SANTIAGO | 19 DE SEPTIEMBRE DE 2013
De lejos parece un perro
de peluche sobre una mesa de procedimiento. Aunque de cerca no sólo tiene el
tamaño de un animal real, sino que pesa como uno y los latidos de su corazón
cambian según la patología que se estudie. Es un simulador animal, un
animal robótico que -al igual que los maniquíes en las escuelas de Medicina
humana- ayuda a los alumnos de veterinaria a practicar antes de atender a
pacientes reales, para que sus ensayos no provoquen dolor a los animales.
En Chile, algunas
universidades ya cuentan con ellos y en el mundo la tendencia crece y va desde
tejidos donde ensayar suturas e intubación traqueal, hasta el diagnóstico de
enfermedades en animales de granja de tamaño real.
“Si los alumnos se enfrentan inmediatamente a un
animal vivo todavía no tienen habilidades ni destrezas y tienen mucha
inseguridad para tomar muestras. Lo que hacemos provoca que el alumno afine la
mano y se sienta más seguro de que no le causará daño al animal”, explica Macarena Vidal, directora de la
Escuela de Veterinaria de la Universidad Mayor, que utiliza modelos hace tres
años.
Rodolfo Paredes, director
de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad Andrés Bello, que
también usa simuladores, agrega que hay técnicas que no son complicadas, pero
que requieren de mucho ensayo y eso hace que la posibilidad de que un animal
sufra es alta. Por ejemplo, instalar un catéter para tratamientos vía
intravenosos. “Ahora pueden practicar con unos brazos de perro que vienen
con una vía. Preparamos un líquido especial que tiene consistencia de sangre y
además coagula, por lo que si el alumno lo hace mal la vía se cierra y no va a
poder obtener la muestra de sangre, por ejemplo”, cuenta.
Dean Hendrickson,
académico de la Universidad Estatal de Colorado, en Estados Unidos, y creador
de una serie de simuladores de tejidos y órganos, asegura a La Tercera que los
estudiantes se sienten más cómodos con las cirugías y tienen mejores
habilidades cuando trabajan con animales vivos si antes han probado con
simuladores. “Comenzamos usando tempranamente los simuladores en el programa
con los estudiantes y éstos recién tienen su primera experiencia con animales
vivos en el tercer o cuarto año del programa”, cuenta.
El director de la Escuela
de Medicina Veterinaria de la Unab comparte la mirada y dice que los
simuladores animales no sólo han permitido que los alumnos enfrenten mejor su
trabajo, sino que a los docentes evaluarlos de mejor manera. Como los
simuladores dejan en evidencia los errores de procedimiento, los profesores
pueden hacer curvas de aprendizaje y detectar cuánto tarda cada alumno en
dominar cada una de las técnicas enseñadas. “Estamos implementando las
técnicas y evaluando cómo impactan. En el fondo, cuánto aprenden, y hemos
tenido muy buenos resultados. Las habilidades que adquieren al trabajar con los
simuladores son muy buenas”, dice.
Fuente: La
Tercera
No hay comentarios:
Publicar un comentario