japón debe cesar la caza de ballenas "con efecto inmediato" y
revocar todas las licencias actuales, informan medios neozelandeses y
japoneses.
Los magistrados estimaron
que si bien el programa de investigación nipón contiene "objetivos
científicos", su puesta en práctica se ha hecho de una manera "poco
transparente". Esa falta de transparencia se aplicó especialmente en la elección
del tamaño de las muestras de cetáceos, que incluyen, por temporada, la caza de
850 ejemplares de rorcual aliblanco, 50 de ballena jorobada y 50 de rorcual
común, expusieron los magistrados.
Japón no ha podido
"explicar" las razones por las que aumentó el tamaño de la muestra
respecto a la primera fase de su programa científico, ni por qué incluyó otras
dos especies de cetáceos en el mismo, añadieron. "La medida no es
razonable en relación a la consecución de los objetivos", concluyeron los
jueces en su fallo.
Califican la decisión como “histórica”
"Es una decisión
verdaderamente histórica". Así lo señala Peter Garrett, ex ministro del
medio ambiente australiano, quien dio a conocer su opinión sobre el dictamen de
la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, que ordenó revocar a Japón
los permisos de caza de ballenas en la Antártica. Esto significa "que la
caza científica de ballenas no existe", agregó Garrett a través de la
cadena australiana ABC, y "que no vamos a ver más arpones en el océano
antártico (...) estoy encantado".
En tanto, Bob Brown, el fundador
de Verdes en Australia, señaló también a la cadena de televisión que esta
victoria es "enorme como una ballena", agregando que "todos los
australianos pueden sentirse orgullosos". Por su parte, Claire Bass, de la
Sociedad Mundial por la Protección de los Animales (WSPA), dijo que "esta
decisión envía un mensaje claro a los gobiernos de todo el mundo: la
explotación de animales no se va a tolerar más, y los animales tienen que ser
protegidos al más alto nivel".
La denuncia interpuesta
Australia y Nueva Zelanda
impulsaron la denuncia contra Japón en los tribunales internacionales porque
consideraban que Tokio estaba explotando una laguna legal del JARPA II con la
excusa de la investigación científica. La denuncia fue interpuesta en 2010,
cuando Australia y Nueva Zelanda denunciaron que el programa de caza de
ballenas tenía únicamente fines comerciales. Japón, por su parte, cuestionaba
la legitimidad del tribunal para decidir qué es y qué no es ciencia.
El ministro de Asuntos
Exteriores neozelandés, Murray McCully, reconocía que se trataba de un caso
complejo. "Lo importante para nosotros es si hay un camino para poner fin
a la caza de ballenas en el océano del sur desde la perspectiva japonesa y eso
es lo que esperamos que se recoja en la decisión judicial", dijo antes de
conocerse la sentencia en declaraciones a la televisión neozelandesa One News.
“Acatará”, pero “no descarta” futuros planes
Ante la decisión de la
Corte Internacional de Justicia (CIJ), de prohibir a Japón la caza de ballenas
en el océano Antártico, el Gobierno japonés dijo que estudia cuidadosamente el
fallo de este organismo y aunque acatará la decisión, dejó la puerta abierta a
futuros programas. "Las ballenas son una importante fuente de
alimentación, como cualquier otra especie marina. Japón mantiene su posición
para continuar usándolas de una manera sostenible y con fines
científicos", aseguró el ministro nipón de pesca, Yoshimasa Hayashi.
Ese país ha mantenido
hasta ahora dos programas de captura de ballenas con fines científicos en el
océano Antártico y el Pacífico Norte, además de la pesca comercial de especies
más pequeñas de cetáceos y delfines en sus costas. De ese modo, Hayashi no
descartó ayer, 1 de abril de 2104, la posibilidad de que Japón proponga un nuevo
programa científico, cuyas características difieran de las actuales, para
pescar en la Antártida.
Desde 1987, en este país
se ha capturado a alrededor de 400 ballenas cada año en el océano Antártico,
según los datos de la Agencia nipona de Pesca. Así mismo, en el 2005 los
balleneros capturaron un total de 853 ballenas ese año y 679 durante el 2008.
Sin embargo, sus capturas anuales se desplomaron hasta 103 en el 2012, según el
Gobierno nipón, por las actividades de grupos ecologistas contrarios a la caza
de esta especie. Tokio ha asegurado que su programa de caza de ballenas en la
Antártida perseguía, entre otros fines, un control permanente del ecosistema y
de la población de esos cetáceos, lo que le permitió llevar a cabo esta
práctica con el permiso de la comisión ballenera. Tras conocerse la sentencia,
la delegación nipona en La Haya dijo que aunque Japón está decepcionado y
lamenta el fallo, lo acepta porque tiene la obligación de cumplirlo, ya que es
vinculante".
Congratulación de ambientalistas
El Fondo Internacional
para el Bienestar Animal (IFAW, por su sigla en inglés) se congratuló hoy por
el fallo de la CIJ y uno de los directivos de esa ONG, Patrick Ramage, instó a
"Japón, Noruega e Islanda, los tres países que aún cazan ballenas con
propósitos comerciales, a aceptar que ello no puede ocurrir en el siglo XXI y a
que cumplan la sentencia de hoy". "El mercado de la carne de ballena
en esos tres países está en caída libre. Ha llegado el momento para que se unan
al resto de la comunidad internacional y (los tres) abandonen una industria
obsoleta y poco rentable", agregó Ramage en un comunicado.
La caza de ballenas está
prohibida a nivel internacional desde 1986, pero países como Noruega, Islandia
y otros países continúan practicándola a pequeña escala, mientras que Japón se
amparó en una normativa de la década de 1940 para seguir con esta actividad. En
los últimos 20 años unas 10.000 ballenas han muerto a manos de los balleneros
japoneses supuestamente para fomentar la investigación sobre estos cetáceos. La
demanda de carne de ballena en Japón ha descendido drásticamente entre 1962 y
2009, y el número de toneladas para consumo ha pasado de 230.000 a 4.200 en ese
periodo.
Fuentes: El
Mundo
La Tercera
El Comercio
La Tercera
El Comercio
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