jueves, 5 de septiembre de 2013

El tenebroso legado del mercurio en el medio ambiente


EE UU | 3 DE SEPTIEMBRE DE 2013
La contaminación por mercurio provocada en ciertos lugares hace más de dos mil años por actividades humanas perdura todavía hoy en día a niveles considerables. Este legado indeseado que las civilizaciones del pasado nos han dejado es un ejemplo del que podemos dejarle a la sociedad futura si no se ponen en práctica medidas eficaces para mitigar la contaminación por mercurio. 
Un grupo de investigadores medioambientales de la Universidad de Harvard en Cambridge, Estados Unidos, ha presentado evidencias que prueban que será necesario promover reducciones significativas en las emisiones de mercurio para estabilizar los niveles actuales del elemento tóxico en el medio ambiente. "Esto es más fácil decirlo que hacerlo, pero estamos abogando por reducciones agresivas, y mejor pronto que tarde", dice Helen Amos, coautora del estudio.  Ella y sus colaboradores han estado recolectando datos históricos sobre las emisiones de mercurio hasta el año 2000 antes de nuestra era, y confeccionando nuevos modelos ambientales del ciclo del mercurio que comprenden las interacciones entre la atmósfera, el mar y la tierra firme. Su investigación revela que la mayoría del mercurio emitido al medio ambiente termina en el océano después de unas pocas décadas, y permanece allí durante siglos o incluso milenios. 
En la actualidad, las emisiones provienen principalmente de centrales eléctricas alimentadas con carbón, y de la extracción minera de oro de manera más bien artesanal. Arrojado al aire, cayendo con la lluvia sobre lagos, absorbido por la tierra, o transportado por ríos, el mercurio tarde o temprano encuentra su camino hacia el mar. En los ecosistemas acuáticos, los microbios lo convierten en metilmercurio, el compuesto orgánico que se acumula en peces y que así puede acabar yendo a parar a nuestros platos. El metilmercurio se ha asociado con daños neurológicos y cardiovasculares.
Se asume por regla general que la contaminación por mercurio comenzó con la Revolución Industrial, pero en realidad, los humanos hemos estado emitiendo mercurio al medio ambiente desde miles de años atrás. Los antiguos griegos y chinos utilizaban el mercurio como pigmento; se ha encontrado mercurio en enseres dentro de sepulcros de alrededor del año 2000 antes de nuestra era, y se cree que los asirios usaron tanto mercurio como cinabrio (el mineral de color rojo brillante en el que el mercurio se encuentra de modo natural) desde el año 1900 antes de nuestra era. 
En el año 1570 de nuestra era, los colonizadores españoles en América del Sur y América Central lo utilizaban para extraer plata; 300 años más tarde, el mercurio de nuevo tuvo un papel importante en la fiebre del oro en California. 
Este gráfico muestra cuán rápidamente una gota de mercurio liberada en la atmósfera (recuadro de arriba), en la tierra (recuadro del medio), o en el mar (recuadro de abajo), acaba yendo a parar a la tierra (en verde), al mar (en azul) o a la atmósfera (en amarillo) con el paso del tiempo (de izquierda a derecha). Pueden transcurrir siglos o incluso milenios antes de que el mercurio acabe atrapado en minerales o a gran profundidad en el mar. (Imagen: Cortesía de Helen Amos)
Un 60 por ciento del mercurio que actualmente está depositado en la atmósfera proviene de actividades humanas del pasado. Sólo el 13 por ciento de las deposiciones actuales de mercurio tiene un origen natural. El 27 por ciento restante proviene de las emisiones generadas por actividades humanas actuales. 
El medio ambiente libera y recicla de forma natural una cierta cantidad de mercurio, extrayéndolo de rocas con cada erupción volcánica. Pero el nuevo modelo desarrollado en la Universidad de Harvard indica que los humanos hemos sido, y continuamos siéndolo, los responsables de la mayor parte del mercurio que actualmente se encuentra en la atmósfera, la tierra y el mar. 
En la investigación también han trabajado Daniel J. Jacob y Elsie M. Sunderland, de la Universidad de Harvard, así como David G. Streets del Laboratorio Nacional estadounidense de Argonne en Illinois.

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