Por: Gustavo Páez
Escobar
COLOMBIA |
9 DE FEBRERO DE 2013
Carmen
Méndez, presidenta de la Asociación para la Defensa de los Derechos del Animal
–ADDA–, me envía de España el libro de su autoría que lleva por título
Tauromaquia, el mal cultural. La entidad nació en 1976 y es la primera ONG
española que se fundó para dicho fin.Su
órgano de divulgación es la revista ADDA Defiende los Animales, con 22 años de
vida y con amplia circulación en España y otros países.
Carmen Méndez es una
abanderada desde vieja data de la causa de los animales. Ha hecho parte en
España de diferentes organizaciones de esa índole, y en Londres, de WSPA
(Sociedad Mundial para la Protección Animal). Fruto de esa experiencia y de ese
apostolado es el libro que comento, en el que hace un detenido análisis de los
antecedentes históricos de las corridas de toros, a partir del circo romano,
donde se practicaron los mayores actos de crueldad para divertir al público,
hasta el momento actual, donde con los festejos taurinos se pretende que el
espectador goce a costa del sufrimiento y la muerte de los animales.
La brutalidad del hombre
llega a extremos abyectos cuando hace del dolor animal una fuente de placer.
Eso son las corridas de toros. Sus defensores traen a cuento las obras de Goya
que exaltan, según ellos, al toro de lidia como manifestación de arte al morir
de manera cruel, cubierto de luces e infamia ante multitudes frenéticas. Esa no
fue la intención de Goya: lo que él quiso plasmar en sus pinturas fue la agonía
estremecedora del animal, representada con gran colorido y realismo –como
sucede en la serie Los toros de Burdeos–, para despertar la sensibilidad humana
frente al dolor. Se trata de una condena y no de un encomio, que mal podía
existir en quien como notable cronista de su época presenció trágicos sucesos
como la Guerra de la Independencia (1808-1814). Y recogió en los cuadros y
grabados que llevan por título Los desastres de la guerra todo un panorama de
violencia, que censuró con sus pinceles maestros. Tomar a Goya como auspiciador
o inspirador de las corridas de toros es una farsa. Es no saber interpretar su
arte.
Así se tergiversa la
verdad para apoyar la llamada fiesta brava (sinónimo de sadismo). La cual es un
espectáculo grotesco y retrógrado que incita las bajas pasiones del ser humano
y lo arrastra a la violencia. “La fiesta de los toros es la forma más brutal y
sangrienta de distraer la atención del pueblo, desviándole de los verdaderos
problemas nacionales”, dijo Eugenio Noel, escritor y periodista español, muerto
en 1936. Ya desde aquella época, hace cerca de ochenta años –y más de dos
siglos si nos remontamos a la vida de Goya–, se levantaban en España voces de
protesta contra la tauromaquia.
España, según palabras
de la propia Carmen Méndez, “siempre ha sido considerado como uno de los países
más atrasados y bárbaros con los animales”. Copió lo malo de la cultura romana
al llevar a su ámbito la sevicia ejercida en el horrendo circo de la muerte. Y
lo trasladó a los países descubiertos en el continente americano. En Colombia,
desde tiempos remotos echó raíces esta costumbre atávica, y cuán difícil ha sido
erradicarla. Sin embargo, el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, acaba de dar un
gran paso al prohibir el espectáculo taurino en la emblemática Plaza de Santa
María, cuya construcción fue ejecutada en 1931. En Cataluña se prohibieron las
corridas a partir del 1° de enero del 2012, y la ciudad de San Sebastián busca
hacer lo mismo durante el presente año. En otros de los ocho países donde aún
subsiste la fiesta taurina se sienten movimientos ciudadanos que abanderan el
mismo propósito. Al fin se acentúa este triunfo del toro contra la barbarie
humana. escritor@gustavopaezescobar.com
Fuente: El
Espectador
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