Por: Carlos Alatriste
MÉXICO | 22 DE SEPTIEMBRE DE 2013
El IVA al alimento para
mascotas es cosa importante y seria. Mucho más de lo que parece a simple vista.
Y como tal debería discutirse.
Dice Edgar Morin que los seres humanos somos
individuos-sociedad-especie y conviene recordarlo. No se puede ser plenamente
humano sin asumir las tres dimensiones. En ese sentido, somos
responsables de nosotros mismos, de nuestros semejantes y de las otras especies
con las que compartimos el planeta.
De ahí que el filósofo francés hable con
frecuencia de la egoética (como el conjunto de deberes para con uno mismo), la
genética (como la responsabilidad por nuestro grupo cercano o gens,
en latín), la socioética (como el compromiso irrenunciable con la humanidad) y
la antropoética (como el imperativo que garantiza el equilibrio de los
ecosistemas en donde no somos sino una entre otras especies).
Ser humano, pues,
implica una responsabilidad por la vida animal y vegetal.
Argumentar que las
mascotas son un lujo porque podemos vivir sin ellas es asumir en los hechos el
antiecológico pero muy judeocristiano y, desde luego, teológico designio según
el cual Adán está en el mundo para crecer y multiplicarse, llenar la tierra y
dominarla (léase: para ponerle en toditita la madre al planeta, como ha
sucedido por siglos). Mucha religión y poca consciencia.
Si las mascotas son un
lujo y podemos prescindir de los perros, los gatos, los hurones, las tortugas y
otros bichos, podemos prescindir de las demás especies y esto o entraña una falacia
o exige que alguien señale cuáles son las especies imprescindibles y cuáles no
(y de paso, que diga de dónde le viene la autoridad para hacer este deslinde).
La antropoética es ineludible y se realiza –al menos simbólicamente– en la
tenencia de una mascota en condiciones dignas. No faltará quien afirme que es
más preocupante el IVA a las colegiaturas o a las hipotecas porque compromete
la formación y la vivienda de los humanos, lo cual no es sino una forma de mal
enfocar y distorsionar la cuestión.
No se trata de poner en la balanza la
educación de un hijo y la comida del perro, porque no están en el mismo plano
ético; son responsabilidades que corresponden a diferentes dimensiones (que no
grados) de la humanización. En todo caso, por el hecho de ser racionales y
capaces de participar socialmente, nuestro compromiso es más grande con las
especies que no lo son. Pero no se trata de contraponer la socioética con la
antropoética…
El punto es que no se puede afirmar en el discurso la existencia
de un compromiso ecológico, de impuestos verdes y, por otro lado, de IVA a los
alimentos para mascotas sin incurrir en una grave contradicción.
En fin, es difícil que
los políticos que habrán de aprobar el presupuesto tomen en cuenta estas ideas.
Mucho menos si fueran ciertas las leyendas que se construyen en torno a estos
actores sociales en quienes se presume –amén de incontables vicios- la
egolatría y el desprecio de los congéneres.
¿Serían capaces de asumir una ética
planetaria?
Es difícil, también, que el pueblo pobre e ignorante (ese grupo de
personas que tira basura desde la ventanilla del microbús, que escupe en la
calle, que sólo aspira al sexo irresponsable, a la embriaguez y un poco de
futbol) pregunte por la moralidad o inmoralidad de un impuesto de esta naturaleza.
Quizá, sólo unos cuantos podamos compartir esta visión ética y advertir que
aceptar el discurso (y el impuesto, luego) raya en lo inhumano.
Y es que es muy
fácil irse con la finta: si en el súper una lata de atún (para humanos) vale 9
pesos y una de Felix (comida para gato) cuesta 12 parece que, en efecto, los
gatos en este México de hambre son un lujo. “Pues que los gatos coman atún”,
alguien comentó, sin saber que el atún así nomás daña la vista de los felinos y
provoca mal funcionamiento renal.
Y entonces, ¿qué coman pellejos, lagartijas o
las sobras que los políticos dejan en los restaurantes –esos sí- de lujo? Yo
digo que no.
Los animales –nuestro prójimo, insistirá Fernando Vallejo- tienen
derecho a una alimentación saludable. Sin duda, “si don Monsi viviera, / contra
el IVA a las croquetas para gato estuviera”. Y la oposición a esta medida
fiscal no se basaría en su conocidísimo afecto por estos animales, sino en la
inteligencia. El IVA a los alimentos para mascotas no sólo es un asunto
Fuente: Sexenio.com
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