sábado, 9 de febrero de 2013

Investigadores de la Universidad de Barcelona logran curar diabetes tipo 1 en perros



ESPAÑA |  8 DE FEBRERO DE 2013
Dos hermosos perros de raza beagle que hace cuatro años se sometieron a una innovadora terapia génica contra la diabetes de tipo 1 correteaban ayer con entusiasmo por el campus de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Están curados: su páncreas sigue sin funcionar, pero ya no necesitan dos inyecciones diarias de insulina para reducir los elevados niveles de glucosa en sangre. No tienen ningún efecto secundario, ni siquiera en el peso o en las tan frecuentes cataratas. Los perros sin diabetes, que han sido cinco en total, son el resultado de una investigación iniciada hace más de una década por investigadores de la UAB. El mismo equipo ya logró con anterioridad un hito similar en ratones, pero se trata de la primera vez que se sanan animales de gran tamaño, de unos 12 kilos, «un paso indispensable para su aplicación futura en humanos», destacó ayer la coordinadora del trabajo, Fàtima Bosch, catedrática de la UAB y directora del Centro de Biotecnología Animal y Terapia Génica (CBATEG) de la misma universidad. Los resultados se han publicado en la revista científica Diabetes
Lógica Cautela
Con precaución, no obstante, Bosch recuerda que «estos procesos son lentos, además de costosos», y que serán necesarios muchos ensayos «antes de poder probarlo en humanos». De hecho, el objetivo ahora es reproducir el experimento con otras razas y luego con cerdos para ir ajustando la dosis ideal. «Ya hay un tratamiento -insiste la investigadora de la UAB-, por lo que no solo debemos demostrar que funciona, sino que es mejor que las inyecciones de insulina».
Los perros de la investigación sufrían diabetes de tipo 1, variedad de la enfermedad que, como sucede en humanos, se suele manifestar en edad juvenil y se atribuye a diversas causas genéticas. Muchos mamíferos tienen diabetes de forma natural, pero los hábitos «domésticos» han aumentado la incidencia en los últimos años en perros y gatos. La terapia «es muy poco invasiva», prosigue la catedrática de la UAB. Consiste en una sola sesión de varias inyecciones en el músculo de las patas traseras del animal mediante unas finas agujas similares a las que se emplean en los tratamientos de estética. Con estas inyecciones se introducen en el músculo los vectores, concretamente unos virus inertes a los que se les ha colocado en su interior dos genes que luego serán los responsables del éxito de la terapia. La elección de las patas obedece a la facilidad de acceso, pero sobre todo a que es «el primer músculo que capta la glucosa tras la comida». «No tratamos ni el 10% de la masa muscular del perro», añade la investigadora.
Penetrar en las Células
Los vectores fueron diseñados para que localicen las células musculares y penetren en ellas. Tienen un doble objetivo: expresar por una parte el gen de la insulina y, por otra, el de la glucoquinasa, una enzima que actúa como regulador de la captación de glucosa de la sangre. Cuando ambos genes actúan simultáneamente funcionan como un «sensor de glucosa», consiguiendo una regulación automática de la captación de la glucosa de la sangre y reduciendo así la hiperglucemia diabética (exceso de glucosa asociado a la enfermedad). Es decir, consiguen con los músculos de las patas lo mismo que si el páncreas funcionara. «Logran mantener la glucosa en sangre en niveles correctos», resume Bosch.
Hasta ahora se han llevado a cabo diversos ensayos clínicos con vectores similares, llamados adenoasociados (AAV), administrados en el músculo para el tratamiento de otras enfermedades, «por lo que la estrategia se puede transferir a la clínica», confían los científicos de la UAB. En humanos, el tipo 1 representa el 10% de los casos totales de diabetes, aunque los investigadores creen que la misma terapia podría servir para pacientes con tipo 2 en fase avanzada. Además de investigadores del CBATEG, en el trabajo han participado colegas de diversos departamentos de la UAB y de la red Ciber de enfermedades metabólicas, así como del Children's Hospital de Filadelfia y del Howard Hughes Medical Institute, en EEUU. «Hemos demostrado que la terapia es segura. Todos los perros han sobrevivido a largo plazo: si no los hubiéramos tratado se habrían muerto», sintetiza Bosch.

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