Por Natalia Junquera Añón
MADRID |
19 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Se llamaba ‘Chillerona’
y fue la última cabra en ser arrojada desde el campanario de la iglesia en las
fiestas de Manganeses de la Polvorosa (Zamora). Le habían puesto ese nombre en
honor de Alfonso Chillerón, presidente de ANPBA, la asociación ecologista que
llevaba años batallando contra el festejo por entender que, pese a ser recogido
en una lona, el animal sufría un estrés innecesario.
‘Chillerona’, que
aterrizó en la manta el 27 de enero de 2001, representa la resistencia de
muchos pueblos a renunciar en sus fiestas al maltrato animal, —el lanzamiento
de la cabra, prohibido por primera vez en 1992, tardó una década en ser erradicado—,
pero también el triunfo de la presión ecologista y un cambio de mentalidad.
Ahora, desde el campanario de Manganeses de la Polvorosa se arroja un peluche
(con forma de cabra) y desde 2009, el Toro de Coria (Cáceres) ya no es
acribillado a dardos por el público.
Pero otras prácticas similares, como
el Toro de la Vega (Tordesillas,
Valladolid), permanecen y el “calendario español de festejos crueles”, como lo
denomina el Observatorio de Justicia y Defensa Animal, ocupa todo el año y gran
parte del territorio nacional.
Grupos ecologistas se
quejan de una legislación dispar y sanciones poco eficaces: en algunos pueblos,
vecinos insumisos prefieren hacer una colecta para pagar la correspondiente
multa antes que renunciar, por ejemplo, a lanzar una pava desde el campanario
en Cazalilla (Jaén), pese a que esta práctica también fue prohibida. Luis
Gilpérez, vicepresidente de la Asociación Andaluza para la Defensa de los
Animales, pide que se eleven las multas para dificultar que los vecinos la
paguen a escote y que los alcaldes hagan la vista gorda. “La Junta pone siempre
en Calzadilla la mínima sanción prevista: 2.001 euros. El máximo son 30.000”.
La directora del
Observatorio Justicia y Defensa Animal, Nuria Menéndez, explica que antes de
presentar una denuncia siempre intentan negociar con el regidor. “Pero muy
pocas veces nos hacen caso”, explica. “Incluso los que dicen estar de acuerdo
nos confiesan que no quieren ponerse al pueblo en contra. Esto quita votos”. En
el caso de Cazalilla, la asociación ha decidido cambiar de táctica. “El año que
viene denunciaremos a la autoridad eclesiástica”.
La pava se tira desde
una iglesia. Y la mayoría de estos festejos son en honor de santos o vírgenes.
Muchas de estas fiestas, como el Toro de la Vega, han sido declaradas “de
interés turístico”. Los ecologistas denuncian que esa etiqueta es, en realidad,
una estrategia de “blindaje”. La orden
ministerial que reguló en 2006 esta distinción desestima las solicitudes si se
maltratan animales. “Pero eso solo afecta a las fiestas que lo pidieron a
partir de 2006, no antes”, lamenta Menéndez.
Izquierda Plural y
PSOE presentaron esta semana en el Congreso sendas proposiciones para instar al
Gobierno a aprobar una ley integral que erradique definitivamente estas prácticas.
“El grado de desarrollo de una sociedad se mide también en su nivel de respeto
a los animales”, afirma a EL PAÍS el secretario general del PSOE, Pedro
Sánchez. El líder de los socialistas asegura que siempre ha estado en contra
del Toro de la Vega: "No solamente porque no me guste, sino porque
considero que nuestra sociedad debe avanzar en la garantía de la protección, el
respeto y la defensa de los animales". “No estamos en contra de los
festejos populares con animales, estamos a favor de la protección de estos
animales", añade. Para Sánchez, la disparidad de criterios obliga a
"armonizar" la legislación existente: "Debemos evitar que
festejos en los que un animal es objeto de maltrato estén prohibidos en unas
comunidades autónomas y se permitan en otras", zanja.
Silvia Barquero,
Presidenta del Partido Animalista PACMA, asegura que el calendario de festejos
crueles españoles es un caso “único en la Unión Europea” y da “una pésima
imagen de la Marca España”. Además de las ya mencionadas, estas son otras de
las fiestas polémicas que aún resisten.
Toros de fuego, arrojados al mar, enmaromados,
perseguidos en todoterreno y obligados a arrodillarse ante un santo. En noviembre, en Medinaceli (Soria),
una multitud ata el toro a un poste y le coloca dos bolas de fuego en los
cuernos. Luego sueltan al animal, que pelea contra su propio fuego mientras
el pueblo le hostiga. En Denia (Alicante) y L'Ampolla (Baix Ebre) se celebran
los bous a la mar: persecución hasta que cae al agua y
rescatarlos después con una soga desde una embarcación. En Villapando
(Zamora) se persigue al toro en todoterreno, tractor, moto...En Benavente y
Fornalutx (Mallorca) prefieren atarle una soga de los cuernos y hacerle correr
mientras la multitud le golpea. En Ohanes (Almería) el toro es atado y
forzado aarrodillarse ocho veces ante un santo...
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Gansos decapitados. En Carpio del Tajo (Toledo) la fiesta consiste en pasar a
caballo por debajo de una cuerda con gansos muertos. Gana quien más cabezas
arranque. Hace años los animales estaban vivos. Ocurría lo mismo en Lekeitio,
con la única diferencia de que los gansos se colgaban sobre el mar. Ahora,
los animales colocados también están muertos y este año, por primera vez, han
compartido cuerda con gansos de goma.
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Lapidación de palomas.La Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, llama la atención en su
informe anual sobre la peculiar Semana Santa en Robledo de Chavela (Madrid),
donde las palomas son encerradas en vasijas que se rompen a pedradas.
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Persecución de patos. En Valdés (Asturias) y Sagunto (Valencia) se sueltan patos al
mar para que la gente los persiga hasta capturarlos. Una sentencia de 2006
dio la razón a los ecologistas en la Comunidad Valenciana. Tras años de
multas, el Ayuntamiento de Sagunto prohibió el maltato y contrató a un
veterinario para supervisar la prueba con los patos, pero como recuerda Becerril,
los reclamantes ven “insuficientes” esas medidas de control.
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Luminarias.En San Bartolomé de
Pinares (Ávila) y Alosno (Huelva), caballos, burros y mulos son obligados a
saltar entre las llamas o caminar sobre brasas candentes.
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Arrastre de bueyes. En Erandio (Vizcaya) se considera “deporte rural”. Consiste en
poner a los bueyes a arrastrar piedras. Dos murieron este verano por dopaje.
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Fuente: El País
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